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Igual
que en las elecciones municipales de hace cuatro años le
pedí a Paco Vázquez que me empadronara en La Coruña, en
éstas lo que hay que hacer es buscarse en Osuna un apartamento
simpático en un edificio histórico restaurado e irse a vivir
allí. Ante lo que piensan hacer allí con la voluntad de los
votantes, merece la pena vivir en un sitio con un alcalde
como Marcos Quijada, que es de los que ponen la eficacia de
la gestión y la transparencia democrática por delante de la
ideología, de Izquierda Unida en este caso.
En cuanto el personal se entere
de cómo van a ser los pactos municipales, todos van a querer
irse a Osuna. No vamos a caber, va a haber overbooking. ¿Por
qué a Osuna? Por este
famoso alcalde, el de las tagarninas. La gente está
encantada con él. Tanto, que de los cinco concejales que
tenía, ha pasado a ocho. No hay en Osuna tantos comunistas como
para dar una plusvalía de tres concejales. Luego han salido del
mejor filón de votos: del contento de la gente con una acción
de gobierno. Gobierno que incluye hasta coger tagarninas. Cuando
en Osuna le dieron el premio a Jaime Campmany por su artículo
sobre el aceite de oliva, recordarán que en la cena de entrega
sirvieron las excelentes tagarninas que había cogido en el
monte el alcalde comunista en persona, para colaborar con los
empresarios aceiteros en la mayor promoción del producto.
Tagarninas que le encantaron a Conchita Campmany, quien llamó a
Osuna desde Madrid: "Que no encuentro tagarninas en el
supermercado de El Corte Inglés". Y el alcalde se echó
personalmente al monte a coger tagarninas para la mujer de
Campmany, precisamente de Campmany, y mandárselas a Madrid. La
normalidad de la democracia es esto: un alcalde comunista
cogiendo tagarninas para Campmany.
Eso lo sabe la gente. Y le
encanta. Entre un alcalde comunista que se echa al monte para
pactar con los cómplices de los etarras y otro alcalde
comunista que se echa al monte para coger gentilmente tagarninas
para la mujer del gran cronista de la derecha y dejar en su
sitio el buen nombre de Osuna, media mucho. Media ni más ni
menos que la milenaria tolerancia que sabemos practicar en
Andalucía como el que respira.
Y este alcalde de las
tagarninas que ha sacado mayoría, pero no absoluta, en lugar de
pegarle a la oposición en toda la boca con sus ocho concejales,
ha propuesto algo único en España, lleno de equidad: que todos
los partidos que han sacado concejales, el suyo, PSOE y PP,
asuman áreas de gobierno. En vez de atorarse de balón, reparte
juego y responsabilidad de gestión. No quiere un pacto a
cualquier precio para pegarse él solito el hartón de
tagarninas del poder. Quijada es un comunista que predica y que
da trigo en la Cilla del Cabildo: como cree en el reparto,
empieza por el reparto de su propio poder. Naturalmente, pide
reservarse la malilla de Hacienda y Urbanismo, que para eso
tiene ocho concejales. Pero propone que si parte de la gente de
Osuna ha votado al PP, ¿por qué estos votantes no van a tener
su manojo y su manejo de tagarninas, y que el PP, por ejemplo,
gestione Cultura o Fiestas? Y si hay gente que ha votado al
PSOE, ¿por qué dejarlos sin tagarninas de delegaciones
municipales? ¿Por qué no va a gestionar el PSOE la Enseñanza?
A esto en teoría política le llaman gobierno de
concentración. Pero si se le echa un chorreoncito de aceite
1881 es algo más hermoso: un gobierno de sentido común y de
respeto a la voluntad de los votantes. Por eso voy a llamar a
Información para ver a qué hora sale el autobús de Osuna.
Las tagarninas del alcalde de Osuna
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