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Aunque
fiel observante de la estricta fe gaditana de los renglones
torcidos del Tío de la Tiza o precisamente por eso digo que hay
demasiados Carnavales
en Andalucía. Como lo de "demasiado corazón",
pero con "demasiado Carnaval". Carnavales que no lo
son. Entiendo por Carnaval una fiesta hecha por el pueblo, que
saca sus murgas y sus máscaras para burlarse de la autoridad e
introducir el necesario caos en el orden impuesto. Entiendo por
Carnaval esos pueblos que lo viven todo el año, donde las
peñas de Carnaval, son una forma de vertebración ciudadana
mucho más fuerte y con más honda implantación que las
asociaciones de vecinos. Carnavales espontáneos, populares,
surgidos de la tradición, que resistieron hasta al
prohibicionismo de la dictadura.
Andalucía se ha llenado de la
transición a esta parte de falsos Carnavales, inventados ayer
por la mañana por los ayuntamientos en pueblos sin la menor
tradición. Surgidos del ansia de protagonismo de un concejal de
Fiestas. Carnavales que no tienen más arraigo que los millones
que se consignan para la fiesta en los presupuestos municipales.
Son como un Carnaval del Carnaval. Me explico: un remedo falso y
malo de Cádiz, confirmación de que "en Cádiz hay que
mamar". Se copia el modelo de Cádiz hasta con un Teatro
Falla en pequeñito, y, con gracia o sin ella, se subvencionan
comparsas para que copien a Martínez Ares o al inevitable Yuyu.
Todo según Cádiz. Nadie ha tratado de investigar en las
raíces de las tradiciones locales de las murgas. Un ejemplo: en
Alcalá de Guadaira las comparsas han tirado por el camino de
este Carnaval mediático a la gaditana impuesto desde Canal Sur,
con abandono de la tradición local, más rica que Las Viejas
Ricas, que viene de la murga de Joaquín el de la Paula. Igual
que el modelo de la Semana Santa de Sevilla ha hecho tanto daño
a las tradiciones cofradieras locales, el Carnaval de Cádiz ha
arrasado la Andalucía de las murgas de la Restauración y la
República. En Semana Santa se cargan los pasos a la sevillana y
en el Carnaval se sacan agrupaciones a la gaditana. El daño de
los modelos televisivos nos ha llenado a Andalucía de
cuadrillas de costaleros según Sevilla y de agrupaciones de
comparsistas según Cádiz. El mundo de la cultura popular
andaluza, por culpa de la TV, se divide a lo Villalón en dos
grandes partes: la Semana Santa de Sevilla y el Carnaval de
Cádiz. (Incluso hay una tercera: la romería local según el
Rocío.)
Estos Carnavales municipales y
espesos tienen tan poca fuerza que acaban y languidecen en
cuanto sustituyen al concejal de Fiestas aficionado o deja el
ayuntamiento de ser generoso en los presupuestos. Nada más
triste que uno de estos Carnavales hechos de arriba abajo, del
ayuntamiento para el pueblo, y no del pueblo contra el
ayuntamiento, como ha sido el Carnaval toda la vida de dios...
del dios Momo. En Cádiz, cuando la dictadura prohibió los
Carnavales, subsistieron en forma de Fiestas Típicas. Aquellas Fiestas
Típicas Gaditanas de la dictadura, con todos sus
impedimentos de censura, eran Río de Janeiro o el Mardi Grass
de Nueva Orleans al lado de estos tristes Carnavales nacidos de
la voluntad municipal. Y nada tan ridículo en ellos como el
solemne pregón del Carnaval, con rito de juegos florales y
coronación de una reina, donde un famoso de tres al cuarto,
previo un generoso cobro de su caché, se siente en la
obligación de decir tres pamplinas desde un tablao de una plaza
disfrazada de la de San Antonio. ¿Cuántos millones se gastan
los ayuntamientos andaluces en inventar Carnavales sin
tradición? Tiene que ser una millonada. Eso sí que es un
lamentable Carnaval, y no el verdadero Carnaval del pueblo que
prohibió la dictadura en 1938 y que ahora tratan de imponer los
ayuntamientos con la dictadura de las urnas en muchos lugares
sin tradición carnavalesca alguna.
Carnaval
de Cádiz 2003: Guía
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