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El pelmazo del Ave

 "Cuando viaje usted en el Ave, no se preocupe de pedir pasillo o ventanilla; pida mejor asiento sin pelmazo al lado "

Siempre ha habido una extraña y soterrada vinculación entre Francia y Rusia. Suena la música solemne de "1812" o suena la sinfonía trágica de 1917, y mientras los grandes duques rusos se colocan de taxistas en París, los soviéticos ponen su Louvre sin pirámide en el Ermitage. En esta extraña relación, los franceses han solucionado el problema que tienen los rusos con la momia de Lenin. Los franceses, oh, lá, lá, han logrado que sus momias anden, pronuncien discursos, firmen tratados, impongan la Legión de Honor a Indurain. Hablo de la momia de Mitterrand, que tiene de bueno que para admirarla --es un decir-- no hay que hacer cola en la Plaza Roja. España ha sido visitada por la momia de Mitterrand del mismo modo que cuando yo estaba en el colegio los jesuitas trajeron el brazo de San Francisco Javier, o Franco paseaba el brazo de Santa Teresa, reliquia ciertamente con nombre de dulce de monjas que te venden por el torno : " Ave María Purísima, sin pecado concebida, hermana, déme usted una cajita de brazos de Santa Teresa, están riquísimos, hijo, los acabamos de sacar del horno..."

La momia de Mitterrand ha firmado con la esfinge de González un

acuerdo para unir Francia y España con el Ave. Veinte mil millones del ala del Ave, incluido túnel entre Perpiñán y Figueras. Ya tiene usted, pues, otro Ave del que huir. A pesar de su alta velocidad, de su comodidad, hay que huir del Ave. Por salud mental. Para ir y venir a Madrid a hacer los mandados de cada semana, me he borrado del Ave y he vuelto al avión. De momento, por muchos elogios que hagan de su velocidad, si vas y vienes en el día tienes que echar cinco horas. Cinco horas son casi una jornada de trabajo en los dominios de Mercé Sala, la que, como no bebe, conduce. En el avión, con cuarenta minutitos por cada viaje te solucionas la cuestión, y hasta te mandan a tu casa las tarjetas de embarque si viajas en esa cursilería que es llamarle ahora business a lo que en precioso castellano se decía preferente. Claro que el Ave encanta a los ejecutivos que se dedican al yupillaje, que dice el diputado Antonio Romero. Ejecutivos de los que hay que huir, porque te pueden caer al lado. Otro neoconverso del avión frente al Ave, el arzobispo de Sevilla, fray Carlos Amigo Vallejo, que tiene un franciscano sentido del humor, me lo dijo en Barajas un día en que venía de la Conferencia Episcopal:

-- Mire usted, Burgos, el Ave es para los nuevos ricos. El avión es para nosotros, los ricos de toda la vida...

En el avión estás a salvo de lo peor del Ave, que es el pelmazo. La más alta tecnología punta no ha podido acabar con el tío pesado. No sé como se las avían, pero siempre te dan asiento con derecho a pelmazo. Cuando viaje usted en el Ave, no se preocupe de pedir pasillo o ventanilla; pida mejor asiento sin pelmazo al lado. Por ejemplo, cuando Rocío Jurado coge el Ave, siempre la cae al lado Isabel Pantoja, que ya es caer, con lo grande que es el mundo... Yo no he tenido esa desgracia de caer al lado de la Pantoja, pero me han tocado pelmazos de toda clase y condición, especialmente de Clase Club o Clase Preferente. De los que estaban a favor de mis artículos y de los que estaban en contra. De los que les encanta lo que escribí de Curro Romero y de los que son partidarios de Espartaco. En dos horas y media, antes de que llegues a Brazatortas, el pesado te ha contado ya su vida. Suele ser un antiguo compañero de los jesuitas, quien te dice:

-- Tú no te acuerdas de mí, porque yo estaba dos cursos por debajo del tuyo y los mayores nunca os acordáis de los pequeños, pero...

A este tío que está aquí le han caido al lado, de Sevilla a Madrid y viceversa, promociones enteras de antiguos alumnos jesuitas, ya todos calvos y barrigudos, que lo han desconcertado con sus motorolas. Porque el pesado, eso sí, va con motorola. Coge, la abre como Gary Cooper sacaba el Colt 45, y dice la frase enigmática:

---- Encarnita, ¿ha llamado alguien?

Tú llevabas esos papeles que querías ver en el tren antes de llegar a la reunión que tenías en Madrid... Qué iluso... Con el pelmazo, antier por la mañana vas a poder ver los papelitos. El pelmazo no te deja, charla que te charla. En el taxi, en el taxi desde Atocha tienes que echarle un vistazo y un sartenazo a los cuatro papelitos, porque el pesado no te dejó ni abrir la cartera. Y si es usted empresario, da la casualidad de que el pesado tiene siempre una niña que ha terminado Biológicas, ¡con un expediente magnifico!, y quiere que la coloque en su empresa constructora, por coj...inetes de las ruedas del Ave. El empresario Javier Benjumea Llorente, partidario del avión, me ha dado la clave: "Mira, en el peor de los casos, el pelmazo de avión dura sólo cuarenta minutos de vuelo y en el Ave lo tienes que aguantar dos horas y media; pero en el avión además no hay pesado, porque la gente, con el miedo a volar, no habla". Claro que nadie como Carlos Oriol Ybarra, el marqués de Méritos, quien haciendo honor a su título ha descubierto lo mejor: se suele llevar a un empleado en cada viaje, con quien despacha asuntos de trabajo. Como la mancha de la mora con otra verde se quita, a eso le llamo yo viajar en el Ave con pelmazo puesto.

 

Sobre el Ave, en El RedCuadro:

La tribu de los motorolos 

Azafatas con minifalda y sin Manolo Escobar 

El Ave y el PER del famoseo

Lo peor del Ave

La venta a bordo del Ave

Cuando el Ave era el Talgo

El revisor del Ave

Desierta España

 

BCH en Internet

 


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