ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  25 de septiembre  de 2022
                               
 

La oposición a la oposición

Lo de las dos varas de medir que aquí se estila entre la izquierda y la derecha hasta se ha quedado antiguo, por sabido. Consecuencia de la inexplicable superioridad moral que la izquierda se otorga a sí misma, todo lo que hagan el Gobierno y sus socios de coalición, así como sus votantes de investidura, tiene explicación y las barbaridades más escandalosas son tenidas por todos como lógicas y naturales, mientras no se le pasa una a lo que no entra en los esquemas demagógicos de "la clase media trabajadora", como dice Sánchez. Sin ir más lejos ni más alto, ay, si quien cogiera tantas veces el Falcon y el helicóptero Puma en estos tiempos de carestía, de crisis y de subida de los carburantes fuese el PP, la que le liaban... Pero No Passsa Nada.

Aparte de las dos varas medir, aquí se está consiguiendo algo más difícil todavía. No sé si lo han observado, pero en cualquier debate, en sede parlamentaria o fuera de ella, con micrófonos o canutazos para la televisión o la radio, el Gobierno dedica buena parte de su tiempo a criticar a la oposición, a echar por tierra sus argumentos, a descalificar a sus líderes, a insultarlos. Podría confeccionarse un catálogo de insultos del Gobierno a la oposición, y en esa obra, varios tomos deberían ser reservados a Núñez Feijóo. Muchas veces, más que a gobernar, los ministros se dedican a hacer crítica a la oposición, a dejarla a los pies de los caballos ante sus posibles votantes. Feijóo ha dicho en más de una ocasión, y me parece que no sólo viendo el resultado de las encuestas, sino lo que se palpa en la calle, el hartazgo de muchos antiguos votantes del sanchismo al ver entregado a su partido en manos de los separatistas y de cuantos indeseables compañeros de viaje le siguen en un camino hacia la nada: "Más que la oposición, somos la alternativa". Lo cual, de hecho es reconocido por el Gobierno, entrando a por uvas en esta descenso continuo a cuestiones que no tienen ya nada que ver con el ejercicio del poder, sino con la descalificación de quienes pueden apartarlo de él. En el debate del Senado entre Sánchez y Feijóo (que nunca se debió celebrar), parecía que los papeles estaban cambiados. Que quien hablaba en nombre de la oposición era Sánchez y que quien estaba en el poder era Núñez Feijóo. Lejos de ser nubarrón de un día, se ha convertido en una práctica habitual. Insólita. No creo que esto ocurra en ninguna otra nación de la Unión Europea, donde el Gobierno se dedique a criticar a la oposición y a acusarla de todos los males de su actuación, empezando por echarle en cara su falta de colaboración, cuando aquí las grandes decisiones las toma el presidente del Gobierno sin consultar yo creo que ni con su almohada, y por descontado que ni con sus ministros, con sus socios de coalición, o a los que buena tajada sacan cada día por seguir formando parte de la mayoría de investidura.

¿A quién se le ha ocurrido esta estrategia? ¿Le es rentable a Sánchez? Raro no me negaran que es esto de que el poder se dedique a criticar y hundir a la oposición, y no a la inversa.

 

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