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Las
autoridades de Tráfico de Barcelona han pedido a las ciudadanos
del área metropolitana que dejen los coches en casita y cojan
el autobús o el metro los próximos días 14, 15 y 16. ¿Por
qué? Porque esos días se celebra en Barcelona la cumbre de la
Unión Europea, como ya anuncian todas las pintadas de los que
están en contra y están haciendo acopio de alborotadores,
hasta con el concurso de algunas siglas políticas
parlamentarias. Con lo grande que es el campo catalán, con la
de complejos hoteleros que hay en la Costa Brava y en la Costa
Mansa de Solemnidad, que podrían ser fácilmente cercados por
la Policía para que se celebraran allí todas las cumbres
habidas y por haber sin que pudieran acercarse los reventadores
profesionales, no se les ocurre otra cosa que poner la reunión
en plena Barcelona, donde la gente estará loca durante tres
días con las medidas de seguridad, con las manifas, con las
carreras con los guardias antidisturbios detrás, cuando no con
las habituales roturas de escaparates y vandalismo general
provocado por los indeseables de Europa entera, que llegarán a
la Ciudad Condal como los americanos a Pamplona cuando los
Sanfermines.
Desde aquí abajo tenemos que mirar muy especialmente cuanto
vaya a ocurrir en Barcelona durante la cumbre, porque en Sevilla
tenemos otra, y gorda, el 23 de junio. Vuelvo a insistir en la
puñetera puntería de los que localizan estas cumbres en las
ciudades. Con lo bien que estaría esa cumbre sevillana de junio
en Sancti Petri, o en Matalascañas, o en Isla Canela, no, se la
traen a Sevilla, a la ciudad de las calles levantadas por las
obras de los aparcamientos, para que los manifestantes puedan
proveerse fácilmente de piedras contra las fuerzas del orden.
La traen a la ciudad con el casco antiguo más laberíntico de
todo el Sur europeo, para que el follón esté más que
garantizado. Por si fuera poco, no habrá una concentración de
jefes de Estado y de gobierno en un solo hotel, sino que como
todos quieren una suite, cada baranda estará en un hotel
distinto, para que el problema de seguridad se extienda por toda
la ciudad.
Hijos míos, guardad la Isla de la Cartuja y el antiguo hotel
Renacimiento para mejor ocasión. Con lo fácil que hubiera sido
poner toda la Movida Cumbre en la Cartuja, cerrar los puentes
policialmente y que todo transcurriese allí en paz y en gracia
de Dios, no. Eso es lo cuerdo. Lo que se ha hecho es justamente
lo contrario. Las reuniones en el Palacio de Congresos. Y los
alojamientos, pues el uno en el Alfonso XIII, el otro en el
Colón y así sucesivamente. Toda Sevilla estará tomada en
prevención de altercados. Muchas calles, cortadas a la
circulación. Todos, a pique de que nos encontremos sin comerlo
ni beberlo en una batalla campal provocada por todos los
indeseables europeos que se nos meterán por las puertas esos
días, el Jugador Número 12 de la Antiglobalización.
Este follón previsible lo tenemos a tres meses vista y aún
no se ha hecho una campaña de información a la opinión de las
molestias que se nos avecinan. Aquí todos pidiendo la Olimpiada
del 2012, y lo que nos meten para el chaleco es esta cumbre del
2002 que nada más que nos va a traer problemas y que va a
afectar profundamente la normalidad ciudadana.
Como el que avisa no es traidor, aviso que todavía estamos a
tiempo de concentrar todo el desbarajuste en La Cartuja y dejar
a los sevillanos tranquilos, que los sevillanos no tenemos la
culpa ni de la globalización ni de la antiglobalización. Como
Jaimito en el chiste de las moscas: "A joder, al
campo..."
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