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Mientras
se aprueba la
ley seca contra el botellón, se aplica en algunos sitios la
ley mojada. Consiste en que los regadores de los servicios de
limpieza baldean los lugares de la movida y pegan manguerazos
disuasorios bastante importantes con agua con una alta
concentración de zotal. Sí, he dicho zotal. El desinfectante
de los famosos establos
asturianos, exactamente. Convierten a los barrenderos en
antidisturbios y a los camiones de riego, en tanquetas con
manguera como las de las filmaciones en blanco y negro de Mayo
del 68.
En otros lugares quieren inventar la que llaman movida sana o
botellón alternativo. Es como el pastel de liebre sin liebre,
como la mayonesa sin huevo: el botellón sin botellas, sin bolsa
de cubitos de hielo y sin vasos de plástico. Y por descontado
que sin coches con el maletero abierto y sin altavoces de
música tecno enganchados a la larga. Es el municipal y espeso
intento de crear el botellón "sin". Los
ayuntamientos, qué padrazos, abren por la noche los
polideportivos, las bibliotecas municipales. No abren las
capillas para la adoración nocturna del Santísimo Sacramento
porque ya no se lleva; que si no, también las abrían. Y creen
que así van a acabar con el problema. Quieren que en lugar de
un vaso de calimocho los jóvenes se enganchen en las
bibliotecas a drogas duras tales como las obras completas de
Juan Benet, y que sustituyan la litrona de cerveza con güisqui
por los versos de Luis Cernuda, que está de año jubilar y es
el poeta de cabecera de Aznar.
Y ni seca ni mojada: la ley que habría que aplicar es la del
sentido común. Hay algo en todo esto que ningún Gustavo Bueno
de guardia ha sabido explicar, y no me refiero únicamente al
alcohol: por qué todo tiene que ser no sólo de noche, sino a
las mismas tantas de la madrugada. ¿Es que no se puede uno
divertir a las ocho de la tarde? Y después, por qué el Estado,
a través de los ayuntamientos, se tiene que convertir en papá
de la movida nocturna, organizando diversiones y entretenimiento
para los niños. En esta sociedad subvencionada e intervenida
por el Estado en que vivimos, donde en el campo se plantan
subvenciones de Bruselas más que cultivos y donde hasta quitar
jaramagos de las cunetas depende de los incoherentes fondos de
cohesión, ahora los ayuntamientos quieren inventar el PER del
Ocio Juvenil. Sin tener en cuenta que ya son mayorcitos para que
se diviertan solos, sin que les tengan que poner poco menos que
guarderías nocturnas tuteladas. Habría más bien que aplicar
el criterio antitabaco. ¿No quiere la Junta de Andalucía que
las tabaqueras paguen los gastos de Sanidad de los fumadores?
Pues igual podíamos exigir a la ginebra Larios que pagara el
realojo en La Moraleja o así de los vecinos que todas las
noches tienen que sufrir los ruidosos y vomitivos efectos del
botellón.
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