Me
parece que este verano no es verano. A estas alturas de
almanaque y de ofertas para irse a Lanzarote por cuatro euros
chicos (nueva versión de las cuatro perras gordas), no anuncian
gira alguna de Julio Iglesias. Se están perdiendo las buenas
costumbres. La gira de Julio forma parte de los ritos españoles
del verano, y debe ser restaurada cuanto antes. ¿No nos
gastamos millones del presupuesto en restaurar catedrales
góticas o conventos barrocos? Pues lo mismo debemos mantener el
patrimonio inmaterial de nuestros ritos, y Julio Iglesias es
parte fundamental del ceremonial del verano. Por eso, sin rubor
de ninguna clase, en caso de que este verano no haya gira de
Julio Iglesias por España, los poderes públicos deberían
invertir lo necesario para restaurar tan sana costumbre. Igual
que aquel lema de nuestros abuelos y su máquina fotográfica de
cajón para hacernos retratos de niños de playa con cubito y
palita, "vacaciones sin Kodak son vacaciones
perdidas", ahora yo lanzaría otro, reclamando que se
cumpla: "Verano sin gira de Julio Iglesias ni es verano ni
es nada". Julio Iglesias forma parte tan consustancial del
paisaje del verano español como la silueta de la isla de
Benidorm o los dedos gordos de los pies abrasándose en la
arena, en el repugnante anuncio de la cerveza.
Llegaba Julio siempre desde
muy lejos y como con mucha prisa. Había cantado anoche, por
ejemplo, en Hong Kong y mañana tenía que cantar, verbigracia,
en Mosc�. Julio Iglesias desmentía a la geometría: la
distancia más corta entre dos puntos no era la recta. Era el
avión privado de Julio Iglesias uniendo Hong Kong y Mosc� tras
pasar justamente por el campo de Mestalla, o por la plaza de
toros de Zaragoza, o por el polideportivo municipal de ese
pueblo cuyo ayuntamiento se entrampaba hasta las cejas para
conseguir lo que no había logrado ninguno de la comarca: que
Julio Iglesias cantara all�, precisamente all�. El concierto
de Julio en agosto quedaba la memoria del pueblo, y la gente se
refería a 1996 o a 1999 como "el año que vino Julio
Iglesias". No tenía la menor pérdida en los almanaques.
Porque era un rito de la
liturgia cívica estival. El verano comenzaba con las noches
levantinas y catalanas de las hogueras de San Juan y continuaba
con la aparición de páginas de noticias refrescantes y
veraniegas en los periódicos, cuando aún no había programas
del corazón. Era entonces cuando la fantástica Gunilla von
Bismark terminaba su hibernación en lejanos castillos alemanes
con muchas haches intercaladas en el nombre y aparecía,
gloriosa y esplendorosa, en Marbella. Lo de mi querida Gunilla
era como una procesión de la Virgen del Carmen por lo civil.
Antes, cuando no se veraneaba, sino que se iba a tomar los
baños, la temporada de verano no empezaba en la playa hasta que
los marineros del pueblo habían sacado a la Virgen del Carmen
en una barca engalanada que recorría el muelle en procesión
naval. Lo de Gunilla era lo mismo. Mientras no apareciese ella,
siempre tostadísima y rubísima, no comenzaba oficialmente el
verano. Cuya certificación venía luego, con el concierto de
Julio Iglesias all�, precisamente all� en la playa donde
estábamos veraneando, como anunciaba la avioneta que pasaba
sobre las sombrillas llevando a rastras el anuncio: "Julio
Iglesias en Surfasaurus".
Esto, sin Gunilla y sin
gira de Julio Iglesias, ni es verano ni es nada. A Gunilla le ha
salido una competencia desleal espantosa. Gracias a ella
invent� el verbo "gunilear". "Gunilear" es
salir mucho en los periódicos por la única razón de que se
sale mucho en los periódicos. Ahora todo el mundo "gunilea"
con causa mucho menos justificada y durante todo
el año hay cientos de "gunilos" y "gunilillas".
Y, además, asisten a los actos cobrando, mientras que Gunilla
lo hacía por amor al arte, en una especie de prestación social
sustitutoria a Marbella, que era como una ONG a la que ayudaba
de cooperante. ¡Qu� tiempos aquellos en que nadie sabía
siquiera que en Marbella hubiese alcalde! La gente creía que
Marbella era una barriada del Madrid de Rodríguez Sahagún o de
Tierno Galván, cuya alcaldesa pedánea era Gunilla von Bismark,
musa suprema de un verano que tenía música de la gira de Julio
Iglesias.
Sin anuncio de gira de
Julio Iglesias y sin Gunilla dando "gunilazos" por
Marbella, este año no se me apetece nada irme de veraneo.
Vamos, que me parece que no es verano. La gira de los Hombres G
no es lo mismo que la de Julio, y Victoria Adams no es lo mismo
que Gunilla. Dónde va a parar...