Como
Herodoto dijo que "guerra es el tiempo en que los padres
entierran a los hijos", el veraneo es el tiempo en que ves
a una señora con la "poatrine" fuera o a un señor en
pelota picada y te parece lo más normal del mundo, mientras que
te encuentras a alguien con traje y corbata y te parece un
extraterrestre. Me ha ocurrido en Marbella. Estábamos en una
cena de tiros largos en el restaurante más caro y más de moda.
Todos en mangas de camisa. De manga larga, eso s�. Hemos
adaptado a la española la etiqueta tropical de las Antillas.
All� donde la guayabera es prenda habitual a causa del clima,
hacen una distinción clarísima entre el trapillo y la gala: la
longitud de la manga de la prenda liviana a la que aqu� muchos
llaman "cubana", que antes usaba todo el mundo en
verano y que ya apenas es el uniforme de trabajo de los mozos de
espadas de los toreros. Por Cuba, Puerto Rico y la República
Dominicana, una guayabera de manga corta es atuendo
"casual", como dicen sin traducir la voz inglesa de
los norteamericanos. Lo "casual" da la casualidad que
es lo de trapillo, de cualquier manera. Una guayabera de manga
corta es "casual", para ir vestido informalmente. En
cambio con esa misma guayabera, si tiene manga larga, estás
perfectamente de etiqueta, listo para que te reciba el
presidente de la República o para que la Academia Sueca te
entregue el Nobel de Literatura, en caso de que te llames
Gabriel García Márquez y acudas a recibir el premio con tu
blusón nacional, el "liqui liqui".
As� que, muy de manga larga
pero completamente en mangas de camisa, estábamos en la cena de
La Meridiana de Marbella y alguien exclam� de pronto, como si
contemplara una aparición prodigiosa:
-- ¡Mira, un señor con
chaqueta y corbata!
Alguien dijo:
-- ¡Qu� antigüedad!
Otro añadi�, con sorna:
-- ¡Qu� provocación!
Hasta que un tercero present�
como un pliego de descargo para el pobre señor insólito de la
chaqueta y la corbata en
plena noche marbell�:
-- Es que ah� al lado en un
salón están celebrando una boda y, claro, vienen vestidos de
boda.
Ni alguien que hubiera
aparecido vestido de uniforme de húsar de la Princesa, o de
hábito talar de caballero de la Orden de Malta, o con toga de
magistrado del Supremo hubiera causado en La Meridiana de
Marbella tanto escándalo como aquel señor normal del traje
oscuro, la camisa blanca y la corbata. Aproximadamente causaba
la misma extrañeza que si en el cortejo de la procesión del
Corpus de Toledo se presenta de pronto un señor con pantalones
cortos, polo y zapatillas de deporte. Todo se andar�. Horas
después de aquella cena, Justo Sánchez, el director residente
del Hotel Don Pepe, me enseñaba las nuevas suites que han hecho
en la planta octava del reformado hotel, en las que pueden
correr caballos. Pero no caballos sueltos, sino caballos a la
calesera de un coche de Fermín Bohórquez, Miguel Gallego o
Rocío de la Cámara, y enganchados a la larga. Sobre una
consola de la suite a la medida del séquito de los príncipes
árabes o de los misteriosos millonarios rusos de la Costa del
Sol, un folleto explicaba en dibujos el atuendo requerido para
deambular por el hotel. Explicaba que al comedor de desayunos se
puede ir de pantalón corto y camisa, mientras que para la cena
se requiere la máxima etiqueta de la Costa: ¡pantalón largo y
camisa! Y en el mismo folleto venía una serie de dibujos que
explicaban la evolución de la etiqueta en el hotel. En 1967 se
exigía para entrar al comedor que los clientes fueran como el
despistado invitado a la boda de La Meridiana: con chaqueta y
corbata. Era el Don Pepe entonces como Zalacaín o Jockey ahora,
de los sitios donde un educadísimo metre te ofrece una corbata
de la casa si vas despechugado. Pero aquello, según los dibujos
del folleto diacrónico, dur� poco tiempo. En 1973 se podía ya
cenar sin corbata, aunque con chaqueta. Chaqueta que se
suprimi� en la década siguiente, para llegar a la actual
etiqueta veraniega de la simple camisa de manga larga. Y en ese
folleto explicativo de la suite venía al final el dibujo de
como una adivinación del futuro: un señor con vaqueros,
camiseta y zapatos deportivo, bajo el que un letrero decía en
inglés: "As� todavía no". Pero todo se andar�.
Llegar� y pronto, el día en que estemos cenando en La
Meridiana. todos en pantalón corto y en chancletas, y se alcen
las voces de sorpresa y escándalo:
-- ¡Mira, un tío con
pantalón largo y camisa con cuello!
Alguien dir� en su descargo:
-- Comprende que el pobre
señor viene invitado a la cena de una boda...