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Cuando
hablamos de alcaldes Gran Reserva, nos acordamos de Paco
Vázquez el de La Coruña, A Coruña o como quieran ustedes, ¿a
mí qué me importa? Pero hay muchos otros que le ganan en eso
de que les vote todo Cristo, sean de su partido o no, por lo
bien que gestionan los caudales. Es el caso de María Regla
Jiménez, la alcaldesa de Espartinas, alcaldesa del PP de toda
la vida, que lleva ganadas cinco elecciones una tras otra, todas
por mayoría absoluta. Regla gobierna Espartinas como si fuera
su casa. Por las mañanas, se va al mercado, compra los avíos
del cocido, va a su casa, deja la olla puesta y luego se va al
Ayuntamiento, a cocer el puchero del común. Y, ojo, sin meter
el cazo.
Tan encantados están todos con esta genial Regla la de
Espartinas, (¿a que es de título de copla de Rafael de
León?), que sus concejales y vecinos le han dado una fiesta
sorpresa. Ya saben: eso de que se le dice a uno que va a cenar
contigo y cuando llega están allí, como en plató de
televisión, los compañeros del colegio, los primos de
Salamanca, los amigos de la playa, este, el otro y el de la
moto. La sorpresa a Regla fue que, no sé con qué pretexto, la
llevaron a la avenida de José Antonio Primo de Rivera, que aún
se llamaba así, porque Regla es "alcaldesa de raza",
pero Raza con mayúscula, como la película del invicto. Y
cuando Regla estaba en la avenida de José Antonio, zas, la
sorpresa: le habían quitado el nombre y puesto el suyo:
"Avenida de María Regla".
Esto está muy bien. En vez de pintar de rosa a José
Antonio, como la estatua ecuestre de Franco, se le pone el
nombre de la alcaldesa y listo. Más rosa no cabe. Está muy feo
eso de esperar que los alcaldes cesen o se mueran para ponerles
una calle. Los homenajes, en vida. No sé qué espera Alvarez
del Manzano. Cada alcalde con su calle y una calle para cada
alcalde.
Cosas de Regla. Que es excepcional. La más fraguista del
mundo. Llevó a don Manuel a inaugurar el nuevo Ayuntamiento. Y
Fraga le regaló al pueblo un crucero. Como Regla no se queda
con nada, cuando recibió la carta anunciándoselo, puso por las
esquinas un pasquín: "Que Fraga ha invitado al pueblo a un
crucero, pásense por el Ayuntamiento para apuntarse".
¡Hala, todos de vacaciones en el mar! Las colas llegaban a
Sevilla. Hasta que alguien leyó detenidamente la carta de su
admirado Fraga y le dijo:
-- Pero, mujer, que lo que nos regala don Manuel es un
crucero de piedra, un crucero gallego, para que lo pongamos en
una plaza, que no es un viaje en el barco del amor...
Regla se ha embarcado ahora en el crucero de la Historia. La
primera alcaldesa que se ha puesto ella misma una calle. Eso
está muy bien. La vanidad, como la caridad, empieza por uno
mismo.
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