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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3071 - 19 de junio del 2003                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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Como en los tiempos pretéritos, que rima con su título, los marqueses de Méritos dieron un fiestón por todo lo alto en su finca El Esparragal. He escrito "marqueses" y "finca", mas desechen cualquier idea tópica de latifundio improductivo. Carlos Oriol Ybarra, el marqués de Méritos, tiene montado en El Esparragal un tinglado importante: un hotel con encanto y tal industria láctea, que yo creo que produce más leche que media Suiza, y de una calidad como antigua, sabiendo a siempre. Una leche que, como su mismo nombre indica, es la leche... de La Coronela. Carlos me enseñó un día las instalaciones y no he visto unas vacas mejor tratadas. Ser vaca en El Esparragal es mucho mejor que ser caballo en Jerez o foca en un discurso de Brigitte Bardot. Yo creo que las vacas hasta piden recomendación para entrar de plantilla en El Esparragal, donde exigen una nota altísima en la selectividad vacuna. Cómo estarán de bien las vacas en El Esparragal que yo he visto con estos ojos cómo las duchaban antes de ordeñarlas. Y porque no me quedé más tiempo, pero sospecho que después les hacen la manicura y les pintan las uñas. Las ponen guapísimas. En esa explotación agraria más que tópico cortijo, Isabel León, la marquesa de Méritos, que es académica de Bellas Artes de Sevilla y tiene un exquisito gusto por la antigüedad heredado de la Condesa de Lebrija, organizó un divertido fiestón a modo de feria de abril, con sus casetas, su portada y todo. Y con un motivo que me encantó: porque sí. Ahora que todo el mundo da fiestas para algo o a alguien a quien le va a sacar el dinero con un negociazo, Isabel León tiene el señorío de dar fiestas estupendas con una causa insólita: porque le da la gana darlas y reunir a sus amigos.

Pero, ay, era una fiesta de meterse en carretera y perderse. Le temo a estas fiestas, a los convites con plano para saber cómo hay que llegar. Yo había estado ya en El Esparragal. Isabel y Carlos me habían enseñado su hotel con encanto, que no es precisamente de los de "encantado haberlo conocido para no volver más", sino de los que te hacen volver. Y había visto el vidorro que se pegan las vacas. Pero no me acordaba de dónde estaba El Esparragal. Sí sabía que era en sitio de perderse. La primera vez que fui, llegué hasta cerca de la raya de Portugal buscándolo. Así que ahora llamé a Isabel León para que me explicara el camino. Me dijo lo más peligroso en estos casos:

-- No tiene pérdida...

Cuando te digan que el sitio donde dan la fiesta no tiene pérdida, ten por seguro que sí, que la tiene. Naturalmente, me perdí, siguiendo las instrucciones de la espléndida anfitriona. Tomé la autovía que me dijo, y la dejé en la salida que me indicó. Pero no era "la" salida, sino "una" salida. Al cambio, perderse. Si malo es que te manden plano, peor que te expliquen el sitio. Si te lo explican de palabra, prepárate al descarte. Los españoles orientamos por descarte:

-- Al llegar a Villanueva te encontrarás una gasolinera. Bueno, pues no le eches cuenta y sigue en dirección en Salamanca. Verás allí un puente. Pasa ese puente. Después a la izquierda verás un castillo. No le eches cuenta al castillo y sigue hasta unos álamos muy bonitos junto a un río y ahí verás el carril con el nombre de la finca. No tiene pérdida...

La tiene. Usted hace todos esos descartes de gasolinera, puente y castillo y encuentra los álamos, sí. Pero siempre son los álamos de Albacete, nunca de la finca que va buscando. Está en otra provincia. Y no se le ocurra, una vez perdido, preguntar al primero que encuentra por la calle en un pueblo. Lo más probable es que se dirija usted al único forastero del lugar. El señor al que se le pregunta siempre dice lo mismo:

-- No, mire usted, yo no soy de aquí...

No sé para qué el MOPU se gasta millonadas en la señalización de carreteras, si nadie la tiene en cuenta cuando te invita al festolín de boda, aniversario o santo en esa finca o salón de convites que está lejísimos. Si peligrosas son las explicaciones con descarte de castillo y puente, las de mapa tienen más riesgo. Te pintan divinamente en el plano dónde está el aeropuerto, dónde Madrid, por dónde se va La Coruña. Y con más flechas que en una película de indios. Con lo cual te pierdes igual que cuando te dicen que "no tiene pérdida", pero mapa en mano: un plano precioso que ha hecho un arquitecto amigo de los novios. Los puntos kilométricos en España no existen. Con lo fácil que sería que te dijeran, por ejemplo: "Mira, para venir a la fiesta, tomas la autovía de Valencia hasta la Salida 14, y allí verás el letrero de la carretera comarcal 184. En el kilómetro 23,300 de esa comarcal está exactamente la finca."

Eso sí que no tiene pérdida. Pero los españoles no sabemos qué es un punto kilométrico. Que no nos saquen del Kilómetro 0 de la Puerta del Sol...

 

 

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