Soy
de los españoles que no hemos hecho en nuestra vida otra cosa
que hartarnos de estudiar inglés, sin que hayamos conseguido
aprenderlo nunca no ya bien del todo, sino ni medio bien. Y
desde siempre, no de ahora, que es facilísimo que tal ocurra,
con esas academias que cierran de la noche a la mañana, dejando
al alumnado tal como otros hemos conseguido después de
larguísimos años de ímprobos esfuerzos con toda clase de
cursos, manuales, discos, vídeos y cursos por correspondencia.
No saber inglés es la mejor forma de ser medio analfabeto en la
sociedad que vivimos. Los cacharros y cachivaches de los
maravillosos inventos ya ni se molestan en traducir sus teclas
de manejo. Todos sabemos que le das al "on" y
enciendes el equipo de música, y que cuando la lavadora acaba
su ciclo has de pulsar el "off". Las tallas de la ropa
maravillosa que nos compramos vienen en inglés y nos parece lo
más normal del mundo. Todos hemos aprendido el curso de inglés
práctico de saber que S es la pequeña, por "short";
que M es la mediana, pero no por M de mediana, sino por M de
"medium", en inglés; que L es la grande, de "large"
y que XL es la espantosamente grande, por "extra large".
Tal familiaridad tenemos no sólo con el inglés, sino hasta con
sus iniciales, que sabemos distinguir perfectamente la L de la
talla de la gabardina maravillosa que nos hemos comprado tirada
de barata en las rebajas y la L que lleva en un rectángulo el
coche de enseñanza de la autoescuela, que no es L porque la
señorita alumna que va dentro sea de talla grande, sino por L
de "learning", de aprendiendo.
En cada edición del
Diccionario, la Real Academia admite y consagra el uso de una
tacada de voces inglesas que son ya como de la familia, como de
toda la vida. Algunas veces las castellaniza, escribiendo
güisqui o bluyín tal como suenan, en vez de "whisky"
o "blue jeans". Suele producirse ese respaldo
académico bastante tarde, cuando la palabra inglesa no
solamente se usa, sino que ha desbancado a su traducción
española. En estos días de Pasarela Cibeles lo he observado
con dos palabras de moda en el mundo de la moda:
"glamour" y "fashion". Lo fashion es hablar
del glamour, no del encanto, el atractivo, el hechizo, que es lo
que acabo de ver en el Diccionario Collins que significa en
inglés "glamour". El glamour es decir que un
diseñador, un tipo de vestido o un color están o son
"fashion". Es completamente fashion decir
"fashion" y nunca moda, buen gusto, estilo, que es lo
que significa, según acabo de ver en el Diccionario Collins,
que al paso que vamos acabar� sustituyendo al de la Real
Academia Española.
¿Son exactas esas
traducciones? El olfato de las claves de nuestro tiempo me dice
que no muy exactamente. Cuando los españoles tomamos una
palabra inglesa, la solemos llenar de contenido nuestro y
castizo. Me parece que la dejamos irreconocible de significado
hasta para los propios ingleses o americanos que la inventaron.
Les pasa a las palabras extranjeras como al jamón de York. En
Nueva York no hay jamón de York. No se le ocurra pedir jamón
de York en la tostada de la merienda; all� en Nueva York el
jamón de York es jamón de Virginia. Como aqu� el
"glamour" no es exactamente el encanto de los
ambientes refinados de Estados Unidos. Aqu� el glamour es lo
contrario a lo cutre, a lo burdo, a lo hortera. El glamour es
como aquello que decía el fundador de El Corte Inglés, don
Ramón Areces, cuando invitaba a sus amigos con toda
esplendidez:
-- Que no huela a miseria por
ningún lado...
Eso aproximadamente tiene que
ser el glamour entendido a la española. Yo no s� en ese Nueva
York donde al jamón de York le dicen de Virginia, pero aqu�
glamour, más que a encanto, atractivo o hechizo, suena a lujo,
a refinamiento. Glamour es una palabra que parece que tiene
puesta una chaqueta de lam� y una falda larga, negra y
elegantona. Entender as� el glamour, a la española, es lo
fashion. Fashion que no suena solamente a moda o a tendencia,
sino a aquello que toda la vida de Dios se llamaba "estar
en el ajo". O a lo que hace apenas unos años era alabado o
vilipendiado, según, bien con la etiquetas de estar
"in" o bien con la de quedar "out", que eran
como las teclas del "on" y el "off" del
equipo de música, pero en materia de estar a la última y de
enterarse por dónde van los tiros. Los tiros largos del glamour
de lo fashion o del fashion del glamour, que, como del inglés
que he estado estudiando toda mi vida, tampoco me acabo de
enterar muy bien, como habrán comprobado ustedes.
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