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Pues, hijo, a la Santa Madre Iglesia de Sevilla no le gusta la Bruja del
Canal 47. La importancia que tiene la Bruja del Canal 47, que hasta le ha dedicado una
prédica la hoja parroquial, que ya no se llama hoja parroquial, sino que le han puesto de
mote "Iglesia de Sevilla", adiós, New York Times... El ordinario del lugar (que
no es nada ordinario, sino bastante educado y elegante), monseñor Amigo Vallejo, está
contra la ola de brujas y adivinos que nos invade, contra el tarot, Concha Pino, Octavio
Aceves, los plumazos de Rappel y esa galaxia de echadores de cartas y contempladores de
bolas de cristal que cada noche copa el mando a distancia de la tele, en cuanto bajas de
las cinco primeras cadenas y te salen esos canales nuevos y locales por donde Barbeito te
da el telediario y a Antonio Silva le dan la boleta. Como
oveja descarriada oficial que soy de la hispalense grey de monseñor Amigo, siento estar
contra mi pastor también en este punto de brujas y adivinos. Aquellos concilios nos
trajeron estas brujas, y lo explico. Hay tanto adivino, tanto echador de carta, tanto
zahorí de quereres y hallares, tanto previsor del porvenir porque la Iglesia ha
abandonado lamentablemente todos sus factores mágicos y se ha vuelto demasiado racional,
demasiado comprometida con los problemas de nuestro tiempo. Lo cual está muy bien sólo
hasta cierto punto. Recordarnos que existe la Andalucía de las fatiguitas negras y de las
criaturas que no tienen donde caerse muertas está muy bien. Muy bien decir que lo
cristiano es la caridad, la solidaridad. Pero en ese punto, la Iglesia parece a veces más
una ONG laica que la religión de quienes nos duele la boca de proclamar que Dios está en
San Lorenzo y que su Madre está junto al Arco de la Macarena. La Iglesia se ha olvidado
de los factores mágicos de la religión para meterse en este cartesianismo de
comunicación cristiana de bienes y de testimonio del no sé cuántos, y por eso la gente
va cada día menos a los templos y cada vez más a las brujas y adivinos. Porque allí
encuentra la magia que los curas, ay, han despreciado como elemento pastoral.
Las iglesias, antes, eran lugares mágicos. Unos ministros de Dios, revestidos con
ornamentos mágicos y preciosos, oficiaban ritos mágicos, en una lengua mágica e
ininteligible para el común, que era el latín. Sonaban músicas mágicas en los
órganos, y se veía muy claramente que allí estaba Dios. Pero ahora, como decía el cura
de Santa María la Blanca, hay que hacer grandes esfuerzos para creer que está Dios en
esos curas que salen con una bata blanca como de anestesista antiguo, que hablan un
lenguaje en el que se les entiende todo, que dirigen unos cánticos que no tienen que ver
nada con nosotros, apostólicos y romanos, bastante romanos, sino con los protestantes de
"La Casa de la Pradera". La Iglesia, por lo americano, canta que vayamos todos
jubilosos al templo del Señor, sin magia ninguna, y la gente, claro, coge y se va a que
le eche las cartas la Bruja del Canal 47. Es natural.
Por el contrario, en el mundo de hermandades y cofradías, de romerías y procesiones,
como sí está presente ese factor mágico, pues ya ven las bullas. No en balde Andalucía
es la tierra con mayor número de hermandades y con menor asistencia a misa los domingos.
En vez de ir a misa, llamamos al teléfono de la Bruja del Canal 47. Que ella no lo sabe,
pero representa la magia del más allá que la Iglesia ha abandonado.
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