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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 16 de junio  de 2022
                               
 

Madrugón de Corpus

Curioso reloj de sentimientos y de fe el de Sevilla, que gira en torno a una Madrugada y dos Madrugones. Hoy es uno de esos dos Madrugones de la impaciencia y de la religiosidad popular de Sevilla: el madrugón del Corpus. Que con tanta calor casi agosteña y con las playas llenas, va a parecerles a los vencejos que rondan a la Giralda que es el otro sagrado Madrugón de Sevilla: el de la mañana de la Virgen de los Reyes. Yo le invito, lector, a que madrugue más todavía para que vea una Sevilla ideal, una ciudad soñada hecha realidad, en la carrera del Corpus aún vacía mucho antes de que empiece la procesión y que los carráncanos de la Sacramental del Sagrario empiecen a salir por la Puerta de San Miguel. Es una delicia esa Sevilla aún desierta que, casi amaneciendo, en los días más largos del año, aparece con las calles alfombradas de juncia y romero aún no hollados por los que salen en la procesión. Huele Sevilla de una manera especial en este Madrugón de Corpus. No es sólo el romero que trasmina el aire, despidiendo al último fresquito y presagiando la calor que va a hacer cuando la Custodia vaya por la Plaza de San Francisco, con el suelo adornado este año con una alfombra de flores. Suenan distintas las campanas de la Giralda, cuando van los miembros de las hermandades con sus estandartes y sus varas camino de la Catedral, para incorporarse en el Patio de los Naranjos al lugar que les corresponde en la procesión. Todo muy temprano. A Sevilla le toca diana el sentimiento de siglos de ser ella misma por unas horas. Las horas de esta amanecida son de una ciudad soñada, que ya no existe, que revive y toma forma desde este despertar de frescor y de sillas dispuestas en la carrera que se mantuvo invariable desde que el Corpus, antes que existiera la Feria, era la fiesta grande de la primavera.

Y las músicas. De pronto, por la esquina de la Casa Lonja, se escucha la música militar de la compañía de honores del Ejército de Tierra que viene a desfilar tras la Custodia y a rendir honores a Su Divina Majestad. O se oye la música de la Banda Municipal con la corporación municipal que, bajo mazas, va camino de la Catedral para asistir a la misa que se llamaba "de autoridades", donde se puede gozar el primer baile de los seises y donde Sevilla les entrega el simbolismo de un doblón de oro. Sí, un doblón de oro, casi arrancado del soneto de Cervantes, valen estas horas tempranas y primeras previas a la procesión del Corpus.

En la que después veremos los pasos de los santos sevillanos, sevillanísimos, con San Fernando y su capa de armiño o las alfareras hermanas Justa y Rufina sosteniendo no a la Giralda, sino a la esencia de Sevilla misma que vemos transcurrir en la procesión. ¿Demasiado larga? ¿Demasiados hermanos en las representaciones de las cofradías? Pues sí. Pero está todo el que tiene que estar y donde tiene que estar. Una ciudad estamental, de la más humilde hermandad de gloria al uniforme de gala de los maestrantes. Sevilla se representa a sí misma y la imagen, de repetirla igual todos los años, le sale perfecta. Por eso es único este Madrugón. A Sevilla, a una Sevilla que quizá ya no exista, hay que buscarla en la Madrugada y en este Madrugón del Corpus.

 

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