La famosa foto de la tortilla con los renovadores del Partido
Socialista Obrero Español en los pinares de Oromana (1974) ha pasado a la Historia
porque:
1.- No era una tortilla lo que
se estaban comiendo, sino que la cosa iba de bonito en aceite y todos entonaban la
versión renovada de La Internacional, aquella tan conocida, cuya letra es:
"Qué bien, qué bien, hoy comemos con Isabel".
2.- No era en los pinares de
Oromana, sino en Aznalcázar o por Coria del Río, o por esa parte de por ahí, a mí qué
me importa dónde, quién sabe dónde.
3.- Aunque eran renovadores,
se ha confirmado que no eran en absoluto socialistas y mucho menos obreros. En todo caso,
españoles, por aquello de que es español quien no puede ser ni catalán ni vasco.
4.- No era una fotografía,
aunque Pablo Juliá lo asegurase luego, para poder colocarse como Goya del Carlos IV del
felipismo.
Aparte de estas cuatro
necesarias advertencias previas a la contemplación de la bucólica escena, los más
recientes estudios de la Universidad de Bellavista han demostrado que tampoco era un pinar
donde se comieron la tortilla que no era tortilla los fundadores del socialismo que no era
socialismo. No era un pinar, porque menuda pechada de llorar se hubieran pegado luego los
pinos del coto despidiendo a las carretas de Filesa y de los GAL. Al igual que luego
dijeron que eran de izquierda, pero crearon la Cultura del Vaso Campaniforme del Pelotazo,
allí en la foto de la tortilla nada era lo que parecía. Incluso se llega a sospechar que
ni siquiera fuera el Innombrable de Coria el que está en supino decúbito prono. Porque,
en caso de haber sido, lo más probable es que se hubiera roto la máquina y, con ello,
velado el cliché, y ni Idígoras y Pachi podrían haber hecho este dibujo ni servidor de
ustedes podría ahora estar arrimando rabitos de pasas a la Memoria de Andalucía, que es
una desmemoriada y hay que recordarle de vez en cuando lo que pudo haber sido y no fue, o
lo que fue, pero no debió haber sido.
La foto de la tortilla que no
era tortilla pasa por documento gráfico fundacional del socialismo en los últimos años
de la dictadura de Franco, cuando ya no era en absoluto arriesgado proclamarse socialista.
Si sobre todo se contaba con las bendiciones de la Embajada de Estados Unidos y del
Gobierno de Bonn, potencias que encontraron en la pandilla de la tortilla que no era
tortilla la izquierda de diseño que buscaban como coartada en una Península Ibérica que
años antes les había quitado el sueño con la Revolución de los Claveles en Portugal.
Allí consiguieron que no florecieran los claveles de la revolución y aquí lograron que
la izquierda tras la muerte de Franco fuera de "clavelitos, a quien le doy
claveles", en plan Sarita Montiel, que inmediatamente se apuntó a hacer campaña a
favor de aquellos muchachos tan de izquierdas, porque Sarita Montiel ya era de la tortilla
desde los tiempos de El último cuplé, lo que pasa es que la Guardia Civil de
Franco la obligaba a hacer aquellos bodrios para distraer a los obreros, y que no
reclamaran sindicatos libres y elecciones democráticas.
Los que estaban en la foto de
la tortilla eran los autoencargados de dar la vuelta a la tortilla en España. Pero como
no había tortilla ni casera, pues nos vamos, y no le dieron la vuelta a la tortilla,
anda, los donuts, sino que reinventaron el Movimiento Nacional, pero sin Utrera Molina en
Sevilla y sin Girón de Velasco en Fuengirola. La fotografía que no es fotografía en los
pinares que no son pinares sí demuestra que eran y siguen siendo una pandilla de
amiguetes. Al que no fuera de la pandi no le dejaron jugar con ellos al cambio.
En la verdadera fotografía
que aquí ofrecemos en exclusiva mundial, sacada de los fondos Manolito del Valle del
Archivo Cruel de la Memoria de Andalucía, aparecen todos tal cual luego siguieron. El
hermano de Juan Guerra, pelando patatas, por aquello de que era quien estaba en la cocina.
Felipe González, de metre, ocupándose del comedor y de los estómagos agradecidos, para
que no se enfadaran los capitalistas occidentales que habían llevado en España a los
autoproclamados socialistas al poder. Carmen Romero era ya jóvena, aunque aún no
tenía 150 novelistas, más que los cuentos de Alfonso Fernandez Malo, Rodríguez
Almodóvar y Paco Díaz Velázquez. Chaves ya era considerado como una de las
cabezas más importantes del socialismo contemporáneo. Carmeli Hermosín estaba porque el
hombre no puede separar lo que Dios ha unido.
Escena burguesa de modelo para
armar partido autoproclamado obrero, pues, en los años en que no había más Partido
dando la cara frente a la dictadura que el PCE. Unos niños de clase media de excursión
con las novias. Pandilla que en el juego de suplantaciones que fue el PSOE en torno a la
muerte de Franco simboliza el asalto a unas siglas históricas que tendría su
culminación en Suresnes y en el 28 de octubre de 1982. Punto en el cual conviene concluir
afirmando que es complemente incierto que los que salen en la conocida como foto de la
tortilla tuvieran, ni entonces ni después, nada que ver con el honrado partido histórico
de Julián Besteiro y Largo Caballero. En España, los verdaderos socialistas, en vez de
hacerse la foto de la tortilla, le dieron siempre la vuelta a la tortilla, y no una
pasadita por la sartén de la OTAN y de la economía de mercado al capitalismo.