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Sevilla con sevillanos

y Puntas del Diamante

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía,  domingo 25 de julio de 1999

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Salvador Távora, o cuando la voz del Cerro es voz del cielo

Salvador Távora

Salvador Távora fue torero, "Gitanillo de Sevilla", antes que creador teatral

 

Era una Sevilla de cartillas de racionamiento, de corrales, de chabolas en el Vacie, Amate, Haza del Huesero, El Manchón, Las Erillas. Sevilla de tranvías, de mantones, de muchos soldados por las calles. Españoles y sevillanos: la guerra ha terminado, y no sabéis la que os espera. Los rojos presos en Los Merinales, donde embarcaban los toros de las marismas, cavan el Canal del Bajo Guadalquivir. Sevilla de años del hambre, boniato y achicoria. En los estribos del tranvía del Cerro va El Bizco Amate, con sus fandangos de pena y hambre:

Y a la hija del obrero

la pisan cuatro tunantes

de esos que tienen dinero...

En aquella Sevilla de los fandanguillos del serrín de las tabernas había un niño del Cerro que se quedaba extasiado oyendo al Bizco Amate cuando el tranvía llegaba a la parada del Matadero. Años más tarde, aquel niño que oía los fandangos del Bizco, y las soleares de El Papero saltaba por las noches las tapias del Matadero y se metía en las corraletas con un cobertor viejo armado con la caña rota de un escobón, para darle unos muletazos a una vaca de media sangre. No había luna, porque en el Cerro eran tan pobres que no había luna cuando los muchachos que querían ser toreros saltaban las tapias del Matadero acordándose del cartucho de pescao de Pepe Luis, pero más por la parte del pescao frito, quién lo cogiera, coscurruíto, que por la parte del papel de estraza o de la franela roja del cartucho.

Y como había que comer, a aquel muchacho de los cantes y de las vacas del Matadero, con las cuatro letras mal aprendidas, lo metieron de aprendiz en Hytasa. Aprendiz, él que quería ser maestro del toreo. Pero como eran pobres, y ni luna había en las corraletas del Matadero, tenía que estar todas las mañanas cuando sonaba la sirena tras las tapias de Hytasa con su mono de soldador.

Escapadas por los campos. "Quillo, que mañana hay tentaéro en El Esparragal". Ilusiones. Quería llamarse "Gitanillo de Sevilla". Agitanado era. De muñecas rotas. Por eso Rafael el Gallo, mientras encendía su puro en Los Corales, no se recataba en decir que lo apadrinaba. Te vamos a anunciar en Sevilla, muchacho. Tiene 18 años. Es 1951. Que suenen los cantes del Bizco, que Salvador Távora Triano va a debutar sin caballos en una Sevilla donde tantos quieren ser figuras: Antonio Cobo, Manolo Zerpa, Curro Romero, Juanito Gálvez, Antonio Gallardo... Y luego, Ubrique. Y Utrera, aquella plaza sin callejón. Y Madrid. Plaza Monumental. Dos años lleva ya intentándolo cuando lo anuncian con Morenito de Córdoba, el mexicano Alfredo Leal y novillos de Pérez Tabernero. Pero la vida de los pobres es como dice El Bizco. Hasta para los pobres que quieren salir del fango de las calles del Cerro presentándose con caballos en Madrid. Y como la vida es como cantaba El Bizco, para Salvador no habrá oro de alternativa. Si aquel novillo de Alipio no lo hubiera cogido en Madrid y hubiera podido cortarle las orejas al segundo...

Toda aquella gloria de los sueños del Matadero quedó en la honesta plata trabajadora de la oportunidad que le dieron los Guardiola. Como Jaime Malaver, uno de La Algaba, se arrimó a la Casa Guardiola: "Tú vas a venir conmigo de sobresaliente ..." Y con el rejoneados Salvador Guardiola fue. Hasta aquel día de Palma de Mallorca. 1960. 21 de agosto. Un toro de Muñoz Aguilar derriba al caballero en plaza y le hunde el cráneo. Cuando Salvador Távora cuadra al toro, no sabe aún que va a matar al toro que ha matado a Don Salvador. Demasiada muerte. Allí fue el adiós de Salvador a la muerte en los toros. Allí fue el abrazo de Salvador a la vida en el cante, en el teatro. Cuanto sigue, hasta la medalla de Bellas Artes a esta voz del Cerro que es voz del cielo del pueblo andaluz, se sabe: de "Quejío" a la "Carmen" que antier noche abría su mantón de talle en la plaza de toros de Ronda, la de los toreros machos. Como Távora, que hizo pensar a Andalucía, la que divierte...

-----------Puntas del Diamante-------

EN EL OASIS.- Yo he visto a Salvador Távora cantar en El Oasis, la antigua Venta Abao convertida en cabaré, donde nadie era lo que luego fue. El vocalista era Alberto Matey el fotógrafo. Actuaba Salvador Távora, el de La Cuadra. La estrella de las cabareteras ("no te vayas a pasar, periquito") era La Franca, que era en verdad una Sofía Loren de Triana, hija de un oficial de los italianos que vinieron cuando la guerra. Ni que decir tiene que fatigas mayores que en los toros pasó Salvador en esta inicial etapa como cantante, años de Bambino en la rumba. ¿Qué hace un chico como tú, que llegará a cantar "Campesinos tristes" y "Una paloma en un almendro" y "Segaores", aquí, en El Oasis? Pues ya ves: aprendiendo a sufrir para mi "Andalucía amarga"... 

LA CUADRA.- Algún día la cultura andaluza tendrá que hacer justicia a Paco Lira, como se la ha hecho a Juan Bernabé y al Teatro Estudio Lebrijano. Ahí están las raíces del teatro de Távora. Su grupo se sigue llamando La Cuadra porque en La Cuadra empezó, aquel local itinerante de Paco Lira, que anduvo de Nervión a Guadaira, donde tanto buen cante tuvo su asiento, de los Perrate a la madre de Lole, y donde arrancó una experiencia teatral única, que luego ya con el apoyo de José Monleón fue conocida en Nancy, en Madrid, en Barcelona, en el mundo. Y despreciada en Sevilla hasta por los flamencos, que todo hay que decirlo y que recordarlo. Entonces no le dedicaban a Távora precisamente calles del Cerro ni le entregaban títulos de hijos predilectos de Sevilla. 

CAMARÓN Y CURRO.- Y en la desconocida historia de "Gitanillo de Sevilla" porque ahí están las restantes raíces estéticas de Távora. Aprendió su sentido escénico del rito de la muerte ante los toros. Liberado de la funcionalidad del compromiso del artista que con tanta dignidad ejerció durante la dictadura, el arte de Távora, a partir de "Piel de toro" (1985) parece que abre el compás y se recrea en la suerte , cargándola en los asuntos de Tauromaquia. Las "Herramientas" son ahora los sentimientos de la Fiesta. Su sueño, realizado en parte en "Carmen", de unir teatro y toro en un mismo espectáculo totémico. Aunque la muerte de José Monge impidió que lograra su sueño: unir a Curro Romero y a Camarón en una celebración teatral.

La Compañia de Teatro La Cuadra de Sevilla, en Internet

 

 

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ABEL INFANZON "LA ESE 30"

 

   


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