ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  8 de julio  de 2023
                               
 

Helados en las Gradas

Sigamos con las industrias de Sevilla. El turismo, nuestra principal industria, tiene muchas auxiliares, como puedan ser la venta de tarjetas postales o de imanes para el frigorífico, o de camisetas con frases sobre la siesta y la calor, o de falsos sombreros jipijapa, que no son Panamá legítimos de los que hace Fernández y Roche en su centenaria fábrica de Sevilla, sino de papel, sí, de papel, que vienen de China. En una sociedad sinsombrerista, donde Casa Maquedano es un monumento que sobrevive milagrosamente y hay que conservar como seña de identidad de Sevilla y de Sierpes, el turismo ha promovido el sombrero casi de usar y tirar. Visto sin fijarse en los detalles, da el pego. Fíjense en los tendidos de sol de la plaza de toros, llenos de sombreros. Sombreros que venden en el Paseo Colón y en la calle Adriano, muy baratos. Igual que las almohadillas, que en algunos casos te cuesta menos comprarlas fuera en un puestecillo que alquilar ya dentro de la plaza las de la Cruz Roja de toda la vida.

Y sobre todo hay una industria auxiliar del turismo bien floreciente: las heladerías. Hasta la forma de vender helados ha cambiado en Sevilla con el turismo masificado. Ya no ponen por las calles los quioscos de Frigo Ilsa, donde una muchacha te vendía helados al corte (¡qué antigüedad!) o te despachaba un cucurucho de vainilla, de fresa o de eso tan propio del tutifruti. Han desaparecido los puestos callejeros de helados, que se venden en locales fijos de todo el año, donde hay cola para comprarlos. Ya no son heladeros que llegan desde Ibi para hacer el verano en las playas andaluzas o en las ciudades de mucho calor. Es más: La Ibense que teníamos en Sevilla, en la esquina del antiguo Bar Correos, en la Avenida con la calle Almirantazgo, cerró y ahora está La Campana. Y la heladería que don Ricardo Talens abrió en la Plaza del Salvador con el nombre de "La Alicantina" pronto se convirtió en cervecería y marisquería, de gran solera por cierto, y que vuelve a abrir en estos días con su ensaladilla, tras haber pasado por varias manos tras la muerte del recordado Manolo Postigo, el único sevillano que nació en la enfermería de la plaza de toros.

Aunque cerradas las de sus orígenes, como Fillol en la Avenida y en Sierpes, o La Florentina de la calle Zaragoza, las heladerías se extienden por locales de toda Sevilla, ofreciendo sabores antes increíbles, ¡hasta a torrijas! A la cabeza de todas, Rayas, con sus dos locales en San Pedro y en San Pablo: eso se llama apostolado de la heladería. Pero la más curiosa quizá sea la de la Avenida junto a La Canasta, frente a la iglesia del Sagrario, que en la ciudad de los veladores tiene los más ilustres y monumentales: las gradas de la Catedral. Es curioso ver entre la Punta del Diamante y la puerta del Sagrario una multitud de turistas y locales tomándose un helado sentados en las Gradas de la Catedral, como quien está esperando una cofradía. Lástima que no hubiera conocido esta heladería Andrea Navagero, que le hubiera añadido algo de vainilla, de fresa o de estrachatela a su famosa frase: "A este lugar acuden a pasearse todo el día muchos hidalgos y mercaderes, y es el sitio más bello de Sevilla, al que llaman las Gradas».

 

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