ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  2 de abril  de 2022
                               
 

El inventor de la sillita

No es lo mismo una silla que una sillita. Hablo de ver las cofradías. No es lo mismo verla en "las sillas", sinónimo sevillano de Carrera Oficial, que andar de un lado para otro para verlas en la sillita:

-- Desde tiempo de mis abuelos nosotros tenemos las sillas en la calle Sierpes, donde El Cronómetro.

Hay un sentido de propiedad tanto de la silla como de la sillita. La silla es de la familia desde siempre, y se renueva cada año en el Consejo como un rito, como el abono de los toros. Sí, son dos abonos de sevillanía más que contrastada: el abono de las sillas en la Carrera Oficial y el de los toros. Se heredan. Más de una disputa familiar ha habido por la herencia de los derechos de un abono en los toros. Y en las sillas, ni te hablo. Cada sector de las sillas es como un casinillo, donde todos se conocen, saben quiénes son, de año en año. Y hasta echan de menos a los que faltan y se fueron a ver la cofradía eterna de la otra vida. Hasta pésames se dan el primer día de las sillas:

-- Que me enteré de lo de Pepe, pero no la he llamado para darle el pésame porque no tengo su teléfono.

El mundo de las sillas, tradicional, metido en años, ha dado paso al más joven de las sillitas. La silla es estática, te llevas todo el día viendo pasar nazarenos en el mismo sitio. Porque aquí ya más que pasos vemos nazarenos y venga más nazarenos, a miles sin exagerar. La sillita, por el contrario, es dinámica. Se va con ella bajo el brazo donde se quiere. Con la sillita es muy difícil ver todas las cofradías que salen en un día, como en las sillas. Parecen hechas para esperar que llegue la cofradía. La sillita es plegable. Así las llaman oficialmente en las señales municipales, "sillas portátiles"; pero se llaman en realidad "de los chinos". Aunque no hayan sido compradas en el chino del barrio o del centro, los chinos de los bazares fueron los que descubrieron el filón comercial de las sillitas. Que las hay ya de todas clases y modelos, con respaldo o sin respaldo, con tres patas o sólo con dos barras como sustentación. La sillita es una maravilla que te hace sentir dueño de un trozo de la Semana Santa para ti solito. Se ha creado un Derecho de la Sillita, ya que la costumbre es la fuente de la juridicidad. El que llega con su sillita a un trozo de acera, es el dueño de ese trozo de Sevilla mientras llega la cofradía y hasta que pasa el último músico de la banda del paso de palio. El alcalde mandará en Sevilla, y Cabrera en las Fiestas Mayores, pero en ese trozo de acera manda él con su sillita, que para eso llegó con tiempo, mucho antes de que viniera la Cruz de Guía. Y, ay, de quien se atreva a ponérsele delante o de empujarlo para que se eche a un lado. Hasta los honores de la preocupación municipal merece el sevillano de la sillita, al que le prohibe el Cecep ponerse en ciertos cruces y lugares de riesgo de bulla peligrosa. ¿Quién fue el que la inventó? Habrá que investigarlo, señores historiadores de la Semana Santa, a quien se le ocurrió por vez primera llevarse la sillita de la playa para ver las cofradías. Y cuando se haya descubierto al inventor, esté vivo o haya ya fallecido, otorgarle sin dudar el Quidiello de Oro.

 

 

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