Antonio Burgos / El Recuadro

ABC de Sevilla, 7 de junio de 1983

Antonio Burgos

El perro de las procesiones

Perro callejero ante la Puerta de San Miguel, en la procesión del Corpus de Sevilla de 1983
Perro callejero ante la Puerta de San Miguel de la Catedral, en la procesión del Corpus de Sevilla de 1983 (Pinche sobre la foto si desea verla a su tamaño)

Era el día del Corpus. Pongan en su recuerdo olor de romero, sonido de campanas altas, de vencejos cortando el aire de las agujas góticas de la Catedral. Estaba saliendo la procesión por la Puerta de San Miguel, esa película que Fellini nunca rodó, pero que nos deja cada mañana de junio. ¿Han visto cuánto Fellini, cuánto Valle Inclán, cuánto Velázquez hay en las caras, en las barrigas, en los andares de la procesión del Corpus? Sacristanes cojos, capillitas gordos y mofletudos, la color cerúlea del sevillano viejo que nunca iba a la playa ni le daba el sol.

Era el día del Corpus, pero el hecho se repite siempre que hay en Sevilla una bulla, una banda, una procesión. Cuando más solemne estaba todo siendo representado en el gran teatro del mundo sevillano, apareció el perro de las procesiones. Siempre aparece un perro en las procesiones, en las primeras piedras, en los discursos más solemnes. Un perro callejero, aturdido, que se mete entre los chaqués y las condecoraciones y que nos conecta con la realidad. Estoy seguro de que es Valdés Leal, de ordenada mano de Miguel Mañara, quien manda este perro a las procesiones de Sevilla, a los más solemnes cortejos. El perro, de pronto, lo desconcierta todo. Sic transit gloria mundi. Ya nadie se fija en las autoridades, ni en los venerables varones, ni en las santas efigies. El perro es, por un instante, el dueño de Sevilla, si es Sevilla aquello que se nos está ofreciendo ante los ojos, que quizá no lo sea, que el sueño de la razón engendra monstruos de Fellini, Mama Roma Triunfante en Animo y Grandeza, Aires de Mamma Roma Andaluza. Se rompe el silencio. Y siempre son los niños los que hablan:

-- ¡Mira, mamá, se ha colado un perro!

¿Se ha colado un perro, o son los demás los que se han colado, siendo el perro el amo y señor absoluto de la mañana en flor, con altas campanas y vencejos que cortan las agujas góticas de la Catedral? La realidad es que el perro es el eje del teatro durante unos instantes. El perro de las procesiones, que parece siempre el mismo, nunca es el mismo. Como la autoridad envarada de las procesiones igualmente, que nunca es la misma, aunque siempre parece la misma. ¿Quién le debe su papel a quién? Si no surgiera de entre la bulla el perro, no nos daríamos cuenta de la solemnidad rota. El perro es el que nos hace ver la solemnidad, como el mastín que pinta Velázquez en Las Meninas es el que nos da un punto de referencia en la representación de las entretelas del poder. Estos perros de las procesiones parecen como escapados de retratos de corte, como si acabaran de llegar de los pies de un lejano personaje con casaca, escopeta y sombrero de tres Picos. ¿De dónde vienen los perros de las procesiones? ¿Adónde van los perros de las procesiones? Entran en el cortejo, es como un relámpago, una meditación de la muerte:

Y al instante desaparecen. Son perros sin edad, que vuelven a los hondones del tiempo. Son perros eternos. El perro que vi la otra mañana ante la Puerta de San Miguel seguramente sería el mismo que se coló en la Plaza de España cuando Don Alfonso y Doña Victoria Eugenia estaban inaugurando la Exposición Iberoamericana para que Alfonso Grosso los pintara en el cuadro que está ahora en casa de María Nervión. Tengo que ir un día a casa de María Nervión a ver ese cuadro. Seguro que allí, junto al Infante Don Carlos y junto a Cruz Conde, está el eterno perro de las procesiones de Sevilla como único punto de referencia a la realidad.

(ABC de Sevilla, "Sevilla al día", martes 7 de junio de 1983)


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