ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 26 de septiembre  de 2021
                               
 

Las mascotas de La Palma

Suscribo de la cruz de la fecha, e incluso aumento, cuanto se ha dicho y escrito en apoyo de los vecinos de la isla de La Palma a quienes el volcán ha dejado hasta sin los recuerdos de las fotografías familiares que, con su casa entera, se llevó la lava. Tiene que ser muy duro perderlo todo, quedarse con lo puesto, contemplar desde lejos que donde estaba la casa que con tantos sacrificios levantaste no queda más que el negro aluvión río de ceniza rocosa que todo lo destruye a su paso. Si en los boletines informativos repiten siempre el "una hora menos en Canarias", ahora son varias horas más de dolor en La Palma el que sentimos ante la desgracia indescriptible de tener que recoger de tu casa en cinco minutos, con un bombero al lado como precaución, cuanto ha sido toda una vida de toda una familia. La tópica facción de "¿qué salvaría usted si se quemara el Museo del Prado?" se ha hecho esta vez dolorosa realidad para muchos palmeros. Póngase en su caso: ¿qué se llevaría usted en cuatro grandes bolsas grandes negras de basura si en cinco minutos tuviera que recoger lo que no quiere que destruya para siempre, y sin dejar rastro, la lava del volcán que está ya a pocos metros de su casa?

Ha habido impresionantes y edificantes historias humanas. Las catástrofes suelen sacar lo mejor del ser humano. Ese sentimiento de ayuda que ha surgido no ya en la isla de La Palma, sino en España entera, en la península, forma parte de lo más positivo del ser humano que suele aflorar ante las desgracias tan irreversibles como las que vemos originada por esa inmensa e inagotable falla que dispara hacia 300 metros de altura sus fuegos nada artificiales, sino con destrucción de verdad.

Y entre tanta desgracia y tanto sentimiento de ayuda, ha habido alego que a algunos nos ha impresionado: cómo han salvado a las mascotas, a los animales queridos que son como de la familia y que hace tantos años viven con nosotros. No hablo sólo del ganado de granja que les da de vivir a las familias que se han quedado sin nada, a esos abnegados guardias civiles salvando rebaños de cabras, una a una, y montándolas en un camión. Hablo de los perros y los gatos que los palmeros se han llevado entre sus bienes más preciados. Los perros y gatos salvados en La Palma son la otra cara del maltrato animal. Da ternura ver a los gatunos en sus transportines, esperando que los lleven al refugio animal, libres de la muerte segura del río de lava. Y me ha impresionado la historia de un señor que hace varios días que vive y duerme en su coche, con sus tres perros. Se niega a separarse de ellos. Le han ofrecido llevarlo a un refugio y dejar a los animales en otro. Pero se ha negado a ambas cosas. Dice que si toda su vida ha vivido con sus tres perros, que por qué se van a abandonar unos a otros ahora. Y no está en otro refugio que en su coche, inseparable con sus tres perros, a los que tampoco quiere que se lleven solos a ninguna parte. Los que tenemos una mascota en casa como alguien a más de la familia y una fábrica de ternura lo comprendemos perfectamente. "No sin mis perros", ha dicho este hombre. La lava lo ha sepultado todo en La Palma, menos el corazón de la buena gente.

 

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