ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 18 de abril  de 2022
                               
 

A Sevilla le sacan los colores

Se me fue la Semana Santa sin hablar de algo que ha estado en la boca de todos: el cambio de color del Arco de la Macarena. Es la moda en las restauraciones. No consolidar los monumentos con los colores con que los han conocido las generaciones actuales, sino devolverles, dicen ellos, los colores que tenían antaño. O los que un arqueólogo o un arquitecto sostienen que tenían...o que debían tener. "Sevilla tiene un color especial", pero ese color está cambiando por días. Sevilla era la ciudad de la cal y la almagra. Cal que tuvo una razón sanitaria en pasados siglos: ayudar a remediar los efectos de las pestes. La cal tapó muchas paredes con dibujos, con otros colores, incluso con pinturas decorativas y ladrillos agramilados. Pero ahora a Sevilla la están dejando como el título del famoso libro de Le Corbusier: "Cuando las Catedrales eran blancas".

Blanca, en efecto, han dejado casi todas las restauradas fachadas de nuestra Catedral y para mí que no pararán hasta que, por el contrario, pinten de rojo la Giralda, que dicen que era el color que el alminar almohade tuvo originalmente. ¿Quién lo vio así? De nuestras generaciones, nadie. Sí hemos conocido en cambio una Catedral de muros con verdina cerca de los grandes bajantes: "El tiempo también pinta", que decía Goya. Y pintan las lluvias y las solaneras de la calor de Sevilla ese "color especial" que nos están haciendo perder, para ponerlo todo, eso sí, con mucho rigor arqueológico, pero irreconocible a veces. Como la portada de la Casa de la Moneda, que la han dejado más blanca que un polvorón de Ochoa, irreconocible para muchos, que la conservaban en el recuerdo con su color rojizo. Y en la Catedral, la Puerta del Perdón la dejaron tan blanca como todos los paramentos de los muros por las Gradas de la calle Alemanes.

Lo del Arco de la Macarena es aparte. ¿Qué necesidad había de cambiar de color el Arco de la Macarena, la única puerta de la ciudad, junto con el Postigo del Aceite, que se salvó de los derribos del XIX, en que desaparecieron todas? ¿Por qué lo han dejado en el estado correspondiente a una época dicen que la anterior al XIX, y no a otra más antigua? Teníamos una determinada imagen del Arco de la Macarena que ya es sólo un recuerdo, por mucho rigor histórico que le hayan devuelto. Pero lo más da el cante es que cromáticamente el Arco de la Macarena no tiene ya nada que ver con la basílica de la Virgen de la Esperanza. Cuando su arquitecto, Aurelio Gómez Milán, hizo la iglesia de la Virgen entre 1941 y 1949, utilizó esta armonía cromática entre Arco y templo. Ahora se ve cada uno por un lado, con una estética. Lo que sí está bien es la restauración del magnífico retablo cerámico de la Virgen que corona el Arco, obra de Pérez de Tutela, que ahora ha cumplido un siglo y que amadrinó la Infanta Doña Esperanza de Borbón. Y en el que pone: "Esperanza nuestra. Ella es Tabernáculo de Dios y Puerta del Cielo". No se lo digan a nadie, pero Narilargo y Rascarrabias, los duendes de la muralla que viven en la Torre Blanca, me han dicho que el Viernes Santo con la Virgen, tanto a la ida como a la vuelta, el Arco tomó su verdadero color: Verde Esperanza.

 

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