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Vaya
por Dios, a Alfredo Pérez Rubalcaba le han robado el teléfono
móvil por el procedimiento del tirón a las mismísimas puertas
del Congreso de los Diputados. Iba a decir que lo acompaño en
el sentimiento. Pero como se trata de un destacado socialista,
no quiero herir sus sentimientos al expresarle los míos de
condolencia. Probablemente lo políticamente correcto en este
caso, según el Libro de Estilo de la Progresía, sea expresar
nuestro sentimiento al ladrón, si es que lo han trincado, no a
Rubalcaba como víctima. Se trata de "delitos
vistosos", como dijo aquel alcalde de Sevilla para
justificar una avalancha de tirones de bolsos a las turistas, de
robos de monederos a las ancianas y de despojo de sus chupas a
los escolares. Ante estos "delitos vistosos", lo usual
no es culpar al ladrón, pobrecito, sino al Gobierno, que no
evita la inseguridad ciudadana. Y si Gobierno, para evitarla,
toma las oportunas medidas, dicen que estamos en un Estado
policial. Tú lo que quieres es que se coma el tigre al ministro
del Interior. Ya lo creo.
Cuando Rajoy aún no era
ministro del Chapapote, sino de Interior, le puso al fiscal
general del Estado una carta donde le daba los nombres de 60 u
80 mocitos pintureros que tenían en su haber más de 100
detenciones por delitos menores, tras las que habían sido
puestos en libertad por los jueces, después de gastarnos un
dinero en diligencias policiales. Con su retranca gallega, le
decía más o menos Rajoy al fiscal: "Y no le pongo los de
75 detenciones y los de 50 porque el papel está muy caro y hay
que ahorrar". Todo esto puede solucionarse con esa
anunciada Reforma Guruceta del Código Penal, que es algo tan
lógico como aplicar a la seguridad en la calle el Reglamento de
Fútbol: el concepto de acumulación de faltas; cuatro tarjetas
amarillas de faltas por robo de teléfono, de cartera o de bolso
equivalen a una tarjeta roja de expulsión, al vestuario de la
cárcel.
Medida reaccionaria y
cavernícola, evidentemente, se está diciendo. Aquí lo
progresista es lo garantista. Ponerse del lado del chorizo que
se llevó el teléfono, no del diputado que sufrió el tirón.
En materia de delincuencia menor estamos aún como en asuntos de
la delincuencia mayor del terrorismo asesino hace sólo unos
años. Hemos tenido que llegar a los 800 asesinados por la ETA
para que la sociedad se ponga del lado de las víctimas y no de
los verdugos, que era hasta hace poco lo progre en toda España
y todavía sigue siendo lo patriótico en medio País Vasco.
Echen ustedes mismos las cuentas de cuántos años habrán de
pasar y a cuántos robos de teléfonos y de bolsos tendremos que
llegar para que no sea reaccionario ponerse del lado de los
despojados y no de los despojantes, de las víctimas y no de sus
agresores. De momento, sólo estas otras víctimas están
encantadas con la Reforma Guruceta de la acumulación de
tarjetas amarillas de faltas.
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