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Con
lo que ha avanzado la Humanidad, no se ha inventado todavía un
aparato que sería de lo más útil: la máquina de contar
manifestantes y millones del Rocío. El rociómetro. Es una gran
contradicción de la tecnología. Somos capaces de contar
cuántos charcos helados hay en Marte, pero no de aforar
cuántos sombreros de palma del SOC hay junto al Caballo desde
donde el Cid comprueba cómo relucen las calles de Sevilla
cuando suben y bajan los andaluces con las rojas banderas
sindicales de este eterno "Novecento". Que eso
también es Sevilla Eterna y no se dice: la perenne bandera roja
levantada. Aquí Pepe Díaz levantó la bandera roja junto al
Arco de la Macarena en la huelga general revolucionaria de 1931
y aún no se ha arriado. Díganme si eso es o no es Sevilla
Eterna. Nos pasamos la vida condenando la Sevilla Eterna de la
derecha pero también hay una Sevilla Eterna de la izquierda.
Los manifestantes del domingo, por ejemplo, son los capillitas
de la huelga. Tela de aficionados. Se embelesan oyendo "La
Internacional" como los capillitas con
"Amargura": "Mira cómo se me han puesto los
vellos de punta..."
Hablaban de lo bien que les salió la manifa como los
chaquetas azules comentan en el "bar cofrade" lo
bonito que entró el palio en Campana. A la Macarena le gritan
"Guapa" y a Aznar le llamaban de todo, menos bonito.
Las manifestaciones salen aquí tan bien por lo que nos gusta un
cortejo, algo que discurre. Hasta a la Feria le damos un aspecto
procesional, con el paseo de coches y caballistas. La gente se
pone a ver pasar los coches de caballos como contempla en la
bulla el Caballo de Triana. No hay fiesta grande sin cortejo que
pasa: Corpus, Virgen de los Reyes. El éxito de la Cabalgata
radica en que es la gran procesión cívica. Y del mismo modo,
la manifestación es siempre una procesión civil. Una cabeza de
manifestación tiene en Sevilla bastante de presidencia del
palio. Tú le das a Méndez y a Fidalgo una vara dorada en vez
de una pancarta y aquello es la presidencia de la cofradía del
Cerro, por poner una analogía de lo más popular. (El Cerro del
Águila es a la Sevilla de la democracia lo que La Estrella a la
de la II República: la gran cofradía de barrio obrero con
conciencia de clase).
Habiéndose demostrado, pues, que en la Sevilla Eterna hay un
montón de capillitas de la huelga (250.000 según Canal Sur o
50.000 según Torres, a falta de rociómetro), es por tanto de
todo punto lógico que monseñor
Amigo haya dado el cante por Vallejo y los haya exhortado. ¿No
oficia las funciones principales de los centenarios porque se lo
piden los capillitas de las cofradías? ¿Por qué entonces no
les va a dedicar unas palabras simpáticas a sus capillitas de
la huelga? Desde su proverbial soberbia franciscana, piensa el
mitrado no purpurado que tan Sevilla Eterna es lo uno como lo
otro. Cuando los capillitas cofradieros celebran una coronación
les echa un panegírico, y con los capillitas de la huelga en su
función principal ha llegado a más, está encantado de que
nadie proteste porque en los cortejos de los capillitas de la
huelga vayan tantas mujeres nazarenas. Los sindicatos ya no son
correa de transmisión de nadie, sino al revés: los partidos
políticos son la correa de transmisión de los sindicatos. IU
se ha ofrecido para formar parte de los piquetes informativos.
El PA se ha tirado de espontáneo. De igual modo, para encender
una vela en el Club Pineda y otra en San Telmo como hace
siempre, monseñor Amigo se ha convertido en algo más que
piquete informativo de la huelga: en piquete mitrado. Esto nada
más que pasa en Sevilla. Tan es así, que hoy no me ha salido
un recuadro, sino un discurso del Loco Amaro, el que hablaba del
milagro de aquel arzobispo que había convertido los panes en
piedras de su Palacio...
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