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Lo
han sacado en Canal Sur, como si fuera un Ernesto Neyra
cualquiera. Ha venido retratado y entrevistado en todos los
papeles. Hablo del Teja. Manuel Teja Moreno, El Teja del Puerto,
parado, chirigotero, virtuoso del chapuz, Diógenes de buscarse
la vida, que en plan vámonos que nos vamos ha vuelto andando
desde Madrid hasta su tierra una vez que se desnortó y no
encontró el autobús de la manifa contra el decretazo en que lo
habían llevado facturado por Seur para que le protestara al
Gobierno por lo del PER. Al Teja le preocupa el PER una higa. Se
trataba de ir de excursión a Madrid. A la ciudad del Real
Madrid, que no es lo mismo. Por decirlo a la gaditana, al Teja
le importaba un carajo el decretazo. Lo que quería era conocer
el templo de sus devociones, el estadio Bernabeu. Como los del
Opus iban al Vaticano para la canonización de Monse, así iba
El Teja a Madrid. Como Silvio el Rockero iba en peregrinación
al campo del Sevilla a arrodillarse delante del escudo, así iba
El Teja en el autobús del sindicato. Quería ponerse a porta
gayola delante del Bernabeu, como si fuera su paisano Galloso.
El Teja quería tocar con sus manos el santo cemento del
Bernabeu, para que no le dijeran que era un sueño, y la
ocasión era de categoría: qué buenos son los parias de la
tierra, qué buenos son que nos llevan de excursión.
Pero El Teja, ay, emocionado no por la protesta de la
famélica legión encabezada por el barrigón Fidalgo, sino por
haber visto el cemento blanco de sus sueños, se desnortó. El
tren de las oportunidades sólo pasa una vez y el autobús de
los sindicatos no llama dos veces cuando va a volver al Puerto.
Y El Teja se vio solo y lejos en una ciudad desconocida. Como
Paco Martínez Soria, pero sin película de cine de barrio.
Lo que sigue es conocido. Ese Teja desnortado buscando el
Sur, preguntando a los municipales y una vez encontrada la
carretera de Andalucía, un, dos, papa y arroz, marcando el paso
hasta El Puerto. El Teja pertenece a otro tiempo, a otra
galaxia. Para El Teja no hay teléfonos para llamar a su tierra
pidiendo ayuda, ni sabe nada de nada. Cómo será El Teja, que
ni siquiera lo echaron en falta los del autobús del sindicato.
Lo más triste es que nadie dijo al conductor:
-- Quillo, no arranques, picha, que nos falta El Teja...
Porque El Teja es un agente infiltrado. Ahí donde lo tienen,
sin piños, con los pies destrozados, El Teja es un agente
secreto del Gobierno de Aznar. Gracias al Teja nos hemos
enterado de cómo se escribe la historia. Lo más grave del Teja
no es que viniera andando, sino que fuera en autobús, de clac
del Cine Merodio, sin pertenecer al sindicato ni Pablo Iglesias
que lo fundó, a hacer bulto y ruido. El Teja nos deja la duda
de si cada vez que los sindicatos van a protestar a Madrid ponen
en las calles a trescientos mil Tejas de toda España. Porque al
Teja, ay, aparte de pagarle el autobús, le dieron un bocadillo,
veinte euros y la bandera de Andalucía. Quiten la bandera de
Andalucía y nos queda la Plaza de Oriente pura y dura. Recuelos
del franquismo sociológico de las "manifestaciones
espontáneas". El Teja, con su desnorte, nos ha confirmado
lo que intuíamos.
Y el final, peor todavía. Yo me creía que al Teja le iba a
dar Chaves un puesto de trabajo. No. Al Teja le va a dar
Butragueño una entrada del Bernabeu y un billete de Ave para
que vaya a ver a su Real Madrid de su alma. Cuando los
sindicatos se enteren que El Teja era un agente infiltrado del
Gobierno de Aznar querrán darle con su apellido en la cabeza.
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