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Antonio Burgos: "Rafael Montesinos, eterno niño de Domingo de Ramos"
Algunos poemas de
Montesinos
Este poema forma parte del libro "Madrugada de Dios", que incluye una antología de poemas de Rafael Montesinos sobre la Semana Santa. Los poemas incluidos son los siguientes:
La cera ardida
AntologÍa de una pasión.
1. Canción de la Puerta de Triana.
2. Callejón de los Pobres.
3. Por la calle Rioja.
4. Romancillo de la Esperanza de Triana.
5. Calle de las Sierpes.
6. Balada de la Dama de Negro.
7. El Rito y la Regla (Viernes del 82).
8. Madrugada del Destierro.
9. Virgen y Jardín.
10. A una Virgen Sevillana.
11. Sine Labe Concepta.
Por deferencia del editor señor Sánchez Quirís, incluimos a continuación el texto "La cera ardida", con el que Rafael Montesinos prologa este libro donde se reunen sus poemas dedicados a la Semana Santa de Sevilla:
LA CERA ARDIDA Me arrancaron a los veinte años de mi ciudad y tengo dos Sevillas: la de mi deslumbrada infancia y la de mi juventud enamorada. Las dos edades --o las dos pasiones-- se complementaron de tal modo que, sin transición alguna, a mis quince años, anulando la inminente adolescencia, pasé de la niñez a la juventud. Así, todos mis despertares fueron sevillanos. Y volviendo a mi ciudad (qué más quisiera yo), diré que nunca me interesó la externa, la que se disfraza de alegría a plazo fijo, la del manoseado tópico que echa los brazos al aire. La Semana Santa sevillana es el momento más alto de nuestra ciudad (y con mucha diferencia sobre otros acontecimientos más o menos auténticos). Yo la evoco siempre con el deslumbramiento de la infancia, los primeros logros del amor y con grandes ganas de vivir. Así lo hice siempre en mi fugaz adolescencia. No olvidemos que este acontecimiento único de Sevilla se da en plena primavera: el momento más sensible de nuestra personalísima tierra. No se escandalice nadie. Santa Teresa, con aquella gracia suya (que era gracia de Dios), afirmaba que en Sevilla el Demonio tienta con más manos. Pero ya que hablamos de la Semana de Pasión, aunque verdaderamente ésta se adelante siete días a la Semana Santa, admitamos que la primavera de Sevilla es breve, como afirmaba mi inolvidable amigo Joaquín Romero Murube en el mejor pregón de Semana Santa que jamás se haya dado en nuestra ciudad. Sentado en una silla de la calle Sierpes, desde muy niño, el sevillano observa su Semana Santa. Cuando, por la edad, le llega el momento de vestir la túnica no hay que decirle qué ha de hacer o cómo ha de comportarse. Sevilla lo tiene todo previsto; hasta esa oculta melancolía que nos invade de pronto, cuando el rostro de la ciudad única está más alegre. "En Sevilla --escribí en cierta ocasión-- hay una clara preferencia por la Virgen. La liturgia sevillana de las cofradías le otorga el más alto de los honores, el que sólo se le concede al Santísimo: ponerla bajo palio." Esto lo comprendí del todo cuando me sacaron de mi ciudad y comencé a ver Vírgenes a la intemperie. Sí; son imágenes a las que, como Vírgenes que son, hay que respetar. Pero... pobrecitas mías. Fue en la primavera de 1947 --ya ausente de la ciudad-- cuando escribí aquello de Sevillana concebida sin pecado original, título que muchos años después reconoció cierta prensa sevillana, al reproducirlo anónimamente en la portada de su diario. Cuando la fe del sevillano titubea, la Virgen es su única abogada: advocata nostra. No hay otra tabla de salvación, os lo aseguro. Para el sevillano, no. Estos poemas proceden de distintas épocas de mi vida, y en su momento me ilusionó crearlos. Quizá, los más dolorosos sean aquellos tres poemas que proceden de mi libro De la niebla y sus nombres, escritos en la década de los ochenta y en la soledad de mi estudio madrileño. Poemas dolorosos –tortura de la forzada separación–, pero derivados del más alto de los gozos: el que produce la creación poética. En realidad, todos los poemas están escritos desde la lejanía y tienen un trasfondo nostálgico, incluso el "alegre" Romancillo de la Esperanza de Triana, el más antiguo de todos, pues data de la primavera de 1945 (dentro de nada, a mediados del siglo pasado). Lo escribí el Miércoles Santo. Tenía a mis espaldas el rumor de la Gran Vía madrileña, y lo compuse de memoria, como todos los poemas míos. Era peligroso que me sorprendieran escribiendo versos, en lugar de números. De ahí que toda mi primera poesía tuviese que apoyarse en la rima. El ritmo solo no bastaba. Durante mi larguísima ausencia, he tenido que soportar mucha Semana Santa del destierro, algo que no le deseo a ningún sevillano cabal. Pero las circunstancias así me lo impusieron. De cualquier modo, estos poemas son como gotas de cera ardida que me vuelven a quemar al caer de nuevo en la memoria.
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Esta obra lleva en su contraportada un breve texto nuestro, en homenaje a Rafael
Montesinos, el poeta que prologó "Palabra en el vacío", nuestro primer libro
de versos...
Nazareno de la cofradía de
la nostalgia de las cosas perdidas y halladas en el Callejón de los Pobres, una
madrugada, mientras estaba saliendo el crujido del Calvario. Hermano de luz de ese perenne
Domingo de Ramos de la ciudad de su infancia: "nazareno, una hebilla menos",
písala, pisa la cabeza de la serpiente en el cuadro de la Inmaculada, sevillana
concebida sin pecado original. Capirotero de la Virgen del Valle que esconde orgulloso
su papeleta de sitio en el pupitre de Villasís, mientras la primavera llega gloriosa a
los naranjos del patio. Viene la cruz de guía de la Esperanza de Triana, y vienen los
clarines de la Caballería por las sillas de la calle Sierpes, antes que el tiempo muera
en nuestros brazos. porque el padre sigue saliendo del patio de la casa que difumina la
niebla de la madrugada del destierro, por el camino más corto hasta el último cuerpo de
campanas. Siempre hay un fondo de candelería de paso de palio, de novia primera en la
bulla, de nazareno de barrio, en los versos de Rafael Montesinos. Os digo mi verdad sin
ninguna otra clase de dudas: "El rito y la regla" es el mejor poema que nunca se
haya escrito sobre la vida que hay en la Semana Santa de la ciudad. Leyéndolo, todos
salimos con el alma medio rota y medio muerta, en el amanecer de niebla lejana e
irreparable de esta Madrugada de Dios. Antonio Burgos |
Los lectores interesados pueden solicitar el libro a:
Juan Miguel Sánchez Quirós [email protected]
Mundo Cofrade - Sevilla
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