ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  13 de julio  de 2021
                               
 

Los bisteles

Hablaba el otro día del bisté a la sevillana, después que Sánchez nos hiciera la propaganda del chuletón frente a las tesis anticárnicas de ese ministro al que no se ha atrevido a echar porque forma parte de Podemos. Y al hablar en nuestra "cocina del hambre" del bisté a la sevillana, ¿en qué estaría yo pensando?, se me fue la principal: en el bisté de carne de tapa a la sevillana que les presenté, con su salsita espesada, su ajito bien troceado y frito, y su peregil, más las papas fritas "al arbitrio del poeta", se me olvidó lo principal, lo que le da su inconfundible sabor: el chorreoncito de vino blanco, de vino peleón mismo, tampoco tiene que ser ni Rioja ni Ribera.

Y entre las variantes del bisté a la sevillana, hablaba también del clásico "bisté empanao" de las excursiones y de los desavíos de tenerlo ya hecho para cuando los niños vuelvan del colegio. En otros lugares es filete a la milanesa, y en Alemania es "schnitzel", que es el empanado en la lengua de Goethe. Pero aquí es algo clásico entre los clásicos, que me hace volver al comentario de esta palabra tan nuestra, y espero que me conceda esta gracia mi admirado compañero de Real Academia de Buenas Letras don Antonio Narbona Jiménez, que sabe de hablas andaluzas algo así como siete mil millones más que mi atrevimiento de meterme en su terreno. Lo hago para resolver la duda de un lector, don Alfonso Montaño, que me manda este mensaje: "Bisteles empanados, huevos duros y tortillas de papas en fiambreras en la caseta de Feria" escribí en Facebook y me lo recriminaron... ¿Se puede decir "bisteles" para el plural de "bisté", al sevillano modo?". Pues yo diría que, salvo superior criterio del profesor Narbona, no solamente se puede, sino que se debe. ¿Que es un vulgarismo? Cierto. Pero en la defensa de las hablas andaluzas se trata a veces de dar prestigio literario a expresiones que, más bien por ahí fuera, parecen vulgarismos y que a nosotros, de momento, nos llenan de orgullo de lo nuestro.

Nos encontramos así que, en la eterna dualidad sevillana, tenemos dos plurales del bisté: los bistés y los bisteles. Como aficionado defensor de las hablas andaluzas, me he encontrado que ese "bisteles" no está solo. Muchas palabras terminadas en vocal con acento agudo, en boca de los hablantes hacen un extraño plural en "eles". Me lo comentó el caballero don Luis Ramos-Paúl, que escribía soberamente bien de la doma y del campo, y que tenía un finísimo oído. Me dijo que en una aldea de Los Palacios, donde vivía en "La Noria", la finiquita de recreo de Romero Murube, había oído:

-- Mi mujer es tan floja que todo el día está de la tele a los sofales y de los sofales a la tele.

En "ele", como los sofales, tiene su plural el sevillanísimo café, que son "los cafeles". De ahí quizá nuestro diminutivo de "cafelito" y no el sudamericano de "cafesito". Y el plural popular de chalé es "chaleres". Y tantos más. Pero no quiere seguir. Si a mi lector le recriminaron sus "bisteles", imagínense a mí mis sofales, mis chaleres y mis cafeles.

 

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