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El revisor del Ave

"Lo que sucedió con el revisor del Ave es lo que cuento
como homenaje al sentido del humor de Muñoz Cariñanos
que no conocerá, ay, esta anécdota de su muerte"

En la iglesia de la Virgen de Loreto de la Base Aérea de Tablada, su bandera de España cubría el cuerpo sin vida del coronel Antonio Muñoz Cariñanos, mi amigo, el amigo de casi todos los sevillanos, de las cantantes, de los flamencos. Los asesinos habían elegido bien su objetivo. Porque en la capilla ardiente de Cariñanos se veía que su muerte la habían sentido, y cómo, desde la Duquesa de Alba a los gitanitos de Omaíta Vende Cá. Sí que habían apuntado bien: un militar de amplio espectro que era como una continua Jornada de Puertas Abiertas para acercar el espíritu de las Fuerzas Armadas a toda la sociedad, que era la que estaba allí en Tablada llorando a nuestro Antonio de su bodeguilla del chalé de Gines, a nuestro Antonio de Raphael venido expresamente para ir a su consulta, a nuestro Antonio de las operaciones de garganta sin cobrar un duro a los hijos de todos los gitanitos guardacoches de Sevilla.

Ya Federico Trillo había impuesto la Cruz del Mérito Aeronáutico sobre el ataúd con su querida bandera de España y su orgullosa gorra de coronel médico, y fue entonces cuando los amigos comenzamos a acercarnos a los bancos donde estaba la familia, para decirles las cosas que en estos casos sólo callando se pueden expresar. Y fue entonces cuando el hijo de Antonio, que le dará pronto el nieto que el coronel, ay, no conocerá, me dijo:

-A ver si escribes algo fino...

No encuentro nada más fino que escribir en homenaje a tu padre que contar en su honor una anécdota que ya no pudo oír ni reírse con ella, con aquel su gran sentido del humor con el que hasta hacía chistes sobre su propia situación de amenazado por la ETA:

-Pues con el cabezón que tengo, estos tíos, sin salir del País Vasco, me apuntan y me dan...

Tuvieron que salir y que llegar hasta las puertas abiertas del corazón abierto de su consulta. El crimen fue en Sevilla, como el de Luis Portero fue en Granada. Y a Sevilla se quisieron venir urgentemente dos diputados del PP que eran sus amigos. Se enteraron de la terrible noticia en el Hotel Meliá Castilla, donde asistían con sus compañeros de grupo parlamentario a un desfile de ministros en fila de a uno, que les iban explicando los presupuestos para cada Departamento. Cuando se enteraron que Cariñanos había sido asesinado, corrieron los dos diputados hacia la estación de Atocha para coger el Ave. Faltaban escasísimos minutos para las 9 de la noche. No les daba tiempo de sacar el billete que no llevaban. En el control avisaron al jefe de tren o como se llame ahora el revisor de toda la vida, mostraron sus carnés de diputados a Cortes y le dijeron:

-Han asesinado a nuestro amigo Cariñanos y queremos llegar cuanto antes a Sevilla. No tenemos billete.

Sin mayor inconveniente los dejó subir el coordinador, o supervisor, o como quiera que le hayan puesto de mote al revisor de toda la vida. Y cerca de Puertollano iban ya cuando, viendo que no llegaba para cobrarles el billete y puede que hasta aquella multa antigua que ponían los revisores de antaño a los simpapeles ferroviarios, acudieron en su busca por otros vagones, para darle las gracias y saldar la deuda con Renfe.

Lo que sucedió con el revisor del Ave es lo que viene ahora, y que cuento como homenaje al sentido del humor de Muñoz Cariñanos que no conocerá, ay, esta anécdota de su muerte. Porque fue que llegó el revisor, sacó sus papeles a petición de parte de los diputados y se quedó pensativo, antes de ponerse a rellenarlos:

-Vamos a ver, este billete, ¿lo pagan ustedes de su bolsillo o lo abonan con los bonos de diputados?

-No, le damos a usted los bonos de viajes del Congreso...

-Pues entonces -replicó el revisor-, ¿saben ustedes lo que vamos a hacer?

-¿Qué?

-Nada...

-¿Cómo que nada?

-Nada, que sigan ustedes sentados ahí y no le digan nada a nadie. Si pagaran ustedes de su bolsillo sí que les cobraba. Pero, total, si me dan esos bonos, al final acabará pagando la misma caja, porque la Renfe y el Congreso son al fin y al cabo la misma caja. ¿Y para qué vamos a tener por ahí tantos papeles dando vueltas para que los acabe pagando la misma caja que los tiene que cobrar?

Ole, hubiera dicho Cariñanos al oír la historia que en su honor cuento. Y con su sentido del humor, hasta habría sacado civil enseñanza del revisor del Ave. Si en España hubiera por lo menos doscientos o trescientos... mil funcionarios como el revisor del Ave, no sabemos la cantidad de papeleo innecesario que nos ahorraríamos. ¿Cuánto le ahorraron a la Renfe en papeleo el revisor del Ave y los dos diputados del PP? Un dinero muy curioso en burocracia de papeles dando vueltas para acabar en la misma caja. Como que yo ponía en cada una de las 17 autonomías como interventor general a un funcionario como el perogrullesco pero genial revisor del Ave.


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