Antonio Burgos

 
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Curro Romero, El Juli, Javier Castaño: palabras de Antonio Burgos en la entrega de la "Oreja de Oro" de "Clarín" de Radio Nacional de España

Acto celebrado en el Hotel Colón de Sevilla, 4 de mayo del 2001 

Juan Lafita era un cultísimo periodista de los comedios del siglo, en una Sevilla de riadas y de Manolo González, de tranvías y de Manolo Chicuelo. Juan Lafita tenía un gran sentido del humor. Y tan culto era que, degenerando, degenerando, como el banderillero de Belmonte, llegó a director del Museo Arqueológico. Por sevillano a carta cabal, Juan Lafita era un virtuoso de la guasa con su chaqueta blanca de hilo y su corbata de lazo en aquella Sevilla de la camisa morada del hábito del Señor del Gran Poder de Enrique Vila. Y cuando entró la moda de que todo el mundo se pusiera en las tarjetas de visita vanidosa y pomposamente sus títulos académicos y sus ocupaciones, Lafita repartía por Sevilla unas en las que ponía: "Juan Lafita, ex-pasajero del vapor "Victoria", vacunado directamente de la ternera."

Me invitaron los amigos de Radio Nacional para que diera hoy aquí, qué horror, el pregón de la Oreja de Oro. Gracias a que le dije que se habían confundido, que no gasto pregones, que en la Sevilla taurina el verdadero pregón lo da en la calle Adriano el tío que vende viseras para el sol del tendido 12 o los que por la sombra pregonan lo de "oiga, la Coca y la Falta" o "Al rico bombón helado vitaminado, por los médicos recomendado"... Gracias a mi ruego, han puesto en las cédulas de convite simplemente que presento este acto. Pero no sé a título de qué, con la de la doctores que tiene la Santa Iglesia del Toreo y la de doctores Ríos Mozo que tiene la Santa Iglesia de la Afición según Sevilla. Así que me veo ahora repartiendo unas tarjetas de visita como las de Juan Lafita, con los dos únicos títulos que me autorizan a hablar aquí: "Antonio Burgos, abonado de la plaza de los toros, oyente diario de "Clarín" de Radio Nacional de España".

Como abonado de Sevilla empiezo por agradecer a la cuadrilla de "Clarín" y muy especialmente a su director de lidia y cabeza de cartel, don Fernando Fernández Román, este detalle torero (aquí que apreciamos tanto los detalles) de entregar cada año sus trofeos precisamente en nuestra ciudad, en estos gloriosos días en que nuestro mágico almanaque hace que la Feria de Abril se celebre en mayo, lo mismo que nuestra aritmética de las maravillas establece que los seises son 10 y nuestra geografía de los prodigios hizo nacer al Pasmo de Triana en la calle Feria. Cuando otras ciudades ronean de primeras plazas del mundo, aquí en Sevilla no entramos en competencias, y simplemente nos extremamos en atender a los que, como los amigos de "Clarín", vienen cada Feria a reconocer que después de Sevilla, naide, y después de nadie... pues que ellos se peleen entre sí. Jesús Quintero dice por Carnavales que en Cádiz hay que mamar. En temporada de toros, quizá hasta nos podamos ahorrar el peaje de la autopista.

EL MÉRITO DE "CLARIN" 

Tiene mérito "Clarín" en su veteranía de cuarenta años de alternativa en el ruedo de la radio. Tiene valor, en el sentido taurino y en el sentido civil de la palabra. Es la excepción que confirma la regla de que en este mundo globalizado, computerizado, virtual, informático, cibernético, electrónico y todos los esdrújulos que ustedes quieran ponerle como banderillas de lujo, la sociedad de la información no ha llegado a la Fiesta Nacional, a la que cada vez se le da menos sitio y menos distancia, será que la quieren ahogar para que no tenga un pase y junte las manos cuanto antes.

No hay nada más difícil en España que enterarse cómo ha quedado una corrida de toros. Los informativos horarios de todas las radios te repiten cómo ha quedado la Real o el Depor, qué ha dicho en la campa el cura arrepentido cómplice de los asesinos, cuántos muertos ha habido en las carreteras. Pero no hay forma de enterarse cuántas orejas ha cortado Julián López o cuántas Javier Castaño. Y ni se te ocurra acudir al teletexto de Televisión Española, que se abre de capa con mucho "petit point" informático de una plaza y un torero, pero apenas te pondrán el cartel de una sola corrida, la que se lidió... ayer. Menos mal que nos queda la fiel infantería informativa y crítica de "Clarín", que aunque sea a las 12 menos 25 de la noche y por Radio 5 en los días que hay fútbol, te permite enterarte al menos de los telegramas del teletipo de las amapolas del toreo.

Hay en España un lamentable complejo de inferioridad ante la Fiesta Nacional, no sé si por Nacional o por Fiesta, complejo que llega desde las más altas y profesionales instancias del Reino hasta el mundo de la información. Parece como si muchos estuvieran deseandito que a las corridas les metan una directiva ecologista europea hasta los gavilanes. Ya digo que mientras te repiten los doses y las equis de la quiniela por tierra, mar y aire, aquí no tienes forma de enterarte de cómo han estado los toros. Radio Nacional rompe este complejo, y no condena a los toros al cuarto de los cabales de la madrugada, a las mismísimas tantas, como otras cadenas, que tendrían que dar con la emisión el chocolate y los calentitos; ni lo limita, como Televisión Española, a las grandes ferias. Aunque, eso sí, día que hay jornada de fútbol, a los oyentes aficionados fieles a "Clarín", que nos vayan dando por debajo de la penca, que ni toros ni nada: a nuestra hora de las 10 sigue el cachondeíto en La Condomina.

Yo que me aficioné a los toros leyendo las crónicas de K-Hito sobre Pepín Martín Vázquez en el "Dígame" y viendo las fotos que Botán le hacía a Paquito Muñoz en "El Ruedo", mantengo ahora la llama de aquella ilusión cada noche gracias a "Clarín", que lo mismo me lleva al túnel de la puerta de cuadrillas de la México en la voz del hijo de mi amiga Carmen Madrazo, que me da la visión global de la España taurina en el cuidado y completo trabajo de esa cuadrilla del arte que forman Federico Arnás, Javier Hurtado, Carlos Ruiz Villasuso, Sonsoles Martín, Belén Plaza, Andrés Prieto y Juan del Val, nombres que son para nosotros tan familiares como José María García o José Ramón de la Morena para los de esa usurpadora fiesta sociológica nacional que es el fútbol.

"CLARIN" EN RADIO EXTERIOR DE ESPAÑA 

Y ya que he hablado de la América taurina, permítanme los directivos de Radio Nacional una queja de oyente viajado. Fernández Román dice cada domingo que "Clarín" se oye por Radio Nacional y por Radio Exterior de España. ¿Cuándo se puede oír por Radio Exterior, hijos míos de mi alma, a qué hora del meridiano del Distrito Federal o de Los Angeles, de Londres o de Zurich? A ver si nos lo decís en la revista "Ronda" de Iberia, como las frecuencias de Radio Exterior. Es que está uno por esos mundos, se lleva el transistor de ondas cortas para ver cómo han quedado Fermincito o el sobrino de Gregorio Cruz Vélez, sintoniza ilusionado Radio Exterior después de muchas fatiguitas de dial digital, y salen siempre "Españoles en la mar" o un programa del Centro Emisor de Canarias donde dan perfectamente la receta de las papas arrugás. Querido Javier González Ferrari: a ver si llegan estas palabras hasta el Sanatorio de los Toreros de tu convalecencia, que deseo corta, después de la corná que te has llevado de un toro del hierro de Los Divertículos, que suena como a ganadería de la Asociación de los que compran los nuevos ricos. A ver si conseguimos oír "Clarín" por Radio Exterior, querido González Ferrari, incluido el noticiario de las 11,35 de Radio 5 en Tiempo Universal Coordinado. A ver si en vez de los "Españoles en la mar" nos salen los toreros españoles en la plaza del ancho ruedo ibérico, y a ver si en vez de las papas arrugás nos sale la muleta planchá de ese Tomás prohijado y proclamado por Sevilla como el nuevo Aquinate del escolasticismo de la Fiesta.

Razones todas de "Fernando, norabuena por tu pograma" por las que, para los oyentes de "Clarín", estas "Orejas" de Oro y de Plata, como los vestidos de los hombres del toro, que hoy se entregan son algo nuestro, de cada noche tras el informativo de las 10, con esas palmas a compás de una sintonía en la que si suena una flauta no es por casualidad, sino por trabajo, por entrega, por afición. Me gustaría que mis palabras de simple, mas asiduo, oyente del programa sonaran a este compás de palmas, de ovación, de pañuelos, en la obligada y grata "laudatio" académica de la terna de premiados: Julián López, Javier Castaño y Francisco Romero.

JAVIER CASTAÑO 

Como tantas veces, recoge la Oreja de Plata un novillero que en las velocidades que vivimos ya viste el oro del doctorado, teñido en el caso de Javier Castaño por la sangre de su alternativa en San Sebastián. No hace falta decir que nació en León, porque un león ha sido Castaño de la novillería andante. Aquella tarde de su presentación en Sevilla, cuando la cornada de Saavedra y las siete mil horas para devolver un novillo a los corrales, Castaño le hizo decir a uno: "Tiene un valor que asusta". ¿Y el temple que tiene no le asusta a usted, amigo? Javier Castaño ha llevado durante la temporada el peso de la novillería, esa especie torera en trance de extinción por culpa del 33 por ciento y de los ponedores. La situación de la novillería en la Fiesta es como si en el fútbol sólo hubiera partidos de Primera División, y como si a los jugadores de Segunda y de Tercera les obligaran a pagar el balón de su bolsillo para poder ponerse la camiseta. Como aficionado de los tiempos del "Dígame" y "El Ruedo" y del blanco y negro televisivo de un Lozano Sevilla con brindis de Jaime Ostos, añoro aquella época en que se pasaban temporadas y temporadas de novilleros unas parejas que se llamaban Antonio Ordóñez y Manolo Vázquez, Julio Aparicio y Miguel Báez, Antonio Montero y Pedrés. Ahora no hay bolsillo de padre que resista la novillería. Que un muchacho triunfe ahora como novillero sin que le embarguen el hipotecado piso a su familia y que llegue entre éxitos a matador de toros merece el reconocimiento de la Oreja de Plata, y nada digo si es encima con el valor y el temple de Castaño.

EL JULI 

La Oreja de Oro de Julián López nos es especialmente grata a los aficionados de aquí, que sabemos que Sevilla le debe una Puerta del Príncipe desde aquel toro de Jandilla del 23 de abril de hace dos ferias. De las dos puertas que tienen las plazas según aprendimos de las divinas enseñanzas esenciales del señor Romero una tarde en que abrió la grande de Madrid, Julián López salió en Sevilla por la no menos honrosa puerta de la enfermería. Por allí le vimos entrar, sintiendo su misma contrariedad, los que le admiramos en su técnica perfecta, en su valor, en su capote novohispano, en su afición, en sus ganas de que le valgan todos los toros, pues le cabe el Cossío en la cabeza como a Fraga el Estado. Para nosotros, desde aquella tarde, ya salió por la Puerta del Príncipe que Sevilla le debe y que ojalá esta misma tarde le abone en cuenta sin más tardanza... y con intereses de dos años de triunfo al tipo del Mibor del pundonor y con el TAE de la renta fija de seguir llenando las plazas. El hijo de aquel platero de San Blas, el entrañable niño torero que ahora enamora a las hijas de las mujeres a las que enterneció en su sentimiento de madres, se ha hecho un hombre en todos los sentidos, empezando por el taurino, de la palabra. Enhorabuena, Julián, por esta oreja, que su padre mejor que nadie, pues fue platero antes que fraile del convento del toreo, sabrá que es de oro de ley, ganada a ley en este mundo terrible y a veces cruel de la Fiesta donde nadie regala nada.

CURRO ROMERO 

Y al final, pero no el último, el tres veces excelentísimo señor don Francisco Romero López. Nada me atrevo a decir sobre su arte infinito y perdurable, esencia del toreo y de una filosofía de la vida dentro y fuera de los ruedos; sólo una matización y un agradecimiento. La matización es que como profeso de la fe del currismo desde que tenía pantalón corto, me parece, querido Fernández Román, que le habéis hecho la jangá a Romero, porque al Faraón nunca le han gustado las orejas... ni aunque sean de oro. Así que permíteme este matiz literario de hacerle ver a don Francisco que la alquimia de la magia de su arte y de su simbólica unión consustancial con Sevilla, como desde el martes recuerda un azulejo en el patinillo de su casa del Arenal, hace ahora que esta Oreja de Oro se convierta en ramita de romero para su nombre de mito y leyenda en la Historia del Toreo.

Y el agradecimiento. A los dos, a Fernando y a Curro, por aquel detalle de arte, de verdad, de belleza, de emoción, de vida, de la inolvidable noche del "Clarín" del domingo 22 de octubre del año 2000. ¡Qué noche la de aquel día de La Algaba! Gracias al milagro de la radio, por vez primera asistíamos todos a una retirada en vivo y en directo, como si fuéramos el leal Gonzalito en el cuarto de un hotel. En los silencios de Romero antes de anunciar la mala nueva, no el que se iba a ir, sino que ya se había ido, conforme avanzaba la entrevista de Fernández Román aquella noche de octubre de La Algaba, hasta pudimos entender cómo se producían esos sentimientos, esos pensamientos, esas fatigas de muerte, ese repeluco de nada menos que la soledad de un hombre en el bloque de pisos de Ciudad Expo que lleva el nombre de "Egipto" y que por esta magia de Sevilla es morada de un Faraón. Siempre supimos que Romero se iba a ir así, en soledad y en silencio. Que todo iba a ser como ya canta la copla que lleva el río de Antonio y Rafael:

Se fue sin hacer ruio...

Pero nunca podíamos sospechar que gracias a "Clarín" íbamos a ser testigos del instante mismo en que, sin hacer ruío, Romero tomaba la decisión que, dios de la Bética vencedor del tiempo, tuvimos durante mucho tiempo la esperanza de que nunca llegara.

Aquella noche, en la radio, se hizo el silencio de la verdad. Un silencio de campo con romero.

Aquella noche, la radio se llenó de vida.

Y del mismo modo que su capote paró el reloj una tarde en la plaza de Granada, o con un sobrero de Tassara en Sevilla, o con un vino oloroso de Domecq en Jerez, o con los endecasilábicos muletazos a un "Soneto" en Madrid, con sus palabras y con sus hondos silencios aquella noche de La Algaba hasta se pararon las señales de las 24 horas de Luis Rodríguez Olivares.

Gracias, Fernando Fernández Román, gracias, señor Francisco Romero, por habernos permitido vivir en aquella noche inolvidable, en el directo de la radio, esta verdad de la vida que siempre ha sido, es y será la Fiesta.

He dicho.

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