DIJE
no hace mucho que José María Izquierdo se equivocó como
se equivocaba la paloma de Rafael Alberti antes de colocarse
en nómina con Joan Manuel Serrat, que se colocó la tía y
no vean el dineral que se saca todos los trimestres en
concepto de derechos de autor... Dije que se equivocaba
José María Izquierdo porque dijo que Sevilla es la Ciudad
de la Gracia, y a mí me da un cierto alipori enmendarle la
plana del «Divagando» a Izquierdo, pero la Ciudad de la
Gracia no es Sevilla, sino que es Cádiz. Donde hay gracia
es en Cádiz. Aquí lo que hay es guasa. Sevilla es, por
tanto, la Ciudad de la Guasa.
Pero a Sevilla se le puede perdonar la
guasa gracias a los guasones. Los guasones subliman la guasa
con gracia y redimen a Sevilla de su pecado original.
Guasón era Casal, el Rey de los Bolsos, que se pagaba de su
bolsillo anuncios casi en camelo y en verso, para redimir
con gracia gallega la guasa hispalense. O guasón era don
Luis Toro Buiza, maestro como nadie en el arte de dar
discursos en camelo. Siendo militar como era, y en aquellos
tiempos, dio todo un discurso en camelo en la cena celebrada
como despedida a un capitán general.
Los guasones salvan a Sevilla. Una tarde
llamé a un sevillano guasón como pocos, que vive en Madrid
y que escribe como le da la gana de bien y un poco más:
Manuel Díez Crespo. Como no estaba en su casa, le dije a
Nati, su mujer, muy serio, porque para ser guasón hay que
estar siempre muy serio:
--Haga usted el favor de decirle a don
Manuel cuando vuelva que lo ha llamado Regaera.
Había pasado como media hora cuando
sonó el teléfono y lo cogió mi mujer, que había oído la
chanza anterior. Me dijo:
--Ponte, porque tiene que ser Díez Crespo. Dice que te
llama Carabolso...
Carabolso y Regaera eran pontífices
máximos, como ustedes saben, en el arte sevillano de la
gracia de la guasa. Eran los guasones que inventaron la
murga sevillana de la Alameda, una murga, por así decirlo,
sin despachos oficiales. Díez Crespo suele citar a Regaera
como elemento de autoridad. Muchas tardes, cuando hablo con
él, me dice, guasa pura:
--Oiga usted, que tengo repetido el
segundo tomo de las Obras Completas de Regaera, ¿a usted le
interesa, que lo voy a poner a buen precio?
--Me interesa si se trata de la edición
crítica que hizo Manolín, con anotaciones a pie de página
de Escalera...
--Sí, sí, la edición príncipe, por
supuesto, yo no le iba a ofrecer a usted otra cosa que no
fuera la edición príncipe...
¿Se ha acabado esta estirpe de los sevillanos guasones o
sigue todavía? Yo creo que sigue y que es admirada. El otro
día, en un banquete que se celebraba en Jerez en honor de
un sevillano, Jesús de las Cuevas dio un discurso hablando
del ingenio de nuestra tierra y citó algo que ya se ha
corrido como la pólvora. Lo guasona que es la gente del
barrio del Arenal, donde ha habido quien, para tomar a broma
todo eso de la nueva cocina vasca, ha inventado las anchoas
en leche condensada. Jesús de las Cuevas, que anda por la
Historia de Andalucía como Baldomero el tratante por la
calle Sierpes, citaba las anchoas en leche condensada como
un supremo hallazgo de los guasones sevillanos. Otro guasón
era sin duda Alfonso Décimo el Sabio, a, quien Sevilla le
gastó la broma sublime del callejero: «Calle Alfonso el
Sabio, antes Burro». Pero el bueno de don Alfonso no se
habrá enfadado. Buen guasón era cuando por armas chicas
nos dejó un acertijo, eso de N08DO.
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