Como le debo a Jaime de Marichalar artículo sobre seguridad vial, esto es
un anticipo. Desde su presidencia de la Fundación Winterthur, Marichalar ha animado el
patrocinio de una campaña de la Dirección General de Tráfico para que la gente no se
mate este verano por esas carreteras de Dios. Los anuncios ya se están emitiendo, e
incluso sé que Jaime me ha enviado a casa un vídeo con todos, pero como estoy en los
baños y apenas veo televisión, no he tenido el gusto de conocerlos.
Me imagino,
Jaime, que en esos anuncios no os habréis olvidado de las glorietas, vosotros que como
buena compañía de seguros vivís del parte amistoso y os arruináis con la chapa y
pintura. El Código de Circulación está vigente en todas las calles, plazas, autovías,
autopistas, rondas, avenidas y circunvalaciones. Excepto en las glorietas, jurisdicción
exenta. En las glorietas no rige el Código de la Circulación, sino la Ley de la Selva.
Supuesto del teórico del carné de conducir: si en una glorieta entran un camión
portacontenedores de ocho ejes y un señor particular con un Escort, ¿quién tiene
preferencia? ¿Y tú me lo preguntas? El camión, naturalmente. Por cojones. Eso de ceder
el paso al que viene por la derecha se quiebra en las glorietas. En las glorietas hay que
ceder el paso... al más chulo. Dicen que el mundo es de los osados. Basta tener que
entrar con el coche en una glorieta para comprobarlo. De nada vale que haya señales de
cesión de paso, incluso esas advertencias con todas sus letras: "Usted no tiene
prioridad". Cuando llega el chulo de la glorieta, con su camión, con su cuatro por
cuatro, con su BMW, se acabaron las prioridades. Cédele el paso o vete sacando punta al
boli para el parte amistoso de chapa y pintura.
Está muy bien que Winterthur patrocine la toma de conciencia en seguridad vial. Pero
también debería hacer una campaña de toma del frasco sobre las glorietas. Jaime de
Marichalar, hijo: a ver si os sobra algo del presupuesto en la Fundación Winterthur y
hacéis una segunda campaña, y convencéis a los ayuntamientos para que se dejen de tanta
leche de glorieta (y nunca mejor dicho lo de leche) y pongan otra vez los semáforos de
toda la vida.