ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  12 de junio  de 2023
                               
 

Ciudad arboricida

Venga, añadamos otro título real y cotidiano a la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Sevilla. Igual que Difícil o Falsa, podríamos añadirle el del de Arboricida Ciudad. En ninguna otra, que yo sepa, se han dado talas de árboles de calles enteras, como ocurrió con Almirante Lobo o al peatonalizar la Avenida, o en San Francisco Javier con las obras de prolongación del tranvía, sin que nadie proteste, colectiva o personalmente. Lo ocurrido con el ficus de San Jacinto no tiene parangón en ninguna otra capital. Con el magnolio de la Catedral ya contamos que estuvo a punto de perecer. ¿Y palmeras? ¿Cuántas palmeras se caen en Sevilla, abatidas por los temporales o de viejas, y nunca más son respuestas? La Avenida de la Palmera florece... en mamotretos de residencias universitarias, que no sé dónde vamos a encontrar tantos estudiantes, pero no en los árboles que le dan nombre. A este paso, hasta habrá que cambiárselo, y dividirla en dos mitades: Palmera de Huevo y Palmera de Chocolate, que son las palmeras que de verdad gustan a los sevillanos. Porque hagan memoria de cuántas se cayeron en la Plaza Nueva y nunca más se repusieron. Picudo rojo aparte, que fue la gran excusa contra las palmeras en la ciudad arboricida.

¿Y los alcorques vacíos? Son los mudos testigos del arboricidio en Sevilla. Siempre hemos entendido que eran 5.000 los alcorques vacíos, sin árboles, que había. Pero ahora, según la plataforma Salvemos Nuestros Árboles resulta que son el doble: 10.000. Que hay que traducir como 10.000 árboles que había, de cuya ausencia queda triste memoria y denuncia en estos alcorques, hormigonados muchos. Y hay algunos todavía con árboles que sobreviven milagrosamente, tapados con cemento en su totalidad, menos por donde asoma el tronco del maltratado árbol. ¿Por qué está manía de sepultar a los árboles sin dejarle tierra en el alcorque donde recibir riego? Ah, sí, ya sé: así no echan basuras y latas vacías de cerveza y de refrescos en los alcorques, tomados como las papeleras que no existen o están atiborradas. Pero cada alcorque vacío es una denuncia contra esta Sevilla que de labia, de poema y de copla habla muy bien de los árboles, pero que después los maltrata y tala. Suelen confundir las podas con las talas. Dejan a los árboles con sus mejores ramas cortadas en horrendos muñones, que dan lástima de lo que han hecho con las pobres. Cuando no el alcorque que permitió el riego de un gran árbol de sombra tiene ahora, como acusador testigo, el tocón de la maravilla que talaron y que ni se han molestado en arrancar.

Dicen que en Sevilla hay 101.303 árboles. Traduzco: 101.303 supervivientes del furor arboricida de la que tenemos a gala de ser ciudad verde pero donde luego se maltrata al arbolado y apenas se replanta, por más que de vez en cuando salga una foto de una autoridad sembrando un árbol, pala en mano. Dicen que en el último mandado municipal se han plantado 6.000 nuevos árboles. ¿Dónde? ¿Y cuánto tardarán, los que agarren, en convertirse en aquellos árboles de sombra que como un toldo natural daban frescor a Sevilla cuando llegaban las calores?

 

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