No
sé si los juzgados estarán ya menos congestionados con los
juicios rápidos. Es lo menos que podía esperarse en esta
sociedad de comida rápida, tintorerías en una hora, tren de
alta velocidad, Seur 10 y formación profesional acelerada.
Cuando eran sólo un proyecto del Ministerio de Justicia, me
explicaba el fiscal Alfredo Flores la mecánica de los juicios
rápidos. Tal maravilla, que se la resumí diciéndole:
-- Total, que vais a inventar
la Telepizza Judicial... Te veo en una moto repartiendo sumarios
por los juzgados...
Por mucho que la Justicia se
ponga turbo, me termo que los juzgados estarán igual de
congestionados. Lo que por un lado nos ahorramos de chorizos en
lista de espera y en amontonamiento de sumarios en las mesas de
sus usías ilustrísimas lo perdemos con la moda de las
querellas del cutrerío rosa del corazón. Esta lamentable
galería de personajes deleznables que España es el único
país europeo que la soporta producía hasta ahora exclusivas en
las revistas y en los programas de TV. De eso viven muchos. Para
tan productiva actividad económica, han descubierto ahora una
importante industria auxiliar: la querella. Un programa rosa es
como un partido de tenis, de cómo pasa de sillón a sillón la
pelota de la amenaza de querella:
-- Anoten eso que acaba de
decir esta tía, que le voy a poner una querella que se va a
mear la perra...
-- No, rica, la que te he
puesto la querella a ti soy yo, porque lo que dijiste la otra
noche ya está en manos de mis abogados...
Ninguno de los que salen en las
listas de millonarios tienen tantos abogados como esta plebe
abyecta. Los particulares tenemos todo lo más un abogado;
éstos, equipos de abogados, abogados por colleras. Cuando no
pueden vender una exclusiva, venden una querella. Contra un
periodistas o contra ellos mismos, en unas complicadísimas
guerras intestinas que se traen.
Lo triste es que los jueces
admiten a trámite estas querellas por cuestiones de honor de
los que no conocen la vergüenza y mercadean con su intimidad de
TV en TV. Más efectivo que poner en marcha los juicios rápidos
hubiera sido desestimar de oficio tanta querella presentada por
tanto impresentable. No quiero ni pensar en ese juez al que se
le amontonan los sumarios, muchos de ellos con la etiqueta de
"causa con preso" y al llegar al despacho examina lo
último que le han repartido y se encuentra con una querella de
Yola Berrocal contra Dinio, otra querella de Dinio contra
Pocholo y una querella de Pocholo contra la Bruja Lola por lo de
la mochila.
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