Alegatos de los Gatos
Relatos con retratos de los gatos literatos
Un libro de Antonio Burgos  
Segunda parte de "Gatos sin Fronteras"
               

Madrid, 2003  Precio: 19,00 € / 3.161 ptas. Páginas: 336 ISBN: 849734135X Formato: 14x21 cms. Cubierta: Cartoné Número de páginas: 333. ISBN: 849734135X Editado por La Esfera de los Libros, S.L Avenida de Alfonso XIII 1, bajos. 28002 Madrid - Teléfono: +34 -912 960 200. Fax: +34- 912 960 206. e-mail: laesfera@esferalibros.com
   Madrid, 2004 Precio:20,00 € / 3.328 ptas. Número de páginas:392 ISBN:8497342291 EAN:9788487342292 Fecha publicación : 10/11/2004 Colección:Fuera de colección Formato:14x21 Cubierta: Cartoné Editado por La Esfera de los Libros, S.L
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SINOPSIS:
En Gatos sin Fronteras, su protagonista, Remo, el gato que adoptó a Antonio Burgos, pidió a todos sus congéneres literatos del mundo que le escribieran contándole sus verdaderas historias, porque está hasta los bigotes de que los humanos hablen de ellos como si lo supieran todo, cuando está claro que los que verdaderamente saben de gatos son los gatos.

Gracias a su petición, los gatófilos han salido del armario y han transcrito todo lo que sus litergatos hacen, maúllan y piensan, sin censuras. El resultado son estos alegatos repletos de vidas y aventuras gatunas en los que podremos leer la biografía autorizada de Benito el Negro; conocer a Afrrrael, sibarita y filósofo, a la estudiosa Miss Cifú, o a Marit y Laika, grandes amigas y compañeras de piso; descubrir cuáles son los gustos televisivos de Rayado o las habilidades de Antoñín Abrepuertas y Curro, campeón en el noble deporte de beber del grifo; enterarnos de que algunos, como Gurki, Muski y China Ghost, saben de leyes; reírnos con Arima, que odia que su mascota humana hable por teléfono o se vaya de viaje; o emocionarnos con la tristeza de Truchi, que llora con lágrimas de verdad la trágica pérdida de su gran amiga Angélica, ocurrida el 11-M… Y, por fin, enterarnos de que no hay dos gatos iguales y que siempre… ¡el nuestro es el mejor!
               
Angélica González murión en la matanza del 11-M. Su gata «Truchi» no la olvida
Angélica González murió en la matanza del 11-M. Su gata «Truchi» no la olvida

Capítulos de "Los gatos tristes del 11-M"

    

ANTONIO BURGOS

Los gatófilos han salido del armario y han transcrito todo lo que sus litergatos hacen, maúllan y piensan. Son Relatos verídicos, que Antonio Burgos ha hilvanado para que conozcamos las andanzas de Benito el Negro, las ideas de Afrrael o la pena de Truchi, que perdió el 11-M a su amiga Angélica. Esta semana aparece «Alegatos de los gatos», del que ofrecemos un avance. (Tomado de ABC, 7/11/2004)

    

Estos señores gatos cuya compañía nos hace mejores a los hombres nunca dejan de darnos supremas lecciones de cariño y lealtad. Si son capaces de sufrimiento, deben de tener algún tipo de alma. Así me lo han demostrado muchas veces y así volví a comprobarlo con Rómulo. En los terribles días de la matanza del 11 de marzo de 2004 en Madrid, cuando la televisión desgranaba las noticias del abyecto asesinato colectivo, vi que mis gatos, comúnmente contentos, encantados de pegarse la gran vida, estaban muy tristes.

«Tres tristes tigres», no: tres tristes gatos que retitulaban la novela del gatófilo Guillermo Cabrera Infante. Los animales de compañía nos aventajan tanto con su sexto sentido que perciben cuando algo raro ocurre. No sólo los gatos presagian las tormentas y los perros adivinan nuestro estado de ánimo, sino que advierten las situaciones extrañas. Así mis gatos en los terribles días de la sangre inocente y la muerte incomprensible de Atocha.

De los tres, Rómulo, era el más apenado y triste, siendo normalmente el más comunicativo, cariñoso, saltarín, travieso, entrometido y sinvergonzón. Estaba la televisión aún dando noticias espantosas de las explosiones asesinas cuando Romulito, Romulino, gato divino, de pronto, desapareció. No se encontraba por toda la casa. Lo buscamos por todos sitios. (...) En ningún sitio estaba.
Hasta que por fin lo hallamos debajo de nuestra cama, pero en el lugar más recóndito. No lo pudimos sacar ni ofreciéndole sus más ansiados caramelos de salmón. (...)

Igual que en aquellas amargas horas los humanos se transmitían noticias por sus teléfonos móviles, como los mágicos gatos tienen sus propios sistemas de comunicación, estoy seguro de que se enviaron mensajes cortos SMS por su telepatía especial y misteriosa. (...) Lo de Romulito era por Truchi.

Truchi es una cariñosa y hermosa gata siamesa de seis años, que vivía en Alcalá de Henares, en casa de una muchacha de diecinueve, estudiante de Filología Inglesa en la Universidad Complutense de Madrid: Angélica González García. Truchi era la alegría de Angélica. Las he visto a las dos en una foto de la Nochebuena de 2003: Angélica le ha puesto una corbata a la gata para la fiesta y está allí Truchi, feliz y sumisa a pesar de la fama de los siameses.

Truchi acompañaba a Angélica en su cuarto mientras estudiaba. Truchi estaba haciendo con ella toda la carrera de Filología Inglesa, como tantas gatas que, de estudiar con sus dueñas, terminan licenciándose en Biología, en Económicas o en Ciencias de la Información y hasta hacen luego un MBA. 

Truchi iba tras Angélica por toda la casa, como un perrito. Dejaba que le acariciara la barrigota. Dormía en su cama, acurrucadas las dos. Cada mañana, antes de salir hacia la Facultad, Truchi se acercaba a Angélica para que le diera un beso de despedida. Aquella mañana fue para Truchi una mañana repetida, una forma de felicidad. Había dormido con su cara pegada a la de Angélica, compartiendo almohada. Antes de salir de la cama, la muchacha, como cada mañana, ofreció a la gata su primera voz, el primer mimo:

-¡Ay, mi gatita preciosa!

(...) Aquel tren que aquella mañana como todas había tomado Angélica fue el que los asesinos de Al Qaeda hicieron estallar en la estación de Santa Engracia. (...) Truchi seguro que lo supo al instante. (...)
 
2. Truchi llora por Angélica

Poco después de aquellos tristes días tuve el honor de hablar por teléfono con Florentina García Zapata, la madre de Angélica González. Me contó que Truchi es el diminutivo de Truchada, que tal es el nombre completo de la gata que aún busca a su dueña en una casa de Alcalá de Henares, donde ahora vive junto a su ausencia, con su esposo Ángel y con Abraham, su otro hijo, de dieciocho años, que no sólo perdió a su hermana, sino a su mejor amiga. Y me envió Florentina, firmada por ella, por Ángel y por Abraham, la historia completa de cuanto en resumen le había contado Truchi a Romulito por el secreto teletipo de la magia que tienen los gatos o por el mágico sistema de intercambio de mensajes de breves de texto que usan. (...)

«El sábado 17 de abril de 2003 se cumple el sexto año que una maravillosa gata se digna compartir la vida con nosotros y proporcionarnos momentos intensos de ternura y cariño. Siempre hemos celebrado su "cumpleaños" con una tarta y sus correspondientes velitas. Ninguno de los cinco años anteriores ha faltado en la foto de la celebración Angélica y Abraham, abrazando a Truchi, para inmortalizar el momento. Pero este año (...) no sabemos si tendremos pulso para encender las seis velas.

Quiero decirle que nos emocionó mucho su intención de incluir en su próximo libro el nombre de nuestra hija y su gatita. Eso sería para nosotros y para ella, que todo lo ve desde el Cielo, el regalo más importante y valioso jamás recibido. Nosotros tenemos todas las habitaciones llenas de libros (libros que se leen) y consideramos que un libro es una joya que se transmite de generación en generación durante siglos. Por lo tanto, sólo pensar que el nombre de nuestra hija quede inmortalizado por usted en una obra sobre lo que más le gustaba en el mundo, los gatos, sería el mayor honor y el mejor consuelo recibidos.

Cuando salió su libro a la venta nos apresuramos a comprarlo. Y se lo digo con total sinceridad y sin ánimo de peloteo, que es uno de los libros que más nos han gustado a Angélica y a mí, el que nos ha proporcionado momentos inolvidables de gozo y sonrisa constante. En casa somos todos fanáticos de los gatos y leemos todo lo que encontramos sobre ellos y sobre otros animales. Pero "Gatos sin Fronteras" fue la cumbre porque veía reflejadas (...) vivencias de nuestra gata.

Angélica estaba esperando a tener vacaciones (...) para escribirle contándole cosas de su gatita. (...) Otra cosa que Angélica también quería contarle sobre Truchi era su amplio repertorio expresivo-comunicativo. (...) Era enternecedor escuchar las parrafadas de ambas:

-¿Y mi gatita linda? ¿Quién es la más guapa y la más bonita? -preguntaba Angélica con su voz alegre y cantarina. Y Truchi contestaba con una serie de sonidos, unos más largos que otros, melosos, alegres, felices. Parecía una conversación entre las dos. Angélica volvía a dedicarle piropos y la gatita volvía a contestar al tiempo que daba una voltereta rápida para ofrecerle su barriguita.

Desde el 11 de marzo de 2004 a las 7.05 horas, última vez que Angélica salió de casa ilusionada como cada día para coger el tren de las 7.19 horas que le llevaría a la universidad y no regresó más, no hemos vuelto a oír esos sonidos de Truchi.

Aquella alegría se ha transformado en unos enormes lagrimones que la gata derrama cuando me ve a mí llorar, al tiempo que mira hacia la puerta de la calle y luego hacia el dormitorio de Angélica. Créame, que es verdad lo de las lágrimas y no por conjuntivitis. Yolanda, su veterinaria, me ha dicho que ella ha visto otros animales llorar (sobre todo perros). Está controlando su salud y no es descartable tener que aplicarle algún tratamiento a pesar de que estamos muy pendientes de ella y seguimos el consejo de Yolanda: hablar con ella como uno más de la familia y explicarle que Angélica está con nosotros aunque no la veamos y que desde el Cielo nos ama y nos cuida. Pues aunque usted me pueda tomar por una chiflada, le aseguro que nos están ayudando estas conversaciones a todos, incluida Truchi, y estamos llevando este dolor tan inmenso con bastante dignidad y entereza. (...) Los primeros días de la ausencia de Angélica era desgarrador oír sus lamentos de persona. No decía "¡miau!", sino que emitía el mismo sonido que nos sale a los humanos cuando nos duele el alma y no tenemos aliento para articular palabra: algo parecido a "¡ah!, ¡ah!" Otras veces se pone pegada a la puerta de entrada y lanza unos maullidos desgarradores, como pidiendo explicaciones a alguien por la ausencia.

(...)Ahora nos queda cumplir el último deseo de Angélica: adoptar un gatito negro cuyo nombre será Pelito. El nombre es por lo que implica de suave y el color porque ella consideraba que los gatitos negros eran más desafortunados porque la gente supersticiosa no los quería. Y ella era tan bondadosa que sufría si algún amigo tenía problemas porque no tenía la fortuna de ella al tener una vida tan feliz con una familia tan perfecta como ella decía. También sufría cuando veía animales abandonados o maltratados como la pobre galga que encontramos tirada en un solar cercano a casa el 1 de enero de 2004. (...) Le pido perdón por el tiempo que quizá le estoy haciendo perder con la historia de mi hija y su gata. Le ruego que transmita nuestro cariño a Isabel (de quien decía Angélica que debía ser muy guapa y muy buena persona por el hecho de recoger gatitos desvalidos) y también a su conserje Antonio, al que usted nombra en su libro. Y usted, reciba todo nuestro cariño y gratitud. Angélica que sólo puede estar en el Cielo porque siempre ha sido un Ángel, le estará enviando su mejor sonrisa y cariño.

Y Truchi envía su gratitud a sus gatos Remo, Rómulo y Adriano. Abraham González, Ángel González y Florentina García.»

3. La gata perdida y hallada por Angélica

Junto con su emocionante escrito, Florentina me mandó la fotografía de Angélica con Truchi. Esa misma fotografía, impresa por medio de su ordenador, encabezaba otro relato que también me enviaba Florentina. El de su hijo Abraham, el hermano de la «mamá» de la ahora huérfana Truchi:

«En el calendario de Angélica, un dibujo y unas palabras recuerdan que el 17 de abril Truchi cumple seis años. El dibujo es un boceto de la Truchi, y las palabras, además de Truchi y su edad, son "¡Hambre!" y "Miau!". Todo ello en color rojo, el color que en el calendario significaba que la persona (o gata) era muy especial para ella. La historia entre Truchi y Angélica comenzó casi seis años antes del fatídico 11-M.

Ella hacía su último año en el colegio cuando un día llegamos a casa y nuestra madre (Mus, como ella la llamaba), que andaba ya hace tiempo tras un gato, nos comentó que había llamado a una tienda de animales y le dijeron que quedaban dos gatas siamesas. Esa misma tarde nos fuimos a comprar a Truchi. Cuando llegamos a la tienda estaban ella y su hermanita (aunque en total eran siete gatitos, sólo quedaban dos). Mi madre escogió a Truchi porque estaba jugando con una mosca, y Angélica y yo estuvimos de acuerdo, si bien nos dio mucha pena dejar a su hermanita sola.

(...) En cuanto a su Truchi, el amor mutuo que se tenían había alcanzado extremos inimaginables cuando la gatita vino a casa. Siempre que Angélica se levantaba o venía de la calle, o simplemente se encontraban por la casa, respondía Truchi con enérgicos maullidos. Tenía para con Angélica un maullido especial, mezcla de alegría y sorpresa, que no hemos vuelto a oír desde el nefasto día. Yo siempre pensé que Angélica siempre tuvo la suerte de llevarse los mejores maullidos, al menos los más efusivos y briosos. Y Angélica respondía con una onomatopeya o piropo hacia Truchi, y ésta volvía a responder, y luego Angélica, y así se completaba una conversación entre ambas durante unos segundos como para saludarse y preguntarse si todo iba bien. (...) Últimamente, a Truchi se le había antojado quedarse después de cenar y parte de la noche en la habitación de Angélica y las siestas que empezaban en la mecedora o en la silla de estudio acababan frecuentemente en un largo sueño en la cama de Angélica, bien a sus pies, bien en la almohada, al lado de su cabeza y ronroneando. Luego por la mañana, cuando se levantaba a desayunar, Truchi le hacía compañía en la mesa, como para aliviar la soledad de ese tiempo de todavía oscuridad fuera en la calle.

El amor de Angélica por los gatos se demostró hasta el último día que pudo vivir: en un parque cercano a casa había una gatita negra (su color de gato favorito) abandonada. Se dejaba acariciar en un principio, pero con el paso de los días se mostraba huidiza, seguramente debido a malas experiencias. Por ello, resultaba difícil de coger. Pero Angélica quería capturarla para después llevarla a la Protectora para buscarle una vida mejor. El 10 de marzo fuimos con nuestra madre y un transportín a intentar cogerla. A pesar de todo el tiempo que estuvimos, fuimos incapaces de capturarla. Ella se fue algo apenada, pero no paraba de repetir que se lo dijéramos a la veterinaria de la Truchi, porque seguro que ella tenía más recursos para atrapar a la gatita. También planteaba la opción de venir sobre la hora de la comida (hora de la siesta de la gatita), para cogerla desprevenida y tener más posibilidades de éxito. Esa noche se acostó como siempre con Truchi, y tal vez le daba vueltas al modo de coger a la gatita abandonada. Por la mañana desayunó como siempre, se despidió de Truchi y se fue a la universidad, sin saber que unos terroristas habían decidido segar todas sus ilusiones, entre ellas la de ver a la gatita negra feliz. El 12 de marzo nos llamó la veterinaria muy contenta para comentarnos que había conseguido hacerse con la gatita. Estaba tan contenta porque se imaginaba que Angélica iba a alegrarse enormemente con la noticia, sin saber que no pudo enterarse del desenlace de ese tema que tanto le había ocupado y preocupado en los últimos días de su vida. Yo supongo que allá donde esté se habrá enterado, como también habrá sabido que Truchi le agradece infinitamente no sólo ese último gesto para ayudar a una congénere, sino toda la alegría que le dio durante casi seis años a su vida gatuna. Abraham González».

Título: «Alegato de los gatos. Relatos con retratos de los gatos literatos»
Autor: Antonio Burgos
Editorial: La Esfera de los Libros
Páginas: 392
Precio: 20  euros
Fecha de publicación: 10 de noviembre

 

                              

 

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