ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  10  de julio  de 2022
                               
 

Como el pollo de Carpanta

Podría hacerse una historia económica y social del pollo para conocer los cambios de mentalidades, de modos de producción, de costumbres, de situaciones económicas de España. Antes de que existiera la actual profusión de granjas avícolas y todas las aves eran de corral y campo, el pollo era un artículo de lujo. Manjar para las grandes ocasiones. En la cena de Navidad desbancaba al pavo con honores de faisán, y con arroz era obligado en todos los grandes acontecimientos familiares. En este pollo como alimento de lujo, carísimo, inalcanzable, soñaba Carpanta, el personaje que José Escobar creó en 1947 para el tebeo "Pulgarcito" y permaneció muchos años en las publicaciones infantiles de Bruguera, con su camiseta a rayas, su cuello alto hasta taparle la boca, su pajarita y su sombrero canotier. Siempre pensando en un pollo, que Escobar dibujaba del mismo modo: con los dos muslos diciendo "comedme" y su pechuga apetitosa. Por algo le puso su creador "Carpanta" al personaje, que según el DRAE es "hambre violenta". Justo la que Carpanta tenía cuando soñaba con el inalcanzable pollo.

Pero con las granjas avícolas el pollo dejó de ser un artículo de lujo y exquisitez para convertirse en asequible alimento popular. Nuestras ciudades se llenaron de asadores de pollos, que les decían "al ast", empalados en unos cilindros que les daban vueltas hasta ponerlos de un apetitoso dorado. Y muy baratos. El pollo fue a la dieta familiar de alimentación lo que el 600 a la motorización de España. Y ya dejó de ser la estrella de las grandes cenas familiares, para convertirse en alimento asequible y socorrido: "Niño, llégate el asador y te traes dos pollos, que no tenemos nada para la cena".

Pero he aquí que entre la inflación, la falta y subida de precio de los piensos y el encarecimiento del transporte, vamos a volver a los tiempos del ansiado pollo de lujo de Carpanta. Como la sandía o el melón, ha sido uno de los alimentos populares que más ha subido de precio. Comparado con el que tenía en mayo de 2021, el pollo ha subido un 13,6 por ciento entre enero y mayo según las cifras del INE; que no sé si gustarán a Sánchez y si fueron anteriores o posteriores a la destitución del director de ese organismo. Y a pesar de eso, este pollo es una ruina. Para todos. Para los consumidores y para los productores. Los productores de pollos estiman en 32 millones de euros las pérdidas que llevan acumuladas. Aducen que el coste medio del pienso ha pasado de los 300 euros/tonelada de los últimos cinco años a más de 500 euros la tonelada en 2022; que arrastran un alza de costes del 40 por ciento desde enero, aunque señalan que apenas se ha repercutido el 15,5% en el precio de venta al público. ¿A que vamos a tener el pollo tan amenazado y caro como el gas o la electricidad? Pero no se preocupen. Para eso está la ministra de Igualdad, Irene Montero, que coge a sus "coleguis", se las lleva de turismo a Nueva York en el Falcon con cargo a todos nosotros y sí que de verdad monta el pollo.

 

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