Lo
de "Europa en el bolsillo" sonaba hasta ahora a
título de una guía azul, refinada y exquisita, para hacer
turismo por el continente, con los inevitables hoteles con
encanto y los obligatorios bares donde Ernest Hemingway se
tomaba una copa... o las que se terciaran. Pero durante un fin
de semana en una playa turística, llena de hoteles con el
encanto de los precios baratos, me he metido la mano en el
bolsillo, he mirado las monedas de euro que llevaba de las
vueltas de comprar el periódico, de tomar el aperitivo en un
chiringuito y de pagar el caf� de ritual después de la siesta
hispánica, y me he encontrado aqu� con justamente con ese
título del libro que antes te ayudaba a ir por ah�. Tenemos ya
a Europa en el bolsillo, a la Unión Europea entera, en forma de
monedas de distintos países. En el bolsillo tenía la prueba
del 9 de la unidad monetaria. Saqu� las monedas y vi que tenía
piezas de bastantes naciones de la Unión Europea. Tenía una
moneda alemana de dos euros, con el águila federal que a
nosotros nos recuerda la del escudo de la antigua Policía
Armada, los "grises" de tantas falsas leyendas, ante
los que aseguran que corrieron los que no se mojaban ni daban la
cara absolutamente para nada en la Facultad. Muchos confunden
sus recuerdos juveniles con la calle de la Estafeta.
Tenía también en el bolsillo
dos monedas portuguesas de un euro, con los castillos y escudos
de armas del país tan lejanamente cercano o tan cercanamente
lejano, orlando un signo que no sabía qu� significaba, y que
tras documentarme me he enterado que es el sello del Rey de
Portugal, pero no de este Don Duarte que ahora reconocemos como
soberano lusitano, sino de 1144. De ayer por la mañana, vamos.
Y para que no me faltara de
nada, tenía dos euros italianos, preciosos, que más que moneda
parecían medalla olímpica, como para colgársela con una cinta
en un podio de triunfadores. Una moneda con el perfil de Dante
Alighieri, según el retrato realizado por Rafael que se
conserva en el ala del apa Julio II del Palacio del Vaticano.
-- ¡Cuánto sabe usted de
monedas de euro, Burgos!
Es que he descubierto, y esto
es lo que quiero proponerles en este artículo, que la unidad
monetaria nos permite un bonito entretenimiento, baratísimo,
bastante menos costoso que jugar al golf o tener un barco en una
marina deportiva: coleccionar euros con las caras nacionales de
los distintos países. Un frasco de mermelada vacío con su
tapón hermético es el lugar ideal para irlos guardando. Yo me
guard� aquellas tres monedas y desde entonces he ido
aprovechando las semanas que llevamos de verano para aumentar la
colección. ¿Colección tonta? No s�: para m�, colección que
te da el orgullo de ver físicamente tu pertenencia a una
comunidad donde la democracia, la libertad y la paz son los
supuestos comunes. Ser� un cateto poco viajado, pero me da
mucha alegría cuando en una zona turística me dan una vuelta
en monedas y compruebo que entre ellas hay más piezas con caras
de la Reina Beatriz de Holanda o del Rey Alberto II de Bélgica
que de Don Juan Carlos I de España.
Sugiera, pues, señora, a sus
hijos que hagan la colección, y as� de paso les inculca la
antigua virtud del ahorro. A lo tonto a lo tonto, entre monedas
de 50 céntimos de la Mariana francesa y monedas de un euro
irlandesas con el arpa gaélica, se encuentra uno al cabo de
poco tiempo con que tiene un capitalito muy curioso dentro del
frasco vacío de mermelada que hace de alcancía. El riesgo de
la colección es la factura que vienen a cobrar a casa y son 61
euros, o 121. El pico del euro es el riesgo. Ese euro que nunca
se tiene suelto cuando vienen a cobrar una factura que se paga
con tres billetes de 20 euros o con uno de 100 y uno de 20. Ese
euro del pico termina siempre saliendo de la hucha de interés
histórico-artístico-numismático de las monedas de los
distintos países de la Unión Europea.
-- ¿Me puedes dar una moneda
de un euro para pagar al chico del supermercado?
-- Toma, un euro portugués...
Son los que más abundan. Los
coleccionistas tenemos "repes" todos los euros
portugueses que quieran. Pero no dejo de mirar y remirar las
monedas que me dan por ah� en las vueltas, a ver si me entra lo
que me falta. Las piezas raras: el euro de Luxemburgo con la
cara del Gran Duque Enrique; el euro finlandés con su pareja de
cisnes, o el euro austríaco con el retrato de Mozart. Por mucha
unidad monetaria que tengamos, los euros raros de por ah� nos
siguen pareciendo mucho más europeos que nuestros euros de Don
Juan Carlos, ya tan familiares que nos hacen sentir que no hemos
tenido otras monedas en nuestra vida.