ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 27 de noviembre  de 2021
                               
 

Demasiadas alegrías

Ha estado muy en su sitio y muy valiente el arzobispo Saiz al prohibir tajantemente las salidas procesionales extraordinarias de imágenes que concitan la devoción popular, con la intención de dar las gracias por la terminación de la pandemia, como si hubiera terminado y no todo lo contrario, o en rogativas para que acabe. Se olvida el pasado, y como no se conoce la historia estamos condenados a repetirla, y en las pestes que sufrió Sevilla a lo largo de los siglos, en muchos casos sacar en rogativas para su final a imágenes como el entonces veneradísimo Cristo de San Agustín lo que hicieron fue agravar el mal, al contagiarse la gente que iba a la procesión, en la clásica bulla. Aquí nos gusta tela sacar un paso a la calle en circunstancias extraordinarias y las actuales circunstancias no lo recomiendan, como ha dicho con toda prudencia y autoridad el arzobispo.

Veo aquí demasiadas alegrías en la consideración de la situación del Covid 19, y todo el mundo señala a Navarra o a la Vascongadas como los lugares donde se está reproduciendo la ola, cuando las cifras de nuestro distrito sanitario aumentan preocupantemente. Y demasiado poco que suben los casos de contagio en Sevilla, con lo que hemos tentado al diablo con tanta bulla como hemos tenido y seguimos teniendo. Ha sido un milagro del Gran Poder que con la bulla de su regreso a la basílica desde la Catedral tras la Misión de los Tres Barrios no se produjera una situación de extrema peligrosidad en los contagios, porque si recuerdan la foto de la Avenida en la portada de ABC, allí ni se guardaba la distancia social de rigor, y mucha gente iba sin mascarilla. ¿Y el fútbol? Para mí que esta alegría inconsciente, como si todo hubiera terminado, viene dada por la autorización de que los campos de fútbol se llenen a su máximo aforo. Nos han hecho creer que todo había pasado, y más con las admirables cifras de vacunación que tenemos en Andalucía y en Sevilla, donde los vecinos han prestado una colaboración a veces entusiasta, desafiando a las burocracias. Sí, estamos ya casi todos vacunados, un ejemplo para España, gracias a la tarea de la Consejería de Salud, pero no estamos para tantas alegrías. Miedo me dan las comidas de empresa, las bullas tras la inauguración del alumbrado de Navidad, las reuniones familiares que se avecinan. Cuando no la procesión extraordinaria de la Virgen de los Reyes el día 7, que veremos a ver cómo están las cifras para esa fecha, o la Cabalgata de los Reyes Magos, que preparan animosamente como si tal cosa.

Yo pedía el pasaporte de vacunación por lo menos para la mayoría de estas cosas, y bajaría el pistón de tanta inconsciente alegría confiada, tantas restricciones quitadas de un plumazo. En muchos países europeos no sólo exigen el pasaporte de vacunación en lugares públicos, sino que en una cena familiar en casa, comprueban que todos están vacunados antes de dejarlos entrar. Eso aquí, ni a soñar... Aquí nos creemos o nos han hecho creer que todo ha pasado, cuando precisamente el distrito de Sevilla capital es uno de los que cifras más preocupantes están dando.

 

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