Antonio Burgos / Memoria de Andalucía

El Mundo de Andalucía, 1 de febrero de 1997

Antonio Burgos

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Carnaval disfrazado de Fiestas Típicas

 

Lo metieron en el mismo saco que a comunistas, anarquistas, republicanos y masones. Prohibieron el Carnaval. Y en plena guerra civil. Con la de cosas en que tendría que pensar Franco durante la guerra, estaba en todo su fregado la batalla del Ebro cuando en 1938 publicó su decreto de prohibición del Carnaval. ¿Qué mejor Carnaval que el Carnaval de la realidad, aquel desfile de máscaras a pie de los falangistas disfrazados de fascistas de Mussolini, los obispos saludando brazo en alto y los militares con los picos de la camisa azul por fuera del cuello de la guerrera de su uniforme? Como el Betis en Sevilla, el Carnaval fue en Cádiz el gran derrotado en la guerra civil. Para valorar la importancia de la prohibición para la Cuna de la Libertad hay que recurrir a la ucronía. Era como si los republicanos hubieran ganado la guerra y hubiesen prohibido en Sevilla la Semana Santa. En la dictadura no tenían sitio las transgresiones.

Y como un dicho del propio dictador asegura que no hay mal que por bien no venga, el Carnaval de Cádiz existe gracias a la explosión del depósito de minas de San Severiano, ocurrida en 1947, en aquel agosto trágico andaluz en que días después un toro mataría a Manolete en Linares. La explosión costó a Cádiz doscientos muertos y la destrucción de gran parte del caserío extramuros de las Puertas de Tierra, cuyas murallas evitaron que la onda explosiva hiciera mayores daños en el interior del casco antiguo. La explosión, en la que hasta le escatimaron la Laureada de San Fernando al héroe de Cádiz, Pery Junquera, quien evitó una segunda deflagración del depósito de minas, fue asunto absolutamente tabú. Vistió a medio Cádiz de luto. Llevó la tristeza a la ciudad de la alegría. Tanto, que el gobernador civil, Carlos María Rodríguez de Valcárcel, pensó que había que levantar los ánimos. Tenía sobre la mesa un informe que le hizo un técnico de propaganda de Falange, García Cernuda, luego censor en Sevilla. Cernuda, padre de la periodista Pilar Cernuda, había conocido a viejos coristas de la ciudad, supervivientes de la guerra, de las cárceles y de los fusilamientos de la plaza de toros. Los viejos carnavaleros le habían mostrado su deseo de volver a sacar un corito en alguna velada de verano. Cernuda pensó, y convenció de ello a Rodríguez de Valcárcel, que eso podía levantar los ánimos de la población. Y así fue cómo se permitió, fuera del Carnaval, en las fiestas del verano, que aquel coro de veteranos volviera a cantar viejos tangos. Había garantías políticas. Entre los coristas figuraba Joaquín Fernández Garaboa, El Quini, totalmente adicto al régimen, ex-combatiente de la División Azul, que hasta en la estética marinera de la ciudad se había tatuado en el brazo el escudo de la Falange.

Y tanto levantaron los caídos ánimos de Cádiz los coristas con sus viejos tangos de Los Claveles, y tanto gustó el género a Rodríguez de Valcárcel, que el gobernador se las ingenió para recoger el sentir popular, apoyar la iniciativa municipal y conseguir que el gobierno de Madrid permitiera una resurrección del Carnaval según la ideología dominante. El espíritu de la ciudad se impuso de tal forma que fue disfrazado el propio Carnaval, con el tipo ocasional de Fiestas Típicas Gaditanas. A los coros se les consentía salir, pero poco menos que en la estética de coros... y danzas. Las Fiestas Típicas fueron como un Carnaval con los pololos de la Sección Femenina. Por supuesto que sin máscaras en la calle (cosa que tampoco ha sido nunca muy gaditana que digamos), y sin disfraces en el pueblo, sólo en las agrupaciones. En el dirigismo cultural de la época, fueron unas fiestas más del Ayuntamiento que del pueblo, que las insertó en una estética entre Juegos Florales y Fiesta de la Vendimia, con reina de las fiestas, que era siempre la hija de un ministro, y cabalgatas como las que don José León Carranza, el gran impulsor, junto con el concejal Vicente del Moral, había visto en Niza.

Gracias a las Fiestas Típicas el Carnaval se salvó y vivió una de sus etapas de mayor esplendor. Quirós en los coros, con el tango Gaditana de La Fantasía y un figura singularísima, Paco Alba, superan en calidad al Carnaval anterior a la guerra. Se las llevaran a mayo, como ocurrió en la etapa del desarrollismo, cuando Carranza quiso inventar una feria carnavalesca de casetas con chirigotas; o las mantuvieran, como al comienzo, en febrero, las Fiestas Típicas recuperaron a los viejos coristas y chirigoteros, que volvieron a su concurso del Falla y a sus actuaciones por la calle, y produjeron la universalización del Carnaval, con agrupaciones que gustaron a toda España, recuérdense Los Beatles de Cádiz de Enrique Villegas.

Hubo en las Fiestas Típicas una figura singular, protegidísima por el Ayuntamiento, que ya es un símbolo de la ciudad y de su Carnaval. Me refiero a Paco Alba. Siempre he tenido a Paco Alba por una figura paralela a la de Antonio Mairena. Mairena utilizó el proteccionismo municipal sobre el flamenco durante el final de la dictadura para dignificar el cante, sacarlo de las tabernas, recopilarlo en un libro junto con Ricardo Molina, redimir a los artistas de su servidumbre de los señoritos. Algo similar hace Paco Alba con el Carnaval. Utilizando elementos de los coros, dignifica la chirigota y crea un género que habría de hacer fortuna: la comparsa. Utiliza el proteccionismo municipal del que es beneficiario para sacar a los chirigoteros de la triste actitud mendicante del postulante pidiendo cuatro perras por las tiendas de montañés con una manga de café. Graba discos, lleva las comparsas a Madrid, hasta se la presta a Pemán para el coro teatral de La viudita naviera. Escribe coplas que quedan para la memoria de un pueblo, como el pasodoble al vaporcito del Puerto. Crea tipos que son ya arquetipos, como Los Hombres del Mar. Igual que Napoleón no entró en Cádiz, la dictadura no pudo conquistar el Carnaval, disfrazado de Fiestas Típicas. De la guerra de la Independencia nos queda el símbolo de Lola la Piconera. De la victoria del Carnaval sobre las Fiestas Típicas, el símbolo de Paco Alba.


 

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