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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  28 de junio  de 2021
                               
 

Resistiré (con mascarilla)

Parece como si el tiempo hubiera transcurrido con mayor velocidad desde que empezó la pandemia, que qyer fueron los primeros brotes, a pesar de las largas y aburridas tardes de las semanas de confinamiento en casa, cuando sólo se podía salir a comprar el pan y los artículos de primera necesidad en el súper de la esquina. Parece que fue ayer cuando "Resistiré" se convirtió en himno de la defensa frente al virus, una especie de "Bella, Ciao" por lo sanitario, dándonos ánimos unos a otros cuando las cosas peores estaban. Pero todo eso fue en marzo, no de este año, sino del año pasado. Llevamos casi año y medio resistiendo como podemos, ya sin canción, ya sin aplausos desde los balcones a los sanitarios a las 8 de la tarde, y hemos olvidado el "Resistiré" para pasar a la hartura, al miedo a la enfermedad y a la crisis económica, que no se sabe qué será peor. El Gobierno habla, dan cada día las cifras de contagiados, hospitalizados y fallecidos, los números por cada 100.000 habitantes, y nos cogen ya hartos de tanta persistencia en la mala suerte, cuando no son los pavorosos rebrotes como el reciente de los estudiantes en viaje de fin de curso a las Baleares.

Nos hemos vuelto incrédulos. No tenemos más fe que las devociones religiosas particulares de cada uno y que la vacuna. En lo único que estamos haciendo casi ciegamente a las recomendaciones del Gobierno o de las autonomías es en las vacunas, en las que creemos, a pesar de los bulos y "fakes" que los negacionistas inventaron, como aquello tan curioso y excéntrico de que no te la pusieran, que con el pinchazo, aunque fuera de la Pfizer Superstar, te ponían un chip para controlarte. ¡Tonterías!

Pero la gente ha sido más cauta que el Gobierno en lo de "¡mascarillas fuera!". Ahí no han hecho falta campañas de concienciación sobre las excepciones a la falta de necesidad de mascarillas en espacios abiertos. Ahí cada cual se ha tomado sus precauciones por sí mismo. Fue la gran sorpresa que tuve cuando fui al centro, cada vez más animadillo y como con mayor vida y algún turista que otro arrastrando su maleta de ruedas, como antaño. Yo me creía que en el centro iba a encontrarme a todo el mundo ya sin mascarilla. Pero no. Los sevillanos siguen usando las mascarillas a pesar del cese de su obligatoriedad. Las sigues viendo por todas partes, aun por espacios abiertos con poca gente y con amplia separación, por tanto, del metro y medio famoso. Yo me creía que Sevilla iba a ser una fiesta contra las mascarillas, a rostro descubierto, como los nazarenos del antifaz levantado y enrollado de las viejas fotos del Archivo Serrano, pero la gente sigue tomando sus precauciones. Parece que están con la Junta, que siempre mantuvo que era precipitado y peligroso suprimir las mascarillas. Y parece que están contra el Gobierno de Madrid, que no se fían de que se haya atenuado. (O a lo mejor son las feas, que leyeron ayer mis consejos y ven que sí, que con mascarilla tienen unos ojos preciosos...)

 

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