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Vaya
por Dios, los miserables la han cogido con él... El recién
inaugurado monumento de Curro
Romero amaneció ayer con una pintada. No me equivoco de
tiempos ni de días. No fue al día siguiente de la
inauguración. Fue ayer mismito. Ayer, plas, otra pintada, bien
de mañana, cuando el sol del amanecer venía desde la Puerta
del Arenal dorando los naranjos de la esquina del Paseo Colón.
La pintada a que me refiero, naturalmente, no ponía
"asesino", ni estaba escrita con pintura sobre una
plantilla de chorreones, en dos líneas, arriba "ase"
y abajo "sino", que no es otra cosa que el sino del
salvajismo que ya el propio Faraón adivinó cuando la comisión
de partidarios le hablaba de monumentos. Al que le hacen un
monumento se expone a que se le caguen encima las palomas, como
a Martínez Montañés, o a que amanezca con un sombrero de
cotillón por Nochevieja, como la Matrona Hispalis de la Fuente
de los Meones de la Puerta de Jerez. La pintada estaba prevista,
como está previsto que le pongan a Romero una copa en mano
igual que se la ponen a Manolo Caracol en su bronce de la
Alameda. La pintada que le pusieron el otro día no tiene la
menor importancia. Fue hecha, probablemente, por uno de esos
antitaurinos con los que podremos empezar a hablar en igualdad
de condiciones cuando tengan en su bando un Lorca, un Goya, un
Picasso, un Hemingway. Al que pintarraqueó la base por la
altura del monumento sólo cabe aplicarle las palabras
evangélicas del perdón a los que no tienen los pobrecitos ni
puñetera idea de lo que hacen.
La pintada de la que hablo que ha vuelto a mancillar el
monumento de Curro no ha sido hecha con pintura, sino con carta
al director, que es un chafarrinón más difícil de borrar. Las
cartas al director las escriben los lectores o las escribe, como
en este caso, directamente la envidia. Ya se sabe: en Sevilla,
al que saca la cabeza de la mierda, se la cortan, porque hay
quienes no admiten otra medida de las cosas que su propia
mediocridad. Si Romero, con su arte, se elevó sobre sus
contemporáneos debe aprestarse, pues, a dejarse cortar la
cabeza, en el tributo a la boñiga ambiente. Pues el autor de
esta pintada en forma de carta al director está mosqueadísimo
con que a Romero le hayan hecho un monumento. Debe de ser un
revolucionario agrario de la vieja escuela, porque quiere
colectivizarle el monumento a Curro Romero del mismo modo que
Sánchez Gordillo quería expropiar los cortijos de su amiga la
Duquesa de Alba. El autor de la pintada quiere que a Curro le
expropien el monumento y se lo colectivicen, dedicándoselo al Toreo
de Sevilla en general. Desconociendo, claro, que el monumento a
Curro es el monumento al evangélico Toreo Según Sevilla.
Y no oculta el de la pintada por correspondencia su profundo
cabreo por todos los honores tributados a Curro. Tragó con la
Medalla de Andalucía, con la de Bellas Artes, con lo de Hijo
Adoptivo de Sevilla; tragó con el sello, pero el monumento lo
ha sublevado. Pregunta: "¿Señores curristas, qué más
tienen previsto para el camero?" Pues con su permiso de
usted, pedirle el premio Nobel, el premio Príncipe de Asturias,
el premio Cervantes y hasta el premio gordo de la Lotería de
Navidad me parece que le vamos a pedir, después de su pintada
en forma de carta. En cuanto a lo de solicitar exención fiscal
para Romero, nos da una idea. Las obras de arte, naturalmente,
deben gozar de todas las exenciones fiscales y Curro es arte en
la fugacidad del tiempo.
Lo que no me explico es que esta pintada en forma de carta se
haya hecho precisamente con una tinta de gaceta muy dada a los
silencios. Me refiero, naturalmente, a los famosos silencios de
la Maestranza, no me sean mal pensados...
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