ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  14 de enero  de 2022
                               
 

La única Palmera intacta

Hay pasteles simbólicamente sevillanos, y acabamos de pasar los días anuales del esplendor de la tortera rellena de cidra y con su azúcar glaseada por encima. Pasteles a los que se les llama, por su sabor, "dulces". Pasteles que venden no sólo en las confiterías, sino en muchas tiendecillas de barrio, los que llamaban "despachos de pan y tortas", junto con "chuches" para los niños, paquetes de patatas fritas, y todo lo que piensen, hasta botellas frías de agua mineral. Hay dos estrellas en los pasteles populares sevillanos: la cuña y la palmera. La cuña es un bizcocho de gran dimensión, en forma de triángulo resultante del corte de un hipotético pastelón de un diámetro considerable. Cuñas venden en algunas dulcerías de barrio tan grandes que hay que pensar que el pastel originario de donde salieron tendría las dimensiones del ruedo de una plaza de toros. Y la palmera. La sevillanísima palmera. Como todo en la ciudad dual, de dos clases y preferencias: la palmera de huevo y la palmera de chocolate. Incluso existe la mixta, mitad de huevo y mitad de chocolate, como la estatua de Jano hecha dulce, el pastel de dos caras. Delicioso pastel de finísimo hojaldre, que en cualquier ciudad europea sería una exquisitez refinada de las grandes confiterías y que aquí encontramos en las más modestas tiendecillas de los barrios y que no faltan en la barra de muchos bares, tras el cristal de la bollería industrial que muestra los posibles empapantes de algo tan nuestro como el desayuno en la calle.

Hago esta defensa y elogio de la palmera de hojaldre recubierta de huevo o de chocolate porque, a este paso, es la única palmera que nos va a quedar intacta y no desfigurada. Hay guasones que sostienen que el Paseo de la Palmera se llama así por ese pastel popular sevillanísimo. En tal guasón caso, también tendríamos el Paseo de la Cuña y el Paseo del Petisú de Crema. Pero guasa, guasa, lo que se dice guasa, la que oí el otro día. Hay pastelerías que ofrecen palmeras de gran tamaño. Enooooormes. Como las grandísimas cuñas, pero en palmera. Recubiertas con dulce de huevo, tienen un comer estas maxipalmeras enormes, que hacen las delicias de los chuchones. Hablaban del tamaño de las palmeras de huevo más bien grandísimas, y uno de los que defendían que en su barrio es donde venden las palmeras de mayor tamaño de Sevilla, dijo muy serio:

--- Mira cómo serán de grandes las palmeras de mi barrio, que en una de ellas piensan hacer una residencia de estudiantes.

Es para lo que ha quedado La Palmera con mayúscula, el desfigurado Paseo de la Palmera, orgullo del urbanismo de la Exposición de 1929 con su anchura y su vegetación, y lamento de nuestros días con la destrucción de sus chalés originales, de sus jardines a fachada, en lo que era un catálogo de arquitectura regionalista. La dictadura lo llamó Paseo de la Victoria. Ahora, más que su primitivo nombre de La Palmera, tendremos que ponerle Paseo de la Derrota del más hermoso que teníamos en Sevilla.

 

 

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