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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 25 de junio  de 2022
                               
 

La "doggy bag"

La vez primera lo vi en un restaurante de Nueva York. En la mesa de al lado, a una señora que había pedido un "T Bone Steak" se lo pusieron tan grande que no pudo acabar con él. Y le dijo al camarero que la servía:

-- ¿Me pone la carne que sobra en una bolsa para el perrito?

Mi acompañante, sabedor de las costumbres de la Gran Manzana, me aclaró:

-- Sí, sí, el perrito... Esta lo pide para tomárselo luego ella en casa en la cena. Lo que pasa es que le da vergüenza y por eso todo el mundo, cuando pide las sobras, cosa que aquí es muy normal, dice que es para el perro. Tanto, que a ese contenedor de plástico donde se lo han puesto para que se lo lleve le llaman el "doggy bag", o sea, "la bolsa del perrito". Sí, sí, el perrito...

Aquí, como siempre suele ocurrir, hemos superado a los americanos. Aquí acabamos de hacer ley y obligación de la "doggy bag" de los neoyorquinos. Pero sin eufemismos ni gaitas. Sin poner al perrito como excusa ante la vergüenza. Diciendo que nos lo pongan en un táper y nos lo llevamos para que no tenga que tirarlo el restaurante y lo multen por arrojar comida a la basura. Es como la fecha de caducidad en los alimentos que se compran en el súper. Rebajar el precio de los productos que están a punto de caducar es costumbre que ya existía antes de la ley. Muchas amas de casa saben que en sábados y vísperas de festivos, si van al Mercadona a última hora de la tarde, encontrarán a dependientas que van voceando mercancías baratas, como en una antigua plaza de abastos de barrio. Son los productos que van a caducar en el festivo. En el antiguo Simago de Cádiz, a cuya entrada había una pastelería bastante buena, sabía la gente que a partir de las 6 de la tarde había...¡rebaja de dulces! Las palmeras de huevo o las sultanas costaban la mitad, y la gente iba especialmente a comprarlas a esa hora de la rebaja, porque tenían que salir de ellas como fuera, ya que al día siguiente estaban ya duras.

No tienen que darnos leyes ni obligaciones para aprovechar alimentos que sobran. Quizá heredada de pasados tiempos de hambre y necesidad, tenemos una vieja cultura para aprovechar los desperdicios y sobrantes de las comidas. La cocina popular andaluza tiene un buen recetario de esos platos que se hacen aprovechando lo que ha sobrado. ¿Quién no ha hecho croquetas con la carne del puchero que sobró? ¿Quién no ha preparado la que llaman "ropa vieja"? El pescado "en sobreúsa" es otra vieja manera de aprovechar el frito que da pena tirar. Por no hablar de las maravillas que pan duro y unos tomates puede una andaluza hacer el arte de una maravillosa sopa, con su yerbabuena. Aquí no tienen que darnos lecciones ni dictarnos normas bajo multa. El aprovechamiento de sobras del día anterior es fundamental en la cocina popular andaluza. En cuanto a las fechas de caducidad, no le echen mucha cuenta. Acuérdense de lo que, sin ley por medio, defendía el ministro Arias Cañete, que confesó que le encantaban los yogures caducados, y ahí está el hombre, tan sano.

 

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