Rafael Montesinos: "El rito y la regla"
Algunos poemas de Montesinos
Siempre hemos mantenido
que en este ritual, luminoso, antiguo, abierto Domingo de Ramos empieza la nostalgia. Con
la fiesta, terminaron las vísperas, y ya todo empezará a ser "hasta el año que
viene". Ya no pasará hasta el año que viene la del Porvenir por el Parque ni La
Estrella por el puente. Ya, hasta el año que viene, no volveremos a ver el primer
nazareno. Por eso siempre ha pensado que la vida de Rafael Montesinos ha sido un largo
Domingo de Ramos. Un Domingo de Ramos que dura ya, gracias a Dios, setenta y nueve años,
y ese mismo Señor de Sevilla quiera que dure muchos años más. Rafael Montesinos ha
vivido siempre instalado en el abono de la carrera oficial de la nostalgia. La nostalgia
en el tiempo, la nostalgia en el espacio.
La nostalgia en el tiempo, que
empezó a vivir desde muchacho. Rafael Montesinos tiene nostalgia de la niñez desde el
mismo día que la perdió, desde el mismo día que se enamoró de una niña sevillana y la
amó junto a un tapiz clásico con Dante y Beatriz. Su insuperable prosario de "Los
años irreparables" es nostalgia a pie de obra, a pie de infancia perdida, y hallada
al tercer día entre los doctores del templo de la melancolía becqueriana, en el que
Montesinos oficia de sumo sacerdote. Y la nostalgia en el espacio, que se llama Sevilla.
Rafael Montesinos se nos aparece como un eterno niño al que Herodes, no el del barco de
La Amargura, sino el malo de verdad, el de los castillos de corcho de los nacimientos de
la Venera, hubiera ejecutado en la matanza de los inocentes, cortándole la cabeza del Rey
Don Pedro, la cabeza del Giraldillo, la cabeza del Adriano de Itálica, la cabeza de los
Hércules de la Alameda. De los cuatro días que ha vivido Rafael Montesinos en su largo
Domingo de Ramos de la nostalgia, tres no fueron sevillanos. Por eso Rafael Montesinos
siempre está volviendo a su Sevilla de calle Santa Clara, de barrio de San Lorenzo, de
colegio de Villasís, de jardines del Puente de Triana. Otros cogen el AVE como antes
cogían el exprés. Rafael Montesinos tomó siempre el camino más corto para regresar a
Sevilla, como un nazareno al final de la estación de penitencia de las cosas perdidas: el
camino de la evocación literaria. Evocada por Rafael Montesinos, hay siempre como una
purificación de Sevilla. En la distancia del tiempo y del espacio, se queda con lo mejor
de su ciudad amada. A Rafael Montesinos la novia antigua que es Sevilla nunca se le pone
mayor, ni pierde belleza. Siempre lo veo paseando por la Puerta de las Campanillas que no
era la Puerta de las Campanillas donde lo conocimos cuando nos escribió el memorable
prólogo de "Palabra en el vacío" (lo mejor de aquel libro), sino que era a la
puerta que lleva a otros días, a otras calles, a otra ciudad.
El nombre de Rafael Montesinos
está ya en unos jardines que hizo perdurables en su nostalgia: los breves jardines del
Paseo Colón junto al Puente de Triana, junto a la casa de Reyes Católicos donde vivió.
El nombre de Rafael Montesinos esta ya en su verdadera casa de la calle Santa Clara. La
Fundación Machado acaba de reconocer su obra con el premio Demófilo como el poeta que
mayor fidelidad ha guardado en su obra a los asuntos de la Semana Santa. Es el eterno
Domingo de Ramos de Rafael Montesinos. Siempre me inquietó la cara de niño que
conservaba Rafael Montesinos. Aunque cargado por el peso de los años, sigue conservando
esa cara de niño de Villasís que mira a los naranjos del patio mientras don Francisco
Sánchez Castañer explica su clase de literatura. La literatura está siempre en la
contemplación de los naranjos de Sevilla, en la clase de literatura de Villasís o en las
clases de literatura que Montesinos nos ha dado en su obra. Ya sé por qué Montesinos
tiene esa cara de niño. Porque siempre ha vivido en la nostalgia del Domingo de Ramos. El
que empezó aquel año del "Romancillo de la Esperanza de Triana", el de la
"Madrugada del Destierro", el de "El Rito y la Regla", no sé. Rafael
Montesinos es el eterno niño que le está pidiendo cera a Sevilla, en una silla de la
calle Sierpes por la que viene el sonido de los clarines de la Caballería.
-----------Puntas del Diamante-------
UN ACIERTO DE AMOR.- Luis
Cernuda llama "error de amor" el de José María Izquierdo, al permanecer en
Sevilla. El de Rafael Montesinos fue, entonces, un "acierto de amor" al irse a
Madrid. ¿Qué hubiera sido de José María Izquierdo en Madrid?, llegamos a pensar
leyendo a Cernuda. ¿Y qué hubiera sido de Rafael Montesinos si se queda en Sevilla? No
me imagino a Rafael Montesinos de "poeta local". Se le hubiera quedado chico el
término municipal de Sevilla. Por eso fue una fortuna la ruina económica del padre del
poeta. Rafael Montesinos fue a Madrid porque su padre se arruinó en los negocios. Irse a
Madrid con la ruina en la maleta era en aquella época, recién terminada la guerra, algo
normal en quienes por dignidad no querían pasear su barquinazo por Sevilla. Pienso que
Rafael Montesinos existe literariamente gracias a que su padre se arruinó. Si no llega a
irse, adiós, nostalgia, adiós... (Por cierto, que en la guerra, Rafael Montesinos fue
uno de los más jóvenes requetés voluntarios en el Tercio Virgen de los Reyes. Aunque
nunca presumió de ella, ganó la Medalla Militar Colectiva por las acciones de Sierra
Tejonera en el frente de Peñarroya, casi al final de la guerra.)
TARAZONA.- El nombre del
poeta está en dos lugares queridos de Sevilla, en la Puerta de Triana, en la calle Santa
Clara. también debería estar en esa urbanización que vemos a la derecha de la
carretera, yendo hacia Carmona, donde una flecha señala unas casas adosadas que son el
recuerdo del campo de Montesinos: "Tarazona". Tarazona, al lado de Tarazonilla,
era la finca del padre de Montesinos. Allí el poeta vio a aquellas aceituneras de sus
versos inmejorables. Al pie de un olivo de "Tarazona", olivo de Minerva Bética
debería ser escrito el nombre de Montesinos. Aunque al lado hubiera un adosado, una
piscina. Y una barbacoa.
LAUS BAETICAE.- Andaluz
como pocos, hondo, serio. Su Tertulia Hispanoamericana del Instituto de Cultura Hispánica
fue muchos martes, lustros de martes, una activa ventana abierta a la poesía andaluza,
cuando otros la negaban. Cuando nadie hablaba de Andalucía, Montesinos hasta tenía
nostalgias de ella. El colofón de sus libros de versos lo demuestra. Es tan andaluz de la
Bética, del olivo de Tarazona, que su "Viva Andalucía Libre" lo pone en latín
de Villasís: "Laus Baeticae".
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INFANZON "LA ESE 30"