ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 11 de abril  de 2022
                               
 

Del caramelo a la estampita

Es tradición, aunque no lo he visto confirmado por ningún autor de solvencia ni en ninguna obra histórica con rigor, el origen de que los nazarenos den caramelos a los niños. Dicen que como a muchos niños les daban miedo aquellos altos capirotes y negras túnicas, que no sé qué fantasmas se imaginarían, empezaron a darle caramelos para, digamos, congraciarse con ellos y quitarles el pavor: que comprobaran que eran seres cercanos y queridos que les daban golosinas. ¿De cuándo es la costumbre, sevillanísima? Tampoco he podido investigarlo nunca y quizá el domingo, en la sección "ABC y sus lectores" nos encontremos con un generoso comunicante que nos da los datos que nosotros no hemos podido nunca recabar. Hay contra esta teoría un hecho cierto, que los niños sevillanos saben mejor que nadie y que en cierto modo la contradice. Los nazarenos que más caramelos dan son los de las cofradías de capa y música, no las de ruán y esparto. Los niños lo saben. Cuando se acerca una cofradía de negro y altos capirotes, se dicen unos a otros.

-- Estos son de los que no dan caramelos ni cera.

¿Alguien se imagina a un nazareno del Gran Poder, del Silencio, del Calvario, de la Sagrada Mortaja, de Los Estudiantes, dando caramelos? Los niños lo saben, por esa como ciencia infusa sobre cofradías con la que los sevillanos nacemos, que la llevamos en la masa de la sangre. Por el contrario, los niños saben que hay que pedir caramelos, muchos caramelos, a los nazarenos de La Estrella, del Baratillo, de San Roque, de Los Gitanos, de las cofradías donde el espíritu penitencial va por otros derroteros estéticos. Tanto es así, que hay algunos nazarenos que se creen beduinos de la Cabalgata, de la cantidad de caramelos que dan, sacados de esos como buches de palomo que les hace la túnica en la barriga con la cantidad de dulce provisiones que llevan para que les duren toda la carrera. Aunque algunos son tan jartibles que hasta ponen a algún familiar tras la salida de la Catedral como "puesto de avituallamiento" para que les lleve más caramelos y no les falten que repartir hasta la entrada.

Pero últimamente, tras el ahondamiento en la espiritualidad que afortunadamente se ha dado en todas las cofradías, los más son los nazarenos que han sustituido los caramelos por estampitas de sus devotas titulares, habitualmente bellas fotografías. Ya no pega aquella vieja cancioncilla infantil: "Nazareno, dame un caramelo,/si no me lo das,/chivato serás". Ya tienen que ser casi todos chivatos, porque las que más se reparten son estampitas. Viene uno de ver las cofradías con los bolsillos llenos de estampitas que les han dado los nazarenos. Y muchos niños sevillanos, los que antes y ahora pedían cera para engrosar su misma bola de todos los años, tienen ahora en su casa una caja en la que guardan, año a año, las estampitas que los nazarenos les han dado. Que si la estampa es de la Virgen del Dulce Nombre, ya me dirán lo amargos que a su lado se quedan todos los caramelos.

 

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