ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  20 de octubre  de 2023
                               
 

La Sevilla del Llorens

Símbolo de muchas cosas y muchos cambios de mentalidad y de costumbres, hasta de un modelo de ciudad, se ha desprendido en Sierpes, frente a Rivero, el letrero de "Salón de Juegos" del cerrado local que ocupó durante los últimos años parte de lo que había sido el esplendor modernista y regionalista del Cine Llorens. Junto al Imperial, el Llorens fue el último de los cines que resistieron en un centro refinado y elegante, en una calle Sierpes donde abundaban las librerías, las joyerías, las tiendas elegantes, donde aún aguantan los temporales económ icos las heroicas Casa Maquedano o El Cronómetro.

El Llorens cerró hace muchos años. En 1982. La parte de la que se ha desprendido el letrero de la sala de tragaperras en que se había convertido y degradado local tan elegante no era la entrada principal, sino la taquilla y subida al piso superior. La entrada principal estaba por la calle Rioja. Fue obra señaladísima de una reforma que hizo entre 1913 y 1915 a un local anterior el arquitecto José Espiau y Muñoz; sí, el autor del Hotel Alfonso XIII. Espiau recibió el encargo de remodelar este espacio del empresario Vicente Llorens, un olvidado y desconocido emprendedor sevillano, para adaptarlo a su nuevo uso como cinematógrafo, la gran novedad de la época en materia de espectáculos. Espiau respetó el exterior decimonó nico del edificio, dotando al interior de un lujo neomudéjar espectacular. Columnas de mármol, paños de azulejos, yeserías y una gran cubierta que simulaba, por medio de un trampantojo, un artesonado de madera. El Llorens fue el máximo de la modernidad de la época. Fue en primer lugar un teatro que simultaneaba con la proyección de películas mudas. Ya durante los años 20, personajes como Unamuno, Ortega o Zamacois llegaron a pronunciar discursos sobre un escenario cada vez más prestigioso, que vio entre otros artistas de la época cantar a Raquel Meyer. Y en el marco de la música clásica, Arthur Rubinstein tocó en el piano del Llorens, mientras que Manuel de Falla presentó allí su recién creada Orquesta Bética de Cáma ra dirigida por Ernesto Halfter.

Vicente Llorens era propietario de cines de verano, al igual que del Teatro Cervantes y del derribado San Fernando. Su afán emprendedor e innovador hizo que en 1930 se proyectara en su cine selectísimo de Sierpes la primera película sonora en Sevilla: "Sombras Blancas", de la Metro Goldwyn Meyer, con Raquel Torres y Montes Blue, siguiéndole en el cartel posterirmente otras cintas sonoras como "El Arca de Noé", "Trafalgar" y "Orquídeas salvajes".

Ir al cine los domingos era una costumbre sevillana que tenía como escenarios el Coliseo España, el Palacio Central, el Imperial, el Pathé. Tanta era la tradición burguesa, que los domingos por la mañana, después de misa, había que ir al cine a sacar las entradas para por la tarde. Una Sevilla no tan en blanco y negro, nefasta y triste como suelen pintar, sino muy abierta a todo lo nuevo, en lo que el Llorens fue vanguardia. Por eso la caída de ese letrero en la calle Sierpes en los lamentables restos abandonados del Llorens tiene mucho de simbólico de una Sevilla que se fue. Así cayó Ní nive. Así cayó aquella ciudad que era lo que entendíamos y muchos siguen entendiendo por Sevilla.

 

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