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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 5 de junio  de 2022
                               
 

Yo aprendí español con un catalán

Un buen Bachillerato con todos sus avíos de Matemáticas y Química, de Historia y Ciencias Naturales, equivalía según el plan de estudios de Ruiz Giménez de 1954 a lo que ahora son algunos másteres. Había un Bachillerato Elemental, de 1º a 4º y otro Superior, de 5º y 6ª, al final de los cuales había que aprobar una Reválida, obligatoriamente en un Instituto del Estado, no en el propio colegio. Y luego, como 7º curso, venía el Preuniversitario, que daba acceso a la Universidad, que examinaba en una especie de Selectividad. Bachilleres rasos de aquella época, que no llegaron a la Universidad, los hay que tienen mayores conocimientos en muchas y variadas materias que muchos de los que ahora cursan las dobles titulaciones. Lo he recordado en las actuales polémicas sobre la politización y manipulación de los libros de texto. Los que según los planes de estudio vigentes suponen una parcelación regional de conocimientos que empobrecen una visión universal y general de la cultura y de la nación.

¿Que estaban manipulados? Hombre, si usted llama manipular a dar la importancia histórica que tuvo el Descubrimiento de América, o la Batalla de las Navas de Tolosa, o la obra de los Reyes Católicos o de Carlos III, pues sí, estaban manipulados, porque respondían nada menos que a una visión general de la cultura y no a un mero conocimiento estrecho y restringido de la comunidad autónoma donde estudia el alumno. Hoy los estudiantes de Murcia no saben cuáles son los ríos de Galicia, y , a su vez, los de La Coruña desconocen los afluentes del Duero. La formación era completa y universal. Y naturalmente que con su politización, con la asignatura obligatoria de Formación del Espíritu Nacional, que era un manual de falangismo más que de franquismo. Como anécdota diré me preguntaron en un examen escrito cómo era el uniforme de la Falange. Así andábamos. Así que no nos quejemos. Pero "Política", como le llamábamos a la Formación del Espíritu Nacional (FEN), era una de "las marías", las tres asignaturas como de adorno que todo el mundo aprobaba: Gimnasia, Religión y FEN.

Evocando aquellos libros de texto de la editorial Edelvives he recordado la asignatura de Lengua y Literatura Española. Que aprobé con unos libros de texto excepcionalmente buenos, de la Editorial Espiga, obras de un académico de la Española: el catedrático catalán Guillermo Díaz-Plaja (Manresa, 1909 - Barcelona), discípulo de Menéndez Pidal, profesor del Instituto Escuela en la República y prolífico autor de centenares de libros, como su fundamental "Modernismo frente a 98", especialista en Juan Ramón. Lorca o Valle Inclán. Los libros de texto de Lengua y Literatura de un catalán como Díaz-Plaja nos enseñaron a muchos bachilleres a amar a nuestra lengua y a familiarizarnos con su literatura, a aprendernos de memoria los ejemplos antológicos de su métrica y su historia. Eran perfectos didácticamente, y nos descubrió a Ausias March y a Verdaguer. Quién habría de decirnos que la lengua que aprendimos a amar con un catalán sería ahora perseguida en su tierra.

 

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