ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  8  de marzo  de 2022
                               
 

Una inmensa petalada

La palabra y la costumbre son recientes: petalada. Consiste en Semana Santa en arrojar centenares de pétalos de flores de mil colores sobre el palio de una Virgen cuando pasa por un lugar señalado y significativo de su itinerario, o por la casa de un devoto que así quiere honrar a la Dolorosa de su devoción, o por unos vecinos que se han puesto de acuerdo para que el paso de la cofradía por su calle y por su casa sea algo sonado. Como en todas las tradiciones sevillanas que se inventaron ayer por la mañana y creemos antiguas de siglos, hay pasos de Virgen ligados ya para siempre a petaladas que se sabe van a arrojarles en determinados lugares. Costumbre de barrios más que del centro, aunque ya veamos petaladas hasta en la calle Sierpes. El rito es el mismo. Un grupo de jóvenes se sube a la azotea de un edificio con unas cajas llenas de pétalos de flores deshechas para la solemne y devota ocasión y en el momento exacto en que el palio está allí, las arrojan desde las alturas, convirtiendo la escena en una revoloteante lluvia de colores y de flores troceadas que caen, como nieve, sobre el techo del palio como un homenaje a la Virgen y que llenan la calle y hasta a los que van cerca del paso. Cada vez hay más petaladas a las cofradías sevillanas. Petaladas a paletadas. Sobre todo cuando los pasos de las Vírgenes se acercan a sus barrios de vuelta a sus templos. Ver un paso de palio desde un balcón alto desde donde se contemple el envés de su techo es hacer balance y memoria de la cantidad de petaladas que recibió antes de llegar a la carrera oficial o de la entrada al final de la estación de penitencia.

Pero Sevilla toda es en estos días una inmensa petalada. No está preparada por los devotos de Virgen alguna, ni la arrojan a puñados desde las azoteas donde subieron las cajas de pétalos reunidos con mucho cariño. Son los naranjos que con los pétalos de sus flores, caídos por los vientos, por el sol, por las temperaturas, llenan las aceras de toda la ciudad. Quitaron a tiempo este año las naranjas que llevaban tanto tiempo en sus ramas y las blancas flores han brotado con mayor fuerza que otras primaveras. No se han equivocado de fecha. Han salido cuando tienen que salir, en plena Cuaresma, adelantando el olor a Semana Santa del que son heraldos. O quizá ha venido la floración de los naranjos un poco temprana, por eso que se desprendan los pétalos blancos que llenan las aceras, como en una nevada lírica que viene pidiendo poetas.

Sevilla está alfombrada con los blancos pétalos de las flores de los naranjos caídos de los árboles. Toda Sevilla, Lo mismo en el centro que en los barrios. Las aceras están como nevadas por esa maravilla de cada primavera, que siempre nos sorprende, que tratamos de adivinar en sus primeros brotes como barrunto de los grandes días del gozo que han de llegar. Igual que las petaladas sobre los pasos de palio son un homenaje a las Vírgenes, estas blancas flores sobre las aceras de toda Sevilla son como un tributo de delectación de la ciudad misma ante la primavera. Una inmensa petalada sobre el techo del palio del azul cielo de Sevilla.

 

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