ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  24 de abril  de 2023
                               
 

Cinco estrellas

No sé si hoy mismo a lo mejor, en otra página de este mismo ABC, se anuncia que un edificio del centro, otro, va a ser transformado en hotel. De cinco estrellas, naturalmente. Raro es el día que no sale una noticia así. ¿Cuántos hoteles de cinco estrellas se han hecho y ya funcionan, y cuántos más están en proyecto? Y todos, además, de cinco estrellas. Se ha rebajado el listón, por lo visto, y mientras que antes las cinco estrellas suponían un hotel de gran lujo, del Alfonso XIII para arriba, ahora a cualquiera de medio pelo le conceden esos cinco soles. Las habitaciones no son tan grandes como antes, los salones no tienen aquel empaque, quizá no tienen ni restaurante propio, más que salón de desayunos...de autoservicio, que tú solo te tienes que hacer el café o el té en endiabladas máquinas. Pero ahí están, y todos nos creemos que estas calificaciones de cinco estrellas son como las de antes. Pero de esos hoteles sale un personal chungo que... Mejor será que les cuente lo que me ha dicho un sevillano que vive de nuestra primera industria, del turismo, porque aclara muchas cosas. Me dice:

-- En materia de turismo hemos hecho la casa por el tejado. Antes que abrir tantos hoteles de cinco estrellas, Sevilla debería preocuparse de traer turistas de cinco estrellas, que son los que dejan dinero, en vez de visitantes de mochila y chancleta, que se toman un helado sentados en las gradas de la Catedral, o una paella prefabricada en lo más baratito que encuentran en Mateos Gago. Tenemos un turismo barato que mira mucho las cartas que los restaurantes cuelgan en la calle. Pero no por lo que vayan a poder tomar, sino para mirar los precios. Más que tirar los precios, como se están tirando, Sevilla debía orientar su turismo hacia el verdadero lujo. Menos vuelos "low cost" y preocuparse de que haya esos vuelos directos con Estados Unidos, con Nueva York, Miami o Atlanta. Y esos otros vuelos de las grandes compañías que vengan directamente desde los grandes nudos de comunicaciones aéreas de Europa, como Amsterdam o Frankfurt. Ah, y no vuelos de bajo coste, sino con muchas butacas en primera clase, que son los que traen el turismo caro que nos interesa. Y aquí, en vez de tanta tienda de camisetas sobre la siesta y de imanes para la nevera con una flamenca, preocuparse de que haya una Milla de Oro como en su momento pudo ser la Plaza Nueva, donde estén las tiendas de las grandes firmas internacionales de moda, y no las franquicias que se encuentran repetidas en todas las ciudades. Y nos harían falta grandes restaurantes refinados con estrellas Michelin, en vez de tanto bar con veladores en la calle y menú barato del día. Si nos hubiéramos preocupado por todo eso, vendrían de perla los hoteles de cinco estrellas. Pero ya le digo: necesitamos turistas de cinco estrellas en vez de tanto turista chungo en hotel barato que se ha puesto esas estrellas sin causa justificada. Y obsérvelo en la Feria. Aquellos turistas ingleses o americanos ricos que venían por Feria al Alfonso XIII y que dejaban tanto dinero, ¿dónde están, a pesar de tanto nuevo hotel de cinco estrellas?

 

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