ESCRIBIÓ
una sola canción en su vida, pero le bastó para que sus
versos hayan quedado en la memoria colectiva de España, con
voz de Gracia de Triana, de María Dolores Pradera, de
Miguel de Molina. La canción se llamaba «La hija de don
Juan Alba». Su música la escribió Luis Rivas. Su
letrista, sevillano también, poeta, desengañado de famas
literarias y de modas de la copla, se llamaba Francisco
Infantes Florido y acaba de morir. Hermano de un obispo,
nadie sabía que aquel señor no alto de cuerpo pero largo
de sentido del humor, que vivía en la plaza del Museo,
había escrito una canción histórica que le sobrevivirá.
Hasta ahora que ha muerto Paco Infantes
he guardado, por respeto a su persona, una historia que da
idea de la capacidad de creación de este poeta, que ni
siquiera sufrió el desprecio de Rafael de León, sino que
habitó en el olvido. Le pregunté hace diez años por la
historia de su canción y guardo como un tesoro los papeles
que me mandó. Si los publico ahora es como homenaje debido
a quien nos dio la calidad de aquellos versos de «La hija
de don Juan Alba», que estrenó Gracia de Triana. Infantes
me contaba así su creación: «Estábamos en el estudio de
Juanito Mostazo (el que compuso «Mi jaca»), Luis Rivas,
Antonio García Padilla (padre de Carmen Sevilla), Mostazo y
yo, tomando unas copas de tintorro con sus tapas. De
momento, Rivas se sienta al piano y me dice: «Paco, escucha
esta música y a ver si puedes encajarle una letra»...
Animado por las copitas y con los veinte años más o menos,
cogí una cuartilla y le hice un monstruo para medir las
sílabas que correspondían a cada verso, o sea, unas
cuantas barbaridades para encajar en los acordes que iba
escuchando».
Cuando me mandó ese monstruo Paco
Infantes, me ponía lo que pongo ahora: «Tiene usted que
cantarlo con la música de La Hija de Don Juan Alba»... O
sea, tiene usted que cantarlo recordando la letra de «La
hija de don Juan Alba / dicen que quiere meterse a monja, /
en un convento chiquito de la calle la Paloma ...» Y
cantándolo, digo yo ahora, verá usted el ingenio, la
capacidad de improvisación de un poeta: «Si tu puñetera
hermana/ va a ver al cura todas las tardes/ a decirle las
mentiras/ y los pecados callarse, / aunque tu madre se
oponga / la niña irá a confesarse, / y ya se ha comprado
un velo / para la cara taparse./ Si tu puñetera hermana /
va a ver al cura todas las tardes./ Y cuando sale de noche,
/ sale de noche a confesarse,/ dentro de la sacristía la
espera el cura / que está. que. arde. / Dentro la
sacristía / el cura espera, el cura espera ,/ con un cirio
¡madre mía! / que tiene el pobre / ¡que vaya tela! / Si
tu puñetera hermana ... »
Me imagino la escena y me imagino un
prodigio gaditano que se obró. Luis Rivas me confesó que
su música de «La hija de don Juan Alba» era, en realidad,
un tango de Cádiz, inspirado en sus carnavales. Y miren por
dónde, cuando Paco Infantes oye aquella música en el
estudio de Juanito Mostazo, salió lo que tenía que salir:
el Cádiz que el tango llevaba dentro. Esa letra del
monstruo, inédita hasta hoy, es un tango anticlerical de la
mejor tradición del Carnaval gaditano. Demuestra, primero,
el poder creador, la gracia de Paco Infantes; y, después,
como desde ese infierno sabe el poeta remontarse al
refinamiento de la letra definitiva de «La hija de don Juan
Alba», canción espléndidamente estructurada, redonda,
delicada, perfecta.
Bueno, pues nada de esto sabe la gente. Ni que tan bella
canción nació entre bromas, ni que su autor era Paco
Infantes Florido. Claro que lo que nadie le iba a decir a
Paco Infantes, cuando en el tinto del estudio de Mostazo
escribía acerca del cirio del señor cura, era que andando
el tiempo la gente, en los olvidos de España, no lo iba a
conocer como el autor de «La hija de don Juan Alba», sino
como el hermano del obispo de Córdoba. Y ese cirio de la
crueldad de España, ¡madre mía!, sí que tiene tela....
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