ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  2 de abril  de 2023
                               
 

Dos Españas, dos Semanas Santas

No sé cuántas dos Españas hay, resucitadas las de 1936 por Sánchez y antes por Zapatero, como recordó Tamames, pero sí sé que hoy, Domingo de Ramos y arranque de la Semana Santa, podemos apreciar perfectamente otras dos caras de nuestra nación. No hablo de elecciones, sino de una palabra que rima con ellas: vacaciones. Lo de "hay gente pá tó" atribuido a Guerrita se hace más que verdad en estos días. En estos días de Semana Santa hay gente para llenar las playas, para poner los hoteles al 90 por ciento de ocupación, para no dejar habitación libre en las casas rurales y ocupar todas las plazas de los aviones con destinos nacionales o internacionales, y por otro lado hay también gente para que no quede espacio libre en las ciudades famosas por sus cofradías, como nuestra Sevilla.

Yo a esto lo llamo libertad: que cada cual se tome estos días para lo que quiera, para irse a la playa o a ver cofradías hasta el hartazgo o hasta que se le destrocen los pies de tanto andar en busca de una y de otra. No hace tanto tiempo que en ciudades famosas por su Semana Santa estaba mal visto irse precisamente en estos días de vacaciones a la playa. Era una Semana Santa obligatoriamente religiosa, donde en los cines sólo se proyectaban películas de tema bíblico, donde la radio cambiaba su programación por temas y compositores clásicos de la música litúrgica, se cerraban los teatros y entraba en las capitales de los pasos, los nazarenos, los tambores y las cornetas una como tristeza obligatoria. Las propias cofradías en sí tenían un ambiente mucho más penitencial, como de disciplinantes medievales, de penumbras, y no la alegría que podemos encontrar ahora en cualquier cofradía de barrio. O el carácter serio, que no triste, de las cofradías más estrictamente austeras en la tradición de sus salidas penitenciales.

Ya nadie le impone a nadie una forma obligatoria y única de vivir la Semana Santa. Muchos preferimos el plan antiguo de ver las cofradías como una tradición familiar, las que vieron nuestros abuelos y nuestros padres. Pero no se le pone estigma alguno a quienes cogen carretera y manta para pasar estos días de descanso en la playa, en una casa rural con encanto o en esa ciudad extrajera que querían conocer y vivir y por fin lo van a conseguir.

No se lo digan a nadie, pero esto es también es un bendito logro de la democracia. Ay, si todo el mundo se fuera a la playa, a una Semana no precisamente Santa, lo cómodamente, sin bullas, que íbamos a ver las cofradías los que nos quedamos en nuestra tierra para continuar las tradiciones... Lo mejor de todo, lo más normal, es que ni los que se quedaron en las ciudades para ver las cofradías se acuerdan de los que se fueron a la playa, ni los que están en la tumbona de la piscina echan de menos los pasos y las filas de nazarenos. Normalidad se llama la figura, libertad de elección sin imposiciones. Ojalá las únicas dos Españas que hubiese fuesen las de estos días, la de las vacaciones en la playa y la de las cofradías, en vez de tanto resentido enfrentamiento y tanto poder atacando y manipulando a la oposición.

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