ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 18 de febrero  de 2022
                               
 

El heraldo de la luz

Ya está aquí. Esta sí que siempre viene todos los años sin que nadie sepa cómo ha sido. De pronto, como una sorpresa, como las grandes alegrías, como los golpes de suerte. Señores, ha llegado un gozo anual: ya está aquí la luz de primavera. Un guasón sevillano diría, al despertarse de la siesta en estas tardes de febrero en las que ya La Candelaria cae tan lejos: "Doctor, a veces miro por el balcón y veo capirotes blancos". Eso. Luz de capirotes blancos. Luz de escuchar lejanos tambores y cornetas. Luz de tíos de los globos yendo hacia los barrios con sus manojos. Luz de ver de pronto a una pareja de negros nazarenos de cinturón de esparto que con paso presuroso se dirigen a alguna iglesia del centro desde el barrio.

Es el milagro de todos los años, y todos los años nos parece nuevo. Es el mejor pregón de la primavera. Romero Murube dijo que Sevilla era esto: la vibración de una luz. Es el heraldo de lo que se avecina, de que "esto ya está aquí". Sí, el otro heraldo, el invernal de la Cabalgata, lleva tambores y cornetas, y tatachines, y beduinos. Este heraldo primaveral es de silencio. Es de gozo íntimo. Es de volver a verlo todo con una luz distinta, pero igual que la de siempre, que la de todos los años. Se adivina en la contenida fuerza de las ramas de los árboles que quieren ya brotar, que están luchando por ver Sevilla en plenitud, y que pronto habrán de conseguirlo en olores y en colores. El heraldo de la Cabalgata recibe las llaves de la ciudad para franquearlas a los Reyes Magos. El heraldo de la luz de estos días de febrero en que pronto habrán de bailar los seises el Triduo de Carnaval no recibe llave alguna: nos da las que abren la hermosura de la ciudad a la luminosidad de la belleza. Llaves maestras de la Sevilla de siempre, que abren las puertas de los azules cielos que están esperando nubes de incienso, capirotes, globos que se les escapan a los niños de las manos, caídas de palio que marcan compases de ensueño al chocar contra la plata de los varales, balcones colgados de damasco y oro, palmas nuevas que quizá ya están rizando, repiques de espadañas, silencio en las calles de viejos adoquines de Gerena por las que sólo pasamos de Domingo de Ramos en Domingo de Ramos.

Y en la Puerta Carmona, sin caballo blanco, sin palanquines para las cartas de las ilusiones, de acera a acera, junto a la calle Mosqueta, el más extenso telegrama que Sevilla escribe cada año en forma de heraldo. Con las mínimas palabras. Una sola: "Capirotes". Para decir "amor" de verdad basta una sola palabra. Para decir "Sevilla" de verdad basta también esta sola palabra de la pancarta de anuncio de los capirotes en la Puerta Carmona. Pronto empezarán a surgir más huellas de lo mucho y grande que se aproxima. De momento, todo lo dice la luz nueva en la vieja pancarta de la Puerta Carmona. Por el teletipo del aroma de los naranjos en flor mis amigos los vencejos me han dicho que ya están haciendo las maletas, que ya mismo van a estar aquí por nustros cielos.

 

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