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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3063 - 24 de abril 2003                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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El caballo tiene 16 años, es de raza lusitana, de capa negra. Cuatralbo, con una estrella de cordón corrido en la frente. De grupa y dorso fuertes, cuello desarrollado y cabeza acarnerada. Procede de Veiga y tiene el hierro de Joâo Batista. Es nieto de "Firme", hijo de "Nilo" y sobrino de "Opus" y "Neptuno". Hace doce años, su propietario, el caballero don Pablo Hermoso de Mendoza Cantón lo compró por 400.000 escudos en la feria portuguesa de Golega. Venía enfermo. Padecía unas úlceras creadas por las larvas de un parásito sobre los cascos que le hacían sangrar. Su dueño lo llevó a sus tierras navarras. Lo curó. Lo domó para el último tercio de la lidia y luego para las banderillas. Y el que venía de caballos toreros, figura se hizo.

Estoy hablando de "Cagancho", el más legendario de los caballos toreros, continuador de la estirpe de la "Espléndida" de don Alvaro Domecq o "Cabriola" de Angel Peralta. "Cagancho" ha estado doce temporadas en activo. Ha participado en más de 300 corridas y toreado más de 400 toros. Ha hecho más de 600.000 kilómetros por las carreteras de España, de Portugal y de Francia. Ha cruzado cinco veces el Atlántico para torear en México, donde ha llegado a ser más famoso que los caballos de Pancho Villa y de Emiliano Zapata juntos. Sufrió seis cornadas. Cornadas de caballo en un cuerpo que era de torero. Su valor convertía su responsable miedo en un calor que enloquecía a los públicos. Ante el toro, haciendo honor a su nombre, tenía arte, duende y desgarro de toreo gitano. Pureza en cite, embroque, temple, ligazón y remate. Una revolución que cambió la concepción del toreo a caballo. Lo montaba Hermoso de Mendoza, pero la gente salía de la plaza convencida de que quien toreara era "Cagancho" por su propia cuenta y pundonor, cuando pasaba entre las tablas y los cuernos del toro, en un ¡ay! del tendido. Cuando encelaba al toro de costado, como un torero que, como decía el poeta Rafael de León, le enseña al toro la femoral. "Cagancho", como figura que era, sabedor del puesto que ocupaba en el escalafón, responsable, no se dejó ir un toro, fuera malo o bueno, sirviese o no. A todos les hacía faena. "Cagancho" cortó un rabo en la plaza de Sevilla y abrió todas las puertas grandes del mundo.

Y a este legendario "Cagancho" le llegó la hora de la retirada la temporada pasada. Hermoso de Mendoza le dio honores de despedida en Sevilla, en Madrid, en Pamplona y en México. Si perfecto es Hermoso toreando a lomos de "Cagancho", el mayor mérito de este caballero rejoneador ha sido su generosidad, hasta ahora única: haberle dado su sitio a un caballo. Recordamos el nombre de Antonio Cañero, el caballero cordobés que reinventó y codificó el rejoneo, pero no sabemos el nombre de ninguno de sus caballos. Con Hermoso pasa al revés. Hay quienes no saben qué caballero en plaza monta a "Cagancho", protagonista y héroe, triunfador y mito. Ni El Cid hablaba de "Babieca" con el agradecimiento con que Hermoso lo hace de "Cagancho": "Me ha dado su vida, que es lo máximo que te puede entregar un animal. Una entrega de su vida sin condición ninguna. Entonces, como contrapunto, lo que yo le he podido ofrecer ha sido todos los mimos y cariño posible. El cariño que te da él no sabes nunca si te lo estás imaginando o es real, pero su entrega es indiscutible. Lo que da es su vida. En situaciones de mucho estrés y mucho riesgo cuando tú se lo pides él te dice "aquí estoy para lo que haga falta"."

En esta primera temporada sin su presencia en los ruedos, he visto ahora en un periódico navarro la fotografía de "Cagancho" ya retirado, gozando de la vida placentera en los prados de la merindad de Estella. Javier Arizaleta le ha escrito un elogio más hermoso que la mejor de las crítica taurinas que recibiera en su vida torera: "Cagancho formará parte del paisaje de la merindad con la humildad de cualquier yegua de Urbasa. Ahora tendrá todo el tiempo para aprender los signos que indican peligro para el resto de la manada. Poner a prueba su instinto, entender el lenguaje de los vientos del sur y vigilar las cumbres de Yoar por si se enredan de pedrisco y rayos las nubes o las brumas bajas de Urbasa que predicen las tormentas de invierno. Nada que ver con el portazo de toriles, el trajín y los nervios en los patios de caballos, los cornetazos de los cambios de tercio, el ruido monótono del motor del camión en el frenético calendario taurino."

Dicen que los toreros no se jubilan, que no hay ex toreros. Que los toreros, aun retirados, lo siguen siendo hasta su muerte. Que siguen andando por la calle como toreros. Que la gente los ve y dicen: "Ahí va un torero". Cuando las yeguas navarras vean a "Cagancho" retozar en sus prados, seguramente dirán: "Ahí va un caballo torero".

Sobre Cagancho, en Internet:
UN CABALLO DE LEYENDA

HERMOSO DE MENDOZA HABLA DE CAGANCHO

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